Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1188-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El evangelio de Juan muestra el cumplimiento del tipo del tabernáculo. En la introducción, vemos que el Verbo de Dios vino para ser el tabernáculo. El Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros; este Verbo estaba lleno de gracia y de verdad, y este tabernáculo es el tema y el centro de este evangelio.
En el primer capítulo también vemos el altar. Podemos decir eso basándonos en el versículo 29: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” ¿Donde quitó el Cordero de Dios el pecado del mundo? Sabemos que fue en la cruz, o sea, en el altar.
En los casos siguientes, descritos en los capítulos del dos al doce, vemos todas las ofrendas. En el caso de Nicodemo, en el capítulo tres, vemos la ofrenda por el pecado. En el caso de la mujer samaritana, en el capítulo cuatro, vemos la ofrenda por las transgresiones. En los capítulos seis y siete, el holocausto y la ofrenda de harina. En el capítulo doce, vemos un banquete de amor, que era la fiesta de la ofrenda de paz. Los discípulos y el Señor Jesús, reunidos en esa casa para disfrutar ese festín, estaban disfrutando la ofrenda de paz.
Estas personas habían disfrutado la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones, el holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz; así que, aparentemente estaban listas y eran aptas para entrar en el tabernáculo. No obstante, el tipo del Antiguo Testamento nos enseña que antes de entrar en el tabernáculo, se necesitaba el lavamiento. Debemos ir al lavacro. Esta es la razón por la cual vemos el lavamiento de los pies en el capítulo trece. Este es el cumplimiento del lavacro, que se experimenta después de todas las ofrendas, a las cuales se alude en los primeros doce capítulos. Al principio, Pedro no estuvo de acuerdo en que el Señor le lavara los pies, pero cuando entendió lo que eso significaba, le pidió que le lavara todo el cuerpo. Pero el Señor le contestó: “El que está lavado no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio” (v. 10). Tal es la función del lavacro. Exodo 30:17-21 nos muestra que en el lavacro se lavaban las manos y los pies en preparación para entrar en el tabernáculo.
Después de lavar los pies a los discípulos en el capítulo trece, el Señor Jesús expresó Su pensamiento más profundo, el cual abarca tres capítulos. Empezó diciendo a Sus discípulos: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay” (14:2). Debemos entender que “la casa de Mi Padre” no es otra cosa que el tabernáculo. Debemos desechar la idea tradicional según la cual “la casa de Mi Padre” era una gran mansión celestial. Esta expresión se usa dos veces en el evangelio de Juan, en el capítulo dos, y luego en el capítulo catorce. En 2:16 es evidente que “la casa de Mi Padre” se refiere al templo de Dios, lo cual debe de tener el mismo significado en el capítulo catorce. ¿Cómo podría dicha frase significar algo diferente cuando el mismo autor la usa en el mismo libro? La diferencia de significado no proviene del autor, sino de los que enseñan tradiciones, quienes explican la Biblia conforme a sus conceptos, y no según ella misma.
Yo tampoco entendía bien este pasaje de la Palabra antes del año 1958. Mientras estaba en Londres y estudiaba Juan 14, vino la luz. El capítulo dos establece claramente que la casa del Padre es el templo. En dicho capítulo, el Señor Jesús les dijo a los judíos que si destruían ese templo, El lo volvería a edificar en tres días. El se refería a Su cuerpo físico, el cual era el tabernáculo, el templo de Dios y la casa del Padre. Por medio de la crucifixión este templo iba a ser destruido, pero a los tres días, resucitaría. La casa resucitada del Padre llega a ser el Cristo corporativo. La casa resucitada se convierte en Cristo y todos Sus creyentes, Sus miembros. Por eso vemos en las epístolas que la iglesia es la casa de Dios (1 Ti. 3:15) y el templo corporativamente (Ef. 2:21).
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