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Cristo todo-inclusivo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-626-8
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CAPITULO TRECE

COMO POSEER LA TIERRA

V. LOS FACTORES OPONENTES

Lectura bíblica: Lv. 10:1-3; Nm. 12:1, 2, 9, 10, 15 13:25—14:10; 16:1-3, 12-14; 21:5, 6; 25:1-5; 26:63-65; 1 Co. 10:1-6; He. 4:11

En este capítulo veremos más acerca de cómo poseer la tierra, considerándolo desde el lado negativo en lugar del lado positivo. Esto nos ayudará más.

LA INDEPENDENCIA Y EL INDIVIDUALISMO

Hemos visto que la manera en que el pueblo del Señor posee la buena tierra es como grupo, no como personas individuales. Esto significa que ninguna persona como individuo puede entrar en esta tierra. Esto no corresponde a un individuo; más bien, corresponde a un cuerpo colectivo. Esto lo hemos visto claramente. También debo recordarles una vez más que para entrar en la buena tierra el pueblo del Señor debe tener el tabernáculo. Lo primero que los hijos de Israel establecieron entre ellos fue el tabernáculo. Este mismo hecho indica gráficamente que la entrada a la tierra es un asunto corporativo, no un asunto individual. Para poseer la buena tierra, tenemos que ser edificados y todos debemos estar unidos en un solo cuerpo como el tabernáculo.

Hemos visto claramente que el disfrute de Cristo es una progresión, un desarrollo continuo. Hay un comienzo y hay un proceso; hay una manera de mejorar y avanzar. Comenzamos con el disfrute de Cristo como el cordero. Luego, al seguir adelante llegamos al punto de que Cristo es para nosotros el arca del testimonio con el aumento del tabernáculo. Este aumento, este agrandamiento del arca, es un grupo de personas que han sido mezcladas con Cristo y edificadas juntas en la naturaleza divina. Son edificados en un solo cuerpo como la misma expresión de Cristo, quien es la manifestación y el testimonio de Dios. Es necesario entender claramente que en esta etapa, estas personas que continuamente han disfrutado a Cristo han llegado a ser uno. Ya no son sencillamente individuos; por medio del disfrute de Cristo han llegado a ser un solo cuerpo. Al principio parecía que disfrutábamos a Cristo separada e individualmente. Usted disfruta a Cristo como el cordero, y yo disfruto a Cristo como el cordero. Usted disfruta a Cristo en su casa, y yo en la mía. Todos disfrutamos a Cristo solos dondequiera que estemos. Pero cuando llegamos a la etapa de tener el tabernáculo erigido entre nosotros y de ser la expresión de Cristo por medio de disfrutarlo más y más, ya no podemos estar separados. Debemos reunirnos, ser unidos y edificados como un solo cuerpo. Las cuarenta y ocho tablas no pueden separarse nunca. Si se separan, el arca no estará en medio de ellas como su contenido. No habrá lugar para el arca como testimonio de Cristo.

Si nosotros como un grupo del pueblo del Señor queremos seguir adelante para disfrutar a Cristo en una forma más sólida que el cordero redentor y el maná diario, si queremos disfrutarlo como el testimonio de Dios, debemos ser edificados en un solo cuerpo como el tabernáculo bajo la cubierta de la plenitud de Cristo. Debemos ser uno. En esta etapa debe haber alguna unidad entre los hijos del Señor. Esta unidad es el tabernáculo como el ensanchamiento del arca. Nunca podremos avanzar mucho por nuestra propia cuenta, en una manera separada e individual. Así sólo podemos recibir a Cristo como nuestro Redentor, podemos disfrutarlo un poco día tras día como el maná, y aun lo podemos disfrutar como la roca de la que fluye el agua viva; como individuos en verdad podemos disfrutar a Cristo hasta tal punto. Pero no podemos ir más allá y disfrutar a Cristo en una forma más sólida. No podemos disfrutarlo como el arca del testimonio de Dios, ni mucho menos como la tierra. Compare el arca con la tierra. Considere el tamaño del arca y mire cuán vasta es la tierra. ¡Hay una gran diferencia! La tierra es inescrutable e ilimitadamente grande. ¡Las dimensiones de la tierra son la longitud, la anchura, la altura y la profundidad de Cristo! No obstante, si no podemos disfrutar a Cristo como el arca, está claro que nunca podremos disfrutarlo como la tierra. Y no podremos experimentar a Cristo como el arca sino hasta que hayamos sido edificados con el pueblo de Dios. No es posible seguir adelante como una tabla separada.

