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Iglesia: la réplica del Espíritu, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1976-8
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CAPITULO DOS

EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU

Lectura bíblica: Jn. 4:24; Mt. 28:19; Jn. 14:16-20; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; Mt. 3:11;Jn. 1:33; Hch. 1:5; Gá. 3:27; Ro. 6:3; 1 Co. 12:13; Ef. 4:4

Anteriormente vimos que hay tres categorías de candeleros en Exodo, Zacarías y Apocalipsis, respectivamente. Todos estos candeleros están relacionados con la obra de edificación que Dios realiza, y esta obra de edificación es el mover de Dios. Este mover de Dios, en primera instancia, se realizó por medio de Cristo; luego, por causa del mover de Dios, o sea, de esta obra de edificación, el propio Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante. Por último, las iglesias constituyen las muchas réplicas de este Espíritu vivificante. El primer candelero, mencionado en Exodo, representa a Cristo; el segundo candelero, que figura en Zacarías, simboliza al Espíritu; y finalmente, en el último libro de la Biblia, Apocalipsis, vemos que los siete candeleros son las siete iglesias locales. Un cuadro vale más que mil palabras. El cuadro del candelero en sus tres etapas nos muestra a Cristo, al Espíritu y las iglesias. Las iglesias son la reproducción de Cristo y la réplica del Espíritu. No existen palabras que puedan causar una impresión tan profunda ni resulten tan significativas como este cuadro de la iglesia.

Es necesario tener más comunión al respecto a fin de que podamos comprender que en el Nuevo Testamento la iglesia es absolutamente un asunto en el Espíritu. Muchas personas hablan acerca del bautismo del Espíritu Santo, pero entre ellas muy pocas han llegado a comprender que el bautismo en el Espíritu Santo está íntegramente relacionado con la iglesia. En realidad, el bautismo en el Espíritu tiene como objeto generar la iglesia. En el Nuevo Testamento, el bautismo en el Espíritu se realiza para la iglesia.

LA ECONOMÍA DEL ESPIRITU DIVINO

El primer aspecto fundamental que necesitamos ver es la economía del Espíritu divino. Al referirnos al Espíritu divino, estamos hablando del Espíritu divino y todo-inclusivo. Primeramente, en Su aspecto substancial, Dios es Espíritu. Dios es Espíritu, y este Espíritu es la substancia misma de Dios. Una mesa de madera, en lo que respecta a su función, es una mesa; pero en lo que concierne a su substancia, es madera. Juan 4:24 no dice que Dios es el Espíritu, sino que Dios es Espíritu, puesto que aquí “Espíritu” hace alusión a la substancia misma de Dios.

Con respecto a la impartición de Dios, el tercero del Dios Triuno es el Espíritu (Mt. 28:19). Dios es triuno, es decir, El es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Aquel que es la consumación final y máxima del Dios Triuno es el Espíritu. El hecho de que Dios es triuno no es para que El sea objeto de nuestro estudio doctrinal, sino para que El se imparta en los hombres. Por tanto, la Trinidad de Dios es un asunto de impartición.

A fin de impartir la vida divina, el Cristo redentor se hizo el Espíritu vivificante (Jn. 14:16-20; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). En 1 Corintios 15:45 se afirma que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. Aquí, el postrer Adán se refiere a Cristo, quien mediante la encarnación se hizo hombre para ser nuestro Redentor. En el principio era el Verbo, el Verbo se hizo carne, y tal Persona era el Cordero de Dios (Jn. 1:1, 14, 29). El hecho de que Dios se encarnara para ser un hombre significa que El se hizo el Cordero de Dios, nuestro Redentor, para quitar el pecado. Después de haber efectuado la redención en la cruz, en Su resurrección, El se hizo el Espíritu vivificante a fin de impartirse en nosotros como vida (1 Co. 15:45). En estas dos etapas Cristo llegó a ser dos entidades. En la etapa de la encarnación, El se hizo carne para lograr la redención; y en la segunda etapa, la de Su resurrección, El se hizo el Espíritu vivificante para dar vida, para impartir la vida divina. Así, el pecado fue quitado y la vida vino a nosotros. Estos son dos aspectos fundamentales del libro de Hebreos, a saber, que el pecado fue quitado (9:26) y que la vida vino (7:16). Ahora, la ley de la vida divina opera en nuestro ser (8:10) para hacer de nosotros Su reproducción. Cristo se encarnó para ser nuestro Redentor y quitar nuestro pecado, y fue resucitado para ser el Espíritu vivificante a fin de impartirse en nuestro ser como vida. Así que, primero, Dios es Espíritu; segundo, la persona final de la Trinidad es el Espíritu y, en tercer lugar, el Redentor se hizo el Espíritu vivificante. Por consiguiente, ahora nuestro Dios, de una manera total y todo-inclusiva, es el Espíritu.


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