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Evangelio de Dios, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-940-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 26 Sección 3 de 5

LA VENIDA DE CRISTO
ES LO QUE DIOS REQUIERE EN JUSTICIA

La venida del Señor Jesucristo a la tierra era lo que Dios requería en Su justicia; no era el requisito de Dios en Su gracia. Este es un asunto muy serio. Si hubiese existido amor sin justicia, el Señor Jesús no habría tenido que venir a la tierra, y la cruz habría sido innecesaria. Pero por el problema de la justicia, el Señor Jesús tuvo que venir. Sin justicia, Dios podría salvarnos de cualquier manera. El podría pasar por alto nuestros pecados, o podría perdonarlos a la ligera. El podría tomar una actitud tolerante para con nuestros pecados, o podría despreocuparse totalmente de ellos. Si Dios dijera: “Ya que todos pecaron, esta vez los dejo libres; simplemente no pequen de nuevo”, no se necesitaría en lo absoluto a Jesús de Nazaret. Aparte de los requisitos de la justicia, no había necesidad de que Jesús de Nazaret viniera. La venida de Jesús de Nazaret era una exigencia de la justicia.

Cuando el pecado entró en el mundo, el gobierno de Dios fue dañado. El orden que El estableció en el universo fue trastornado; Su gloria fue pisoteada; Su santidad fue profanada; Su autoridad fue rechazada; y Su verdad fue entendida mal. Cuando el pecado entró al mundo, Satanás se rió y los ángeles testificaron que el hombre había fallado y caído. Si Dios juzgara el pecado sin misericordia, no tendría amor. Pero si pasara por alto los pecados del hombre sin juzgarlos, no tendría justicia. Puesto que Dios ama al mundo y al mismo tiempo es justo, El tenía que enviar al Señor Jesús. Por ser justo, El tenía que juzgar el pecado. Debido a que El es amor, tuvo que cargar con los pecados del hombre. Debo recalcar estas dos cosas: Dios debe juzgar porque es justo, y Dios sufre el juicio y castigo del hombre porque El es amor. Sin juicio, no vemos justicia; en el juicio, no vemos amor. Sin embargo, lo que El hizo fue cargar con el juicio en nuestro lugar. De esta manera, El manifiesta tanto Su amor como Su justicia en Jesucristo.

LA CRUZ MANIFIESTA
LA JUSTICIA Y EL AMOR DE DIOS

Por lo tanto, la cruz es donde la justicia de Dios se manifiesta. La cruz nos muestra cuánto odia Dios el pecado. El está determinado a juzgar el pecado. El estaba tan dispuesto a pagar el precio que hasta dejó que Su Hijo fuese clavado en la cruz. Dios no estaba dispuesto a renunciar a Su justicia. Si Dios estuviese dispuesto a renunciar a Su justicia, la cruz no habría sido necesaria. Por cuanto Dios no estaba dispuesto a renunciar a Su justicia, El prefirió dejar que Su Hijo muriera antes que renunciar a Su justicia.

La cruz también es el lugar donde el amor de Dios se manifiesta. La carga de nuestros pecados debería estar sobre nosotros. Si no la llevamos, es injusto. Pero llevar tal carga es demasiado para nosotros. Por esta razón, El vino y la llevó en nuestro lugar. Dios muestra Su amor al estar dispuesto a llevar nuestra carga. Dios muestra Su justicia al llevar nuestra carga. Si Dios nos deja recibir el castigo sería justo y sin amor. Si El no nos deja llevar el castigo nos amaría sin ser justo. Por cuanto El quita el castigo y lo lleva por nosotros, muestra tanto justicia como amor. ¡Aleluya! La cruz cumple los requisitos de la justicia y los requisitos del amor. Nuestra salvación hoy no la recibimos por la “puerta trasera”; no la hemos recibido fraudulenta ni impropiamente. No hemos sido salvados ilegalmente. Hemos sido salvos en una manera clara y definida por medio del juicio.