En el edificio del Señor, todos los números y dimensiones siempre incluyen el cinco o el tres. Es así en toda la obra de edificación hecha por Dios a lo largo de las Escrituras: en el arca de Noé, en el tabernáculo, en el templo de Salomón, y en el templo descrito en Ezequiel. Todos los edificios usan los números básicos cinco y tres. ¿Por qué? Porque el número tres representa al Dios Triuno en resurrección. Y el número cinco consiste en cuatro, el número que representa la creación, más uno, el Creador; la criatura más el Creador son cinco. El hombre más Dios llega a ser el Dios-hombre que toma la responsabilidad. Por lo tanto, el número cinco representa a Dios y al hombre, al hombre y a Dios, juntos como uno para tomar la responsabilidad. En todas las dimensiones del tabernáculo vemos estos dos números, cinco y tres, lo cual significa que el edificio de Dios está constituido del Dios Triuno en resurrección mezclado con el hombre. Notemos ahora: el ancho de las tablas no era de tres codos, sino de un codo y medio, o en otras palabras, la mitad de tres. Esto es de lo más significativo. Quiere decir que usted no es una persona completa; sólo es una mitad. Debe unirse a otra persona. El Señor Jesús siempre enviaba a Sus discípulos de dos en dos. Saulo y Bernabé fueron enviados juntos, no separados. Pedro y Juan servían juntos. Siempre era de dos en dos. Si usted va solo, solamente va una mitad.

Por ejemplo, cuando un hermano llega a la reunión podemos decir que sólo es una mitad. Cuando la esposa entra algunos minutos después, allí está la otra mitad. Cuando se sientan juntos, tenemos algo completo.

Queremos imprimir esto en su corazón, que usted no es una unidad completa; sólo es una mitad. Necesita estar coordinado en el Cuerpo. Nunca puede ser simplemente un individuo. Si es individualista, sufrirá daño.

Es bastante difícil aprender esta lección. Se hace mucho hincapié en la independencia y en el individualismo, y los hijos del Señor han sido afectados por esto. Pero como el pueblo del Señor no podemos ser independientes. Si lo somos, nos suicidamos espiritualmente.

Supongamos que mi oído pudiera decirle a mi cuerpo: “No quiero estar unido a ti. Quiero estar separado e independiente”. ¿Cuál sería el resultado de su independencia? Sería la muerte del oído. Como miembros del Cuerpo del Señor, debemos estar unidos a otros, no en teoría, sino en realidad y prácticamente. El oído debe estar unido a un pedazo de piel, y ese pedazo de piel debe estar unido a otra parte, esa parte a otra más, y así sucesivamente hasta tener todo el cuerpo. Ninguna parte puede ser independiente de las demás. Tenemos que ver esta realidad. No es un pensamiento o enseñanza bonita, sino una realidad.

Procuremos aplicar este principio a nosotros mismos en una forma práctica. Usted es un miembro del Cuerpo de Cristo. ¡Alabado sea el Señor, hemos sido regenerados como miembros de Su Cuerpo! ¿Puede usted decirme con quién está unido prácticamente? ¿Puede mencionar el nombre de un hermano o de ciertos hermanos con quienes usted es realmente uno, con quienes usted es interna y prácticamente uno? Tal vez conteste que está unido a la Cabeza del Cuerpo. Pero si mi pie contestara así, estaría en una posición equivocada. Debe haberse desprendido del extremo más bajo de mi cuerpo y unido directamente a mi cabeza. Pero el arreglo de Dios no es ése. El Señor no le pidió a Pedro que fuera con El como par. Dios no le pidió a Pablo que fuera con Cristo como par. Usted debe ser unido con otra persona además de Cristo, con algún miembro que no sea la Cabeza.

