Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4619-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ya vimos que por causa de la excelencia del conocimiento de Cristo debemos estimar como pérdida todas las cosas, a fin de ganar a Cristo y ser hallados en Él, no teniendo nuestra propia justicia que es por la ley, sino la justicia que es Dios mismo manifestado en nuestro vivir (Fil. 3:7-9). El propósito de esto es que nosotros podamos conocerle a Él, como también el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Sin embargo, Pablo no se detiene aquí, sino que continúa diciendo: “Configurándome a Su muerte” (v. 10). La excelencia del conocimiento de Cristo, contar como pérdida todas las cosas, ganar a Cristo, ser hallados en Él, conocerle, conocer el poder de Su resurrección y conocer la comunión en Sus padecimientos, todo ello, tiene como resultado una sola cosa: que seamos configurados a Su muerte. Por consiguiente, la carga en este mensaje consiste en examinar este asunto.
En Filipenses 3 vemos que el apóstol Pablo consideraba la muerte de Cristo un modelo, una forma o un molde. Por ejemplo, cuando las hermanas hacen pasteles o galletas, ponen la masa en un molde. Al ser presionada en el molde, la masa finalmente es conformada al molde. Esto es precisamente lo que Pablo quiere decir aquí. Él consideraba que la muerte de Cristo era un molde y que nosotros éramos la masa que debía ser puesta y presionada en el molde. El resultado de esto es que nosotros llegamos a ser configurados a la muerte de Cristo.
La muerte de Adán es terrible y la aborrecemos; pero la muerte de Cristo es preciosa y deseable, y todos debemos valorarla como un tesoro. Según la Biblia, la maravillosa muerte de Cristo es simbolizada por el bautismo. En los Evangelios el Señor Jesús experimentó dos bautizos: el primero lo experimentó al comienzo de Su ministerio, cuando fue bautizado en agua por Juan, y el segundo lo experimentó al final de Su ministerio, cuando fue bautizado en la cruz. Ambos bautizos representan la preciosa muerte de Cristo.
El bautismo significa tanto sepultura como resurrección. Cuando una persona es bautizada en agua, ella es sepultada. Una persona que cree en el Señor Jesús llega a comprender que está muerta y que, por tanto, necesita ser sepultada. Así pues, nosotros la sepultamos bautizándola en agua. Sin embargo, no la dejamos allí, sino que después de sepultarla de inmediato la levantamos. Bautizar a una persona significa ponerle fin y levantarla significa hacerla germinar. Por lo tanto, el bautismo claramente significa dos cosas: sepultura, que significa poner fin, y resurrección, que significa hacer germinar. Éste es el significado profundo del bautismo según las Escrituras.
El Señor Jesús pasó por dos bautizos. A los ojos de Dios, la justicia más elevada es que seamos bautizados de esta manera. Según Dios, la justicia significa estar bien conforme a los mandamientos de Dios. En la época del Antiguo Testamento, Dios le dio a Su pueblo diez mandamientos. Quien guardara dichos mandamientos, estaría bien a los ojos de Dios y la justicia de Dios estaría con él. Sin embargo, si alguien quebrantaba uno de ellos, tenía que presentar una ofrenda por la trasgresión, a fin de ser restituido a una posición correcta y mantener su justicia delante de Dios. Moisés vino con dos tablas con mandamientos escritos y le mandó al pueblo que guardara los mandamientos para que estuviesen bien con Dios y pudiesen tener la justicia que Dios exigía según Su ley. Sin embargo, Juan el Bautista vino y les dijo a las personas que debían ser bautizadas. Esto nos permite ver que con Juan la dispensación había cambiado. La economía de Dios en el Nuevo Testamento es diferente a la del Antiguo Testamento. Según la economía de Dios en el Antiguo Testamento, Su pueblo tenía que guardar la ley a fin de ser justos delante de Sus ojos. Pero en el Nuevo Testamento Dios no nos exige guardar los mandamientos de la ley, sino que más bien Él ha mandado que seamos sepultados. Eso significa que Él exige que seamos eliminados y germinados. Esto es lo que Dios manda en el Nuevo Testamento. Si alguien en la era de la economía neotestamentaria de Dios se niega a ser bautizado, es una persona que se rebela al mandato de Dios. Por lo tanto, en el Nuevo Testamento ser bautizados es cumplir la justicia más elevada.
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