Información del libro

Don sobresliente para edificar la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4216-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 6 Sección 2 de 4

El resultado de disfrutar a Cristo
es el crecimiento en vida,
lo cual a su vez produce
los materiales preciosos útiles
para la edificación de la iglesia

A medida que el disfrute de Cristo resuelve nuestros problemas, eliminando los elementos negativos presentes en nuestro ser, entonces puede producirse el crecimiento en vida. Esto es semejante a la manera en que los alimentos que hemos ingerido resuelven nuestros problemas físicos y nos ayudan a crecer. El resultado de disfrutar a Cristo es el crecimiento en vida, mediante el cual se producen los materiales preciosos útiles para la edificación de la iglesia (3:6, 9-14). Al disfrutar a Cristo, todos nuestros problemas internos desaparecen y nosotros crecemos. En 1 Corintios 3:6 Pablo dijo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. El propósito por el cual Dios nos llena de Cristo es hacernos crecer, y el crecimiento en vida tiene como objetivo que se produzcan los materiales preciosos —el oro, la plata y las piedras preciosas— a fin de que la iglesia sea edificada. A medida que crecemos en la vida divina, llegamos a ser personas con más oro, más preciosos y más resplandecientes semana tras semana.

Disfrutar a Cristo hace
que nuestros dones se desarrollen
mediante el crecimiento en vida

Disfrutar a Cristo no sólo resuelve nuestros problemas y redunda en el crecimiento en vida, sino que también hace que nuestros dones se desarrollen mediante el crecimiento (12:1-11). La palabra dones puede considerarse como un sinónimo de la palabra talentos. Todos nosotros hemos recibido algunos talentos por medio de nuestro nacimiento físico. Algunos de estos talentos son la capacidad de ver, oír, hablar, caminar, y pensar y entender. Todos estos talentos los hemos recibido por nacimiento; sin embargo, todos ellos necesitan ser desarrollados. Ellos son desarrollados a medida que nuestro cuerpo físico crece. A medida que un niño crece, todos sus talentos o dones se desarrollan. Cuanto más crezca el niño, mejor será su función de ver, oír, hablar y otras. Sucede lo mismo con respecto a nuestra vida espiritual. Los dones iniciales les fueron dados a los creyentes en el momento de su nacimiento espiritual (1:7). La vida divina y el Espíritu divino fueron los dos dones principales que recibimos en nuestro nacimiento espiritual. Todo aquel que ha sido regenerado ha recibido estos dos grandes dones. La vida divina contiene muchos talentos, dones, que necesitan ser desarrollados. Por lo tanto, necesitamos disfrutar a Cristo para poder crecer. A medida que crezcamos, los dones que recibamos mediante nuestro nacimiento espiritual se desarrollarán.

Si el disfrute que tenemos de Cristo es real y sin estorbos, el resultado espontáneo será el desarrollo de nuestros dones. Es posible que un hermano que tiene diez años de haber sido salvo diga que ha estado disfrutando al Señor todos los días. Sin embargo, al cabo de esos diez años, no vemos que ejerza su función, hablando acerca del Señor o por el Señor. En lugar de ello, vemos que, después de diez años, él continúa asistiendo a las reuniones para sentarse y permanecer callado. Quizás él considere que hablar en las reuniones no es su función, sino la de otros hermanos. Esto indica que su disfrute de Cristo tiene algunos problemas. A medida que un niño come diariamente, sus talentos deben desarrollarse en virtud del crecimiento que experimenta en su vida física. Si él come mucho pero sus funciones no se desarrollan, debe tener algún problema. Sucede lo mismo con respecto a nuestra vida espiritual. No debemos engañarnos. Si disfrutamos a Cristo, los dones deben desarrollarse a medida que crecemos en vida. Los dones iniciales deben desarrollarse a medida que los creyentes los procuran (como lo indica la palabra anhelad en 12:31a) mientras crecen en la vida divina. Anhelar algo equivale a buscarlo.

EL DON SOBRESALIENTE QUE SE PRODUCE
A MEDIDA QUE CRECEMOS EN VIDA
COMO RESULTADO DE DISFRUTAR A CRISTO

Profetizar para que la iglesia
como el Cuerpo de Cristo sea edificada

El don sobresaliente que se produce a medida que crecemos en vida como resultado de disfrutar a Cristo, es el don del profetizar (14:12). En 1 Corintios 14 se hace hincapié en que el profetizar es el don más excelente, el don que supera a todos los demás, el cual se desarrolla a medida que nosotros disfrutamos a Cristo. En el capítulo 14 profetizar no significa predecir. El versículo 3 confirma esto, el cual conforme al idioma griego dice: “El que profetiza habla a los hombres para edificación, aliento y consolación”. Si un hermano habla para edificación, aliento y consolación, esto comprueba que su profetizar no es una predicción. Profetizar, según 1 Corintios 14, es hablar por el Señor, proclamarlo e infundirlo en los demás al hablar, o sea, ministrarlo (impartirlo) en otros (14:3-5). Nosotros, como creyentes apropiados que están creciendo y cuyos dones espirituales se están desarrollando, debemos impartir al Señor en otros todos los días al hablar. Si todos los días ponemos esto en práctica, todos tendremos algo que decir cuando nos reunamos para tener comunión. Esto será el cumplimiento de 1 Corintios 14:26, que dice que cuando nos reunimos, cada uno tiene.