A dondequiera que voy, si es posible, hablo de este asunto. Pero es casi imposible oír la respuesta: “Hermano, gracias al Señor, estoy definida y prácticamente unido con cierto hermano”. Si usted vive en Chicago, no puede decir que está unido con todos los santos de Chicago. En la práctica no lo está. Si dice esto, quiere decir que no está unido con nadie. Debemos estar unidos de modo definido, y edificados de modo práctico, con ciertos hermanos y hermanas.

Supongamos que tuviéramos aquí el tabernáculo con sus cuarenta y ocho tablas y que pudiéramos preguntarle a la primera tabla con quién está unida. Sin vacilar contestaría que está unida a la tabla número dos, y podríamos ver claramente que es cierto. Supongamos que después pudiéramos preguntar a la tabla número dos, a quién está unida. Inmediatamente contestaría que por un lado está unida a la tabla número uno y por otro está unida a la tabla número tres; podría mencionar los nombres de tablas definidas con las cuales está unida. Todas las tablas podrían contestar lo mismo; de ahí que todos están en una composición tal que forman la morada de Dios.

Hermanos y hermanas, si pueden contestar que está definida y prácticamente relacionados y unidos con ciertas personas, es una maravilla de maravillas. Se así es, podemos realmente alabar al Señor. El Señor bendecirá su localidad en gran manera.

Durante los últimos treinta años, puedo testificar que por la gracia del Señor he estado verdaderamente unido con otros hermanos y hermanas. Si usted me preguntara, o aun si Satanás me preguntara, a quién estoy unido, inmediatamente podría señalar a ciertas personas. Podría decir: “Estoy unido en una manera real, definida y práctica con estos hermanos y hermanas en el Señor”. ¡Oh, esto es una amenaza para el enemigo! ¡Cómo aborrece él esto! Donde haya dos o tres que realmente estén unidos, es una maravilla y un testimonio para todo el universo. Dos que han sido unidos realmente, nunca pueden separarse; no podrán actuar nunca más como individuos.

¡Oh, debemos aprender esta lección! Esta es la manera de poseer la buena tierra. Esta es la manera de entrar en el Cristo todo-inclusivo. Usted debe darse cuenta de que por sí solo no puede avanzar más en el disfrute de Cristo. A lo sumo puede disfrutarlo como el cordero, el maná y la roca. Eso es todo. Luego no habrá más. Si quiere disfrutarlo más, debe ser una tabla, una de las muchas tablas que han sido unidas. ¿Cómo puede disfrutar a Cristo como el arca, como el testimonio de Dios y el tabernáculo como el agrandamiento del arca, si no está unido en el tabernáculo? Si no está edificado en el tabernáculo, está separado, excluido. Usted no tendrá nada en cuanto al disfrute de Cristo más avanzado y sólido. Cuando el tabernáculo se erigió entre los hijos de Israel, el Señor no estaba lejos por allá en los cielos, ni estaba en el desierto; se encontraba en el tabernáculo, en “la tienda de reunión”. Hoy en la realidad espiritual, Cristo se encuentra en la edificación práctica de los santos en El, quienes son Su morada. Si quiere disfrutarlo como el arca, debe ser una tabla unida con otras para ser el tabernáculo. El no sólo es el cordero; ahora es el arca. No sólo es un pedacito de maná; ahora es el arca. ¿Y dónde está Cristo como el arca? El está en el tabernáculo.

En verdad es lamentable que sean tantos los cristianos que nunca han entrado en el tabernáculo. Hace veinte años, disfrutaban a Cristo día tras día como pedacitos de maná, y aún hoy lo disfrutan como tal y nada más. Están satisfechos con esto. No obstante, en lo más profundo de su ser, no lo están. Hace veinte años, estaban verdaderamente satisfechos disfrutando a Cristo como el maná, pero hoy ya no. Hace veinte años, estaban muy frescos y renovados; vivían en novedad de vida en Cristo. Pero hoy, si uno se encuentra con ellos, notará que están llenos de vejez; su cara está llena de arrugas. Siguen repitiendo la misma historia: “Oh, cuán bueno es el Señor para mí todos los días como el maná diario”. Pero al contarlo ellos, se puede oler la vejez y ver las arrugas. Sí, disfrutan a Cristo. Es muy bueno, pero es algo ya viejo. Ya no es tan dulce, ni tan nuevo y fresco.

