Estudio-vida de Génesispor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando hablamos de los hijos de Israel, es fácil tener una mala impresión de ellos. Si nos acordamos de la manera en que adoraron al becerro de oro en el desierto, pensaremos que eran despreciables. No obstante, en el universo todo tiene dos lados. Por ejemplo, tenemos el día y la noche. Además, en todas las casas hay una sala y también un lugar para echar la basura. En la Biblia podemos ver lo positivo y lo negativo, dependiendo de lo que miremos. Por ejemplo, Abraham, que era tan bueno, tenía una concubina y no era tan admirable como pensamos. Pero no debemos mirar lo negativo sino lo positivo. Sucede lo mismo cuando llegamos a la historia de los hijos de Israel.
Durante cuarenta años los hijos de Israel anduvieron en la presencia del Señor (Ex. 13:21-22; Nm. 14:14). Tenían la columna de nube durante el día y la columna de fuego por la noche. Los israelitas no viajaban conforme a sus opiniones, sino que simplemente seguían la columna. En realidad, no eran dos columnas, sino una sola. En el día, la columna era semejante a una nube, y por la noche, a un fuego. Durante el día Dios hacía sombra al pueblo, y los protegía de los abrasadores rayos del sol. Durante la noche, El les daba la luz que iluminaba su camino. Esta columna era Dios mismo. Por consiguiente, durante los cuarenta años que los hijos de Israel vagaron por el desierto, disfrutaron de la presencia de Dios. También comieron del maná, la comida celestial, día tras día, lo cual indica que disfrutaron a Dios como el árbol de la vida. De modo que aun en el desierto vemos la línea del árbol de la vida. A pesar de nuestro concepto negativo acerca de los hijos de Israel en el desierto, ellos experimentaron el árbol de la vida, disfrutando a Dios día tras día.
¿No sería maravilloso experimentar esa columna de nube, esa columna de fuego y ese maná celestial en el condado de Orange hoy en día? No obstante, nuestra porción es mucho mejor. Tenemos el Espíritu Santo como columna de nube, y la Biblia como columna de fuego. También tenemos al Señor Jesús como nuestro maná celestial. Mientras viajamos por el desierto del condado de Orange, el Señor está presente con nosotros, y lo disfrutamos a El como el árbol de la vida.
Cuando Dios llamó a Josué, lo alentó, y le aseguró que estaría con él del mismo modo que había estado con Moisés (Jos. 1:5-9). El Señor exhortó a Josué a ser fuerte y valiente, pues el Señor estaría con él adondequiera que fuese. Josué era una persona que disfrutaba a Dios. Mientras disfrutamos de la presencia de Dios, podemos ser un Josué hoy en día. Dios no está lejos de nosotros; El está con nosotros todo el tiempo. Por tanto, nosotros, como Josué, podemos vivir, andar y laborar en la presencia del Señor.
La característica más sobresaliente de Gedeón era que libraba las batallas en la presencia de Dios (Jue. 6:12, 16). El no sólo vivía, andaba y laboraba en la presencia del Señor, sino que luchaba junto con la presencia del Señor. Todos debemos ser así. En cierto sentido, nuestra vida cotidiana es un andar, en otro sentido es una labor, y en otro sentido también es una lucha. Debemos estar en la presencia del Señor al andar, al laborar y al luchar. Estar en la presencia del Señor significa simplemente disfrutar al Señor como el árbol de la vida. Gedeón disfrutaba a Dios como el árbol de la vida.
Samuel fue otra persona admirable en el Antiguo Testamento, un hombre que oraba continuamente por los hijos de Dios. La Biblia relata que Samuel dijo al pueblo que él no pecaría contra el Señor dejando de orar por ellos (1 S. 12:23). Cuando Samuel supo que el rey Saúl había ofendido a Dios, se entristeció y lloró delante del Señor toda una noche (1 S. 15:11). Por consiguiente, la Biblia se refiere a Samuel como un hombre que invocaba al Señor (Sal. 99:6) y como un hombre que permanecía en la presencia de Dios (Jer. 15:1). Todo eso nos revela que Samuel era una persona que oraba continuamente, que invocaba el nombre del Señor, y que permanecía en la presencia de Dios. Al permanecer en la presencia del Señor y al invocar el nombre del Señor, él disfrutaba al Señor, pues participaba de El como el árbol de la vida. Esta motivación y este deleite hicieron de él una persona tan notable en la historia humana.
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