Vida cristiana normal de la iglesia, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-0-87083-495-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Naturalmente surge la pregunta, ¿cómo deben cooperar los obreros y las sociedades relacionadas con la obra? A una compañía Dios le da una clase de ministerio, y a otra, un tipo de ministerio completamente distinto. ¿Cómo deben trabajar juntamente los diversos grupos? Pedro y sus asociados, y Pablo y aquéllos con él, fueron nombrados a diferentes esferas, pero en el evento de que sus obras coincidieran en parte, ¿cómo deben actuar? Puesto que no hay una centralización de obra, y al mismo tiempo hay varios grupos de obreros, ¿cómo deben cooperar estos grupos diferentes? Debemos notar dos puntos fundamentales con respecto a la obra:
(1) La primera responsabilidad de cada obrero —no importa cuál sea su ministerio o su obra especial— siempre que llegue a un lugar en donde no haya una iglesia local, es la de establecer una en la localidad. (Lo que se aplica al obrero individual se aplica también a cualquier grupo de obreros).
(2) Si llega a un lugar en donde ya existe una iglesia local, entonces toda su enseñanza y toda su experiencia deben ser aportadas a esa iglesia, para que sea fortalecida y edificada, y no debe hacerse ningún intento para adherir esa iglesia a sí mismo o a la sociedad que él representa.
Si un obrero va a un lugar en donde no hay iglesia y funda una para la propagación de su doctrina particular, entonces no podemos cooperar con él porque está edificando una secta, no una iglesia. Por otra parte, si un obrero va a un sitio en donde ya hay una iglesia local, y en vez de contribuir con su enseñanza y experiencia a la edificación de ella, trata de convertirla en una iglesia sucursal de la sociedad a la cual pertenece, entonces tampoco nos es posible