Hermanos y hermanas, tanto ustedes como yo tenemos que seguir adelante; hay que avanzar en el disfrute de Cristo. Debemos tener novedad de vida, novedad de Espíritu, y la frescura y dulzura de un disfrute de Cristo que va siempre profundizándose y enriqueciéndose. Aun si permanecemos aquí con el disfrute del arca y después de dos años todavía decimos cuánto disfrutamos a Cristo como tal, se sentirá la vejez. Si en los años venideros continuamente hablamos de Cristo como el testimonio, la explicación y la manifestación de Dios, ciertamente se sentirá que nos hemos hecho viejos. No se olerá el dulce aroma, sino un olor rancio. Ustedes se alegran cuando los niños de dos años se acercan a preguntar: “¿Cómo está usted?” La frescura y la novedad de vida están en sus palabras; pero las mismas palabras, cuando salen de la boca de una persona de veintidós años, ya son viejas. Les falta la frescura, la novedad.

Necesitamos avanzar. No debemos estar satisfechos con nuestra condición actual. Hay mucho más de Cristo delante de nosotros para disfrutar. Pero en este punto decisivo, si quiere disfrutar a Cristo como el arca del testimonio de Dios, le será imposible mientras sea individualista. Usted está terminado, acabado. Debe someterse para decir: “Señor, aquí estoy. Necesito unirme con algunos de Tus hijos. Señor, guíame, señálame a quiénes debo unirme. Estoy en esta ciudad; no estoy en la Nueva Jerusalén. Muéstrame a aquellos a quienes debo estar unido y con quienes debo estar relacionado definida y prácticamente en esta localidad y en esta era”. Tal vez algunos digan que les gustaría estar unidos con el apóstol Pablo o con Pedro. Pero siento decirlo, ellos no están aquí ahora. Usted debe unirse a aquellos que el Señor ha puesto en su localidad. Debe ser sumiso. Tal vez el Señor lo ponga con un hermano peculiar y le diga que tiene que unirse a él. El Señor le dirá que es su hermano querido, aquel al que debe unirse. Usted probablemente responderá: “Señor, él es demasiado peculiar. ¡No puedo soportarlo!” Pero el Señor contestará: “¡Ese es! No hay alternativa. Recíbelo”. Aprenda la lección. Esta es la bendición más grande, y ésta es la lección que debemos aprender para tener la verdadera edificación del Señor.

Detesto la situación actual entre los hijos del Señor. Parece que no hay casi nadie que se someta a otros. No hay sumisión; y por lo tanto no hay edificación. Cuando el tabernáculo se erija, la gloria de Dios lo llenará inmediatamente. ¿Por qué hoy en día hay tantos grupos de hijos del Señor, pero no se ve la gloria de Dios? Porque no hay edificación ni verdadera unidad. Tal vez usted se reúna continuamente con el pueblo del Señor sin jamás unirse a nadie. Se está reuniendo, reuniendo, reuniendo, pero es una persona individualista. No digo “una persona individual” sino “una persona individualista”. No hay edificación entre usted y los demás; así que, no puede disfrutar ni experimentar al Señor en una manera más avanzada. Usted está acabado en todo lo que concierne a una experiencia más avanzada del Señor. No quiero decir con esto que se condenará, pero en cuanto a la experiencia del Señor, no puede seguir adelante sino hasta que esté dispuesto a unirse con otros. Si está dispuesto a unirse con otros, habrá edificación entre usted y los hijos del Señor, y el tabernáculo cobrará existencia en su localidad. Usted disfrutará a Cristo en una forma más sólida, como el arca dentro del tabernáculo.