Para nosotros el perdón es gratuito, pero para Dios no existe perdón gratuito. Para El, el perdón viene sólo después de la redención de los pecados. Por ejemplo, si usted viola la ley y el juez le dice que debe pagar una multa de mil dólares, usted debe pagar la multa antes de ser exonerado. De la misma manera, somos salvos sólo después de ser juzgados en la cruz. Nuestra salvación viene después de que sufrimos el juicio por el pecado que se llevó a cabo en Cristo. Es una salvación que sólo viene por medio del juicio. ¡Aleluya! Somos juzgados y entonces somos salvos. El amor de Dios está aquí, y también la justicia de Dios.

Déjenme darles un ejemplo. Supongamos que hay un hermano que es millonario, y que yo soy uno de sus deudores. Digamos que le debo una suma considerable de dinero, tanto como los diez mil talentos mencionados en el libro de Mateo (18:24). Cuando le pedí prestado el dinero, firmé un pagaré. En el pagaré aparece la cantidad que le debo y la fecha en que esa cantidad debe ser devuelta, junto con los términos y condiciones que penalizan. Supongamos que ahora voy a visitarlo y le digo: “Gasté todo el dinero que usted me prestó, y me es imposible conseguir este dinero para devolvérselo en la fecha convenida, puesto que tenemos una depresión económica. Hasta tengo dificultad para comer y vivir. Por favor tenga misericordia y perdóneme la deuda. Devuélvame el pagaré”. Si yo le imploro así, ¿puede devolverme el pagaré? El pagaré describe claramente la cantidad que él me prestó y la fecha en que debo pagar. Este es un contrato que no solamente yo debo cumplir, sino también él. Como deudor, tengo la responsabilidad de devolverle el dinero dentro del tiempo acordado. Como acreedor, él también tiene una responsabilidad que cumplir, que es devolverme el pagaré sólo al recibir el dinero. Si él me devuelve el pagaré antes de recibir el dinero, aunque haga esto por amor y preocupación por mí, él no es justo. Nosotros, los seres humanos, somos simplemente injustos y estamos acostumbrados a cometer injusticias; raras veces se nos ocurre que el perdón gratuito es una injusticia. Pero Dios no puede hacer nada injusto. Si Dios nos perdonara gratuitamente, El sería injusto. Además, volviendo al ejemplo, supongamos que este hermano me devuelve el pagaré sin haber recibido el dinero. Esto me afectará en una manera negativa. La próxima vez que tenga dinero seré indiscreto al usarlo. He descubierto que puedo usar el dinero de otros fácil y despreocupadamente. Así, el perdón gratuito que recibo de este hermano es injusto para con él y una mala influencia de mi parte.

Ahora supongamos que este hermano es justo, pero no quiere que le pague. ¿Qué es lo que él puede hacer? Les voy a contar lo que hice en una situación similar. Una vez vino alguien a mi casa para pedirme dinero prestado. El era un cristiano nominal, así que le dije que según la Biblia los cristianos no deberían pedir prestado. De todos modos él me imploró que le prestara dinero. Al principio pensé simplemente regalarle el dinero. Pero sabía que él era irresponsable con el dinero de los demás porque algunos hermanos antes me habían dicho que esta persona solía pedir prestado a los hermanos, y me advirtieron que no le prestara nada. Luego pensándolo bien, decidí que no le regalaría el dinero, sino que se lo prestaría. Cuando le di la cantidad que él había pedido, le pregunté cuándo me lo devolvería. Insistí en que fijara una fecha límite, aunque yo sabía que nunca me pagaría. Pedir prestado era su costumbre; era su vida. Pero yo no le podía decir que no esperaba que me devolviera el dinero, porque eso habría sido una invitación a que pidiera más préstamos. Por lo tanto, insistí en que fijara una fecha límite. Cuando el día llegó, le escribí intencionalmente una carta, recordándole el vencimiento del pago. Después de que recibió mi carta, él vino a verme. Pero antes de que me diera explicaciones, lo interrumpí y le dije que fuera a su casa para ver a su esposa porque ella tenía algo que decirle. Entonces, fue a su casa. En realidad, antes de que me viniera a ver, tomé exactamente la misma cantidad de dinero que debía a su casa y se lo di a su esposa. Le dije que cuando su esposo volviera, ella debía decirle que yo había enviado esta suma de dinero para el pago de la deuda. Cuando el esposo llegó a la casa, la esposa le repitió lo que yo le dije. Luego él abrió el paquete y halló exactamente la misma suma de su deuda. El entendió lo que tenía que hacer. El volvió a mi casa y me devolvió el dinero. En este hecho, ustedes pueden ver amor y justicia. Si le hubiera obligado a pagar, no habría tenido amor. Pero si yo le hubiera permitido que no pagara, yo habría sido injusto, porque había dicho claramente que el dinero era un préstamo. No sólo habría sido injusto yo mismo, sino que también habría ejercido una mala influencia en él, y la próxima vez él habría sido más irresponsable. Por eso, hice lo que hice.