El primer elemento que debe estar presente en las reuniones de la iglesia, según 1 Corintios 14:26, es un salmo. El Nuevo Testamento nos muestra que la función principal de los salmos e himnos es que hablemos sobre ellos, no que los cantemos. Efesios 5:18-19 dice que somos llenos en el espíritu al hablarnos unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales. Es mucho más preciso, conciso y poderoso hablar los escritos poéticos que han sido redactados cuidadosamente, que hablar palabras ordinarias. Es por ello que debemos aprender a hablar los himnos en nuestras reuniones. En 1 Corintios 14:26 también se nos habla de tener enseñanza, revelación, lengua e interpretación. Todos estos asuntos están relacionados con nuestro hablar. Los dos últimos, lengua e interpretación, son milagrosos; no son formas de hablar que se adquieren por el aprendizaje, sino mediante el poder milagroso del Espíritu Santo. Por su parte, el salmo, la enseñanza y la revelación requieren de nuestro aprendizaje.

El propósito de hablar por el Señor, de proclamarlo y de impartirlo en otros mediante nuestro hablar, es la edificación de la iglesia como el Cuerpo de Cristo. Tal vez una congregación pueda ser edificada mediante la práctica en la cual una sola persona habla y las demás escuchan, pero el Cuerpo de Cristo como un organismo jamás podrá ser edificado de esta manera. A fin de que el Cuerpo orgánico de Cristo sea edificado, todos nosotros debemos hablar. Si nos reunimos cada semana para escuchar a un pastor que nos da un buen sermón, esto tal vez nos edifique como congregación, como una gran fachada que sólo tiene una buena apariencia. Este tipo de práctica impera en el cristianismo. Sin embargo, si nos reunimos con el propósito de edificar el Cuerpo de Cristo orgánicamente, la práctica en la que una persona habla y las demás escuchan no resultará eficaz. A fin de que el Cuerpo de Cristo sea edificado, es necesario que todos los miembros hablen. Un santo puede hablar por dos minutos, otro por cinco minutos y otro por tres minutos.

Supongamos que doscientas personas siempre se reúnen para escuchar a un solo orador. Por muy bueno, maravilloso y excelente que sea dicho orador, muchos se cansarían de sus mensajes al cabo de dos años. Incluso es posible que el propio orador se sienta igual. Sin embargo, supongamos que doscientas personas se reúnen por noventa minutos y todos cumplen la responsabilidad de expresar algo por el Señor. Si cada uno habla por tres minutos, treinta santos podrán hablar. Ésta será una reunión muy refrescante. Siempre que un nuevo creyente habla, su compartir es particularmente fresco y refrescante. Todos dirán “Amén” a sus palabras. Si deseamos que cada parte del Cuerpo de Cristo sea edificada, todos debemos levantarnos para hablar por el Señor.

Las reuniones de la iglesia deben ser un banquete lleno de las riquezas de Cristo. Cuando nos invitan a un banquete, por lo general no comemos de un solo platillo. En un banquete hay muchas clases de comidas. Algunos banquetes chinos constan de veinticuatro platillos principales. Si tuviésemos muchas clases de platillos en una reunión, ¡cuán maravilloso sería esto! Ninguno de nosotros se aburriría de una reunión así. Nuestras reuniones necesitan ser banquetes llenos de disfrute.

En una reunión en la cual todos los santos hablan por el Señor, hay abundancia de alimento, y todos se sienten consolados, calibrados y corregidos. Es posible que un hermano que está en una reunión tenga un hábito que no sea provechoso para la vida de iglesia. Si una sola persona habla y las demás escuchan, es posible que ningún mensaje llegue a afectar el hábito de ese hermano. Pero si veinte o treinta santos hablan en la reunión, tarde o temprano alguien dirá algo que afectará el hábito de ese hermano. Debido a que en una reunión se presentan tantas porciones, se pueden tocar muchos asuntos. En una reunión así, cada santo es corregido sin que los demás se den cuenta de ello. Además, los santos son edificados, equipados, y reciben el suministro y la provisión que necesitan. Es por ello que el apóstol Pablo tenía la carga de recalcar el profetizar.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top