Inmediatamente después del tabernáculo, como ya lo hemos visto, llegamos al sacerdocio. El sacerdocio no es el ministerio ni el servicio de ningún individual, sino el servicio del Cuerpo. Ninguna persona como individuo puede ser sacerdote; no hay tal clase de sacerdocio en el Antiguo Testamento. El sacerdocio no significa individualismo, sino un cuerpo colectivo. Con usted mismo, como individuo, el sacerdocio no existe. Usted por sí solo no puede decir: “Soy un sacerdote”. Si está unido a sus hermanos y hermanas, puede decir: “Somos sacerdotes”. Pero si está aislado y viene a ser un simple individuo, nunca puede decir que es sacerdote. Considere el Antiguo Testamento, que es el cuadro de la realidad. Ninguna persona individual podía actuar solo, como sacerdote individual. El sacerdocio es una entidad corporativa.

Después llegamos al ejército. ¿Sería posible que usted solo constituya un ejército? ¡Claro que no! Tampoco podrían hacerlo varios individuos separados. Un ejército se constituye de una cantidad de personas que forman una sola unidad y que actúan como uno. Hoy día algunas personas sostienen que si hay dos o tres reunidos en el nombre del Señor, es suficiente. Pero, ¿es suficiente tener dos o tres para formar un ejército? Para formar un ejército se necesita una multitud, cuanto más grande sea la cantidad, mejor.

Si sólo dos o tres hermanos y hermanas me invitan a hablarles, estaré contento de hacerlo. Sin embargo, si lo hago, después de poco tiempo terminaré de hablar; no tendré más que decir. Pero si me dieran una congregación más grande —digamos, algunos centenares o millares de personas— podría hablar por varias horas sin parar.

Dos o tres no son suficientes. Se necesita un buen número de hermanos y hermanas, cuantos más mejor. Nunca estén satisfechos con dos o tres. Debemos estar unidos con los hermanos en el Señor; debemos estar unidos con el pueblo de Dios.

En el mundo hoy, ¿por qué es Estados Unidos la nación número uno? ¿Por qué es la nación más poderosa? Porque tiene cincuenta estados unidos. Si fueran sólo dos o tres estados, por ejemplo, Missouri, Iowa e Illinois, ¡cuán débil sería el país! Pero hay cincuenta estados, unidos todos bajo un solo gobierno; por lo tanto es una gran potencia.

¡Oh, cuánto quiere el enemigo sutil dañar el ejército de Dios! Hay tantos hijos de Dios, pero no hay un ejército. Es realmente difícil encontrar en cualquier lugar un ejército formado entre los hijos del Señor; por lo tanto son sumamente débiles. La nación de los Estados Unidos es poderosa porque está unida como una. Pero, ¿qué podemos decir de los cristianos? Consideremos la situación que existe entre los hijos del Señor que viven en una misma ciudad o área, sin mencionar la de todo el país o el mundo. ¡Es una lástima, una vergüenza! No hay unidad ni formación. Algunas personas se oponen a cualquier clase de unidad o formación. No estoy hablando de formación u organización humanas, sino de una edificación divina, una unidad verdadera y práctica entre los hijos de Dios. En muchos lugares oímos a los cristianos decir: “En tanto que dos o tres de nosotros podamos congregarnos —dos o tres aquí y otros dos o tres allá— estamos bien y eso es suficiente”. ¡No, hermanos y hermanas! ¡Estamos en contra de eso! Debemos estar unidos con los hijos del Señor como un ejército. Debemos pelear la batalla, no sólo con dos o tres; uno debe estar con un grupo de hijos del Señor, un buen número de ellos, un número suficiente. Les ruego en el Señor que paguen el precio por la unidad con los hijos del Señor. Abandonen todas sus opiniones. Si el pueblo del Señor reconoce al Cristo todo-inclusivo y está dispuesto a tener una verdadera expresión para El, será suficiente. Debemos pagar cualquier precio para obtenerlo. No debemos insistir en nada más que en el Cristo todo-inclusivo y Su verdadera expresión. Unámonos con los hijos del Señor y formemos un ejército fuerte.