A Dios le debemos “diez mil talentos de plata”, pero nosotros no podemos pagar. Ahora Dios está haciendo lo mismo por nosotros. Debido a que nos ama, El no nos puede pedir que le paguemos. Pero por ser justo, El no nos dirá que no tenemos que pagar. Es imposible que le paguemos. Sin embargo es injusto que Dios nos libere de nuestra obligación. Gracias a que El vino a darnos el “dinero”, podemos pagar lo que le debemos. Dios es el cobrador y el pagador. Si no cobra, no tendría justicia; pero si nos obliga a pagar, no tendría amor. Ahora bien, Dios mismo es el cobrador; por consiguiente, la justicia se mantiene. Y Dios mismo es el pagador; así que, el amor se mantiene. ¡Aleluya! El cobrador es el pagador. Este es el significado bíblico de la redención de los pecados.

Por lo tanto, Jesús el nazareno vino y llevó nuestros pecados en Su cuerpo en la cruz. Dios mismo vino para llevar nuestros pecados. Nuestros pecados fueron juzgados por Dios en la persona de Jesucristo. La sangre del Señor Jesús derramada en la cruz es la prueba de este juicio. Nos acercamos a Dios por medio de esta sangre. A través de la sangre del Señor Jesús le decimos a Dios que hemos sido juzgados. Ahora le devolvemos a El lo que el Señor Jesús pagó por nosotros. Es verdad que hemos pecado. Pero no somos irresponsables; hubo un juicio. Es verdad que teníamos una deuda. Pero no la evitamos; la deuda ya ha sido pagada. Tenemos la sangre, que representa la salvación cumplida por el Señor Jesús, como el recibo para probar que Dios se pagó a Sí mismo nuestra deuda. Por eso es que la sangre en el Antiguo Testamento era rociada siete veces dentro del velo. Por eso es que debía llevarse al propiciatorio del arca. Dios tiene que perdonar a cada pecador que acude a El por medio de la sangre del Señor Jesús. El no puede hacer otra cosa que perdonarnos.

Volvamos al ejemplo anterior. Supongamos que le pido prestado diez mil talentos de plata a cierto hermano y no tengo dinero para pagarle. Un día él viene a mi casa y me dice: “Tú me debes diez mil talentos de plata. Ahora debes pagarme. Yo no soy una persona irresponsable ni despreocupada. Todo lo que hago, lo hago seriamente. Me tienes que pagar. Aquí hay diez mil talentos de plata. Mañana trae esto a mi casa y paga tu deuda. Luego puedes tomar tu pagaré”. Cuando vaya al día siguiente a su casa esperaré poder redimir el pagaré. Pero supongamos que después de que le doy el dinero, él dice que puesto que él me dio el dinero el día anterior, él no me devolverá el pagaré. ¿Puede él hacer tal cosa? Cuando le doy el dinero, ¿tiene el derecho de no devolverme el pagaré? No. El tenía el derecho de no darme el dinero el día anterior. Si él no me hubiera dado el dinero el día anterior, cuando mucho podría decir que él no me ama, y nada más. Pero si él me dio el dinero y yo le pagué, él sería injusto si conservara el pagaré; no es un asunto simplemente de que él no me ama. Si él es justo, él tiene que darme el pagaré cuando yo le doy el dinero.


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