Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cristo participó de nuestra naturaleza al participar de sangre y carne también con el propósito de compadecerse de nosotros. Él es el Hijo primogénito de Dios, y nosotros Sus muchos hermanos. No obstante, todos somos débiles y frágiles en cuanto a la carne. Así que, Él llegó a ser un hombre en la carne, igual que nosotros. Es debido a que somos débiles y frágiles que necesitamos que Él se muestre compasivo con nosotros. Si usted quiere mostrarse compasivo con alguien, debe hacerse igual a esa persona. Si yo no me encuentro en el mismo nivel ni en la misma situación que usted, jamás podré identificarme con usted. Pero si me hago igual a usted, podré comprenderlo. Otro aspecto de Su encarnación es el hecho de poder mostrarse compasivo con nosotros. Esto nos lo indica Hebreos 2:17. El Señor debía ser en todo hecho semejante a Sus hermanos a fin de poder compadecerse de ellos.
Cuando era joven escuché muchas veces que Cristo murió en la cruz por nuestros pecados, pero nunca oí que Él hubiera gustado la muerte por todas las cosas (2:9). Cristo gustó la muerte no sólo por los seres humanos, sino también por todas las cosas, por todas las criaturas. ¿Había usted escuchado esto antes? ¿Alguna vez llegó a oír que Cristo gustó la muerte por los animales? Aunque esto pueda sonar muy duro, si consulta el texto griego de Hebreos 2:9, comprobará que la expresión todas las cosas está allí. Si Cristo no hubiese gustado la muerte por todas las cosas, ¿cómo podría Dios reconciliar consigo mismo todas las cosas? Colosenses 1:20 dice que Dios reconcilió todas las cosas consigo mismo por medio de la muerte de Cristo. El arca de Noé tipifica claramente esto, ya que en el arca no sólo había personas sino también otras criaturas. El arca no sólo salvó a las personas, sino también a las demás criaturas que se encontraban en ella. En este aspecto el arca era un cuadro, un tipo, de Cristo. El significado de esto es demasiado profundo y requeriría mucho tiempo para cubrirlo adecuadamente. Ésta es una revelación muy profunda. Debemos quedar impresionados con el hecho de que Cristo no sólo gustó la muerte por el hombre, sino también por todo. Es por eso que afirmamos que la muerte de Cristo fue una muerte todo-inclusiva.
Al morir, Cristo hizo propiciación por los pecados del pueblo de Dios (2:17). La palabra griega que aquí se traduce “propiciación” es hiláskomai, la cual significa apaciguar, reconciliar a alguien satisfaciendo las demandas de la parte ofendida, es decir, propiciar. El Señor Jesús hizo propiciación por nuestros pecados para reconciliarnos con Dios, satisfaciendo Sus justas demandas. Por tanto, Él ha apaciguado a Dios por nosotros.
Cristo murió en la cruz para gustar la muerte por nosotros y para apaciguar a Dios a nuestro favor. Al gustar Él la muerte, la muerte fue anulada (2 Ti. 1:10). Por medio de Su obra propiciatoria, Él apaciguó plenamente a Dios en beneficio nuestro. Ahora ya no estamos bajo el dominio de la muerte ni del pecado. Aunque la muerte y el pecado están presentes en el universo, debido a la muerte de Cristo, es decir, a Su crucifixión todo-inclusiva, ya no tenemos nada que ver con la muerte ni con el pecado. No preste atención a sus sentimientos; no diga que aún no siente que la muerte y el pecado hayan sido anulados. Nuestros sentimientos son una mentira. Dios es quien así lo declara. ¿Va usted a confiar en sus sentimientos o en la Palabra de Dios? Yo no hago caso a mis sentimientos, sino solamente a la Palabra de Dios. La Biblia nos dice que la muerte fue anulada y que Cristo hizo propiciación por nuestros pecados.
Además de la muerte y el pecado, tenemos otro problema: el diablo. En Su crucifixión Cristo también destruyó al diablo (2:14).
La palabra griega que en este versículo se traduce como “destruir”, también puede traducirse como “reducir a nada, dejar sin efecto, suprimir, abolir, anular, descartar”. Después que el diablo, la serpiente, sedujo al hombre y lo hizo caer, Dios prometió que la simiente de la mujer vendría para aplastar la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15). En la plenitud de los tiempos el Hijo de Dios vino y se hizo carne (Jn. 1:14; Ro. 8:3) al nacer de una virgen (Gá. 4:4), para destruir al diablo en la carne del hombre por medio de Su muerte en la carne sobre la cruz. Esto tenía como fin abolir a Satanás. ¡Aleluya, Satanás ha sido abolido y suprimido!
Quizá usted diga: “¿Cómo puede el diablo haber sido destruido cuando todavía él es tan prevaleciente?”. Es una mentira decir que el diablo todavía prevalece. La Biblia en ninguna parte nos dice esto. No debemos creer esa mentira. La Biblia afirma categóricamente que el diablo fue herido y destruido. Su cabeza ha sido aplastada. ¿Va usted a creer en sus sentimientos o en la Palabra de Dios? La Palabra de Dios nos dice que Cristo, mediante Su muerte en la cruz, ha destruido al diablo. Éste es un hecho consumado, un hecho que forma parte de la santa Palabra como el testamento que nos ha sido legado. Debemos aceptar por fe este legado, conforme a la Palabra santa.
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