Este asunto es una carga profunda para mí, tanto que algunas veces me siento fuera de mí mismo. Esto es todo lo que sé; mi mente y todo mi ser están entregados a este asunto. Oh, hermanos y hermanas, ¡cuánto necesitamos cooperar con el Señor para que pueda recobrar estas cosas! Dejemos que el Señor nos forme como ejército prácticamente para pelear hoy la batalla para El. No hablen con tanta facilidad acerca de la batalla con Satanás. La batalla está de inmediato en frente de ustedes. ¡Esta es la batalla! ¡Aquí está la batalla! Hay que lucharla, pero no individualmente.

Antes de salir a pelear, debemos ser formados con otros, y para esto debemos ser sumisos. Debemos comenzar sometiéndonos a otros. Si no podemos someternos, nunca podremos ser formados, nunca podremos ser edificados. ¡Sumisión! Hay una gran necesidad de sumisión entre los hijos del Señor. Hoy en verdad es un día de rebelión; todo el mundo está lleno de rebelión. En las familias, en las escuelas, en la sociedad, en el gobierno, todos están en rebelión. Usted y yo, que somos hijos de Dios y estamos siendo formados como ejército para pelear la batalla por Su reino, debemos aprender a someternos. En contra de la corriente del mundo entero, nosotros debemos aprender la lección de sumisión. Debemos someternos a otros y aprender a decirles “sí”. Con esto no quiere decir que seamos los que se conforman con cualquier cosa, sino que aprendamos a decir “sí” a otros, en lugar de “no”. Hoy es muy fácil decir “no”. La gente dice “no” a todo y a todos. Parece que casi siempre la primera palabra que los niños aprenden a decir es “no”. Pero no debemos decir “sí” en una forma falsa, sólo con la boca y no con el corazón. Nuestro “sí” debe ser un “sí” de sumisión, que procede de un corazón sincero. “¡Sí, hermano! ¡Sí, hermana!” Sométase a los demás y aprenda a decir “sí”. ¿Qué el Señor nos libre!

En la mayoría de las grandes ciudades hay miles de cristianos, pero ¿dónde está el ejército, el tabernáculo, el sacerdocio? Es una lástima. ¿Qué puede hacer el Señor? No hay unidad, ni sumisión, ni formación, ni edificación, ni tabernáculo, ni sacerdocio, ni ejército. No existe la verdadera morada para el Señor sobre la tierra. No existe el verdadero servicio para el Señor, porque no hay sacerdocio. No existe la verdadera batalla por el reino de Dios, porque no existe un verdadero ejército. Estamos aquí para recobrar estas cosas.

Debemos ser formados como ejército por medio de la sumisión. El ejército siempre está sujeto al sacerdocio, y el sacerdocio siempre acompaña el tabernáculo. Estas tres cosas siempre van juntas. Donde hay un tabernáculo, existe un grupo de sacerdotes. Entonces, alrededor del grupo de sacerdotes, está el pueblo que forma el ejército. Este es el cuadro de la realidad que debemos experimentar: el tabernáculo, el sacerdocio y el ejército. Si no hay tabernáculo, desaparece el sacerdocio; sin el sacerdocio no existe el ejército del pueblo. El ejército depende del sacerdocio, y éste está relacionado con el tabernáculo. ¿Qué es el tabernáculo? Es el lugar donde está la misma presencia del Señor entre Su pueblo. Si no hay tabernáculo, no está la presencia del Señor; la presencia del Señor no puede estar ni ir con nosotros. El Señor prometió que Su presencia iría con nosotros, pero debemos saber claramente dónde habita Su presencia. Su presencia mora en el tabernáculo. Si tenemos el tabernáculo, Su presencia mora con nosotros. Si no tenemos el tabernáculo, todo ha terminado; la presencia del Señor se ha ido.

¡El tabernáculo, el sacerdocio y el ejército! Hermanos y hermanas, ¿tienen estas cosas entre ustedes? Si no es así, no están calificados; algo les falta todavía. No pueden seguir adelante para tomar posesión de la tierra. Debemos ser preparados con estos requisitos. Debemos tener toda la experiencia del tabernáculo, del sacerdocio y del ejército. En estas cosas, nada hay de individualismo. Todas requieren un cuerpo colectivo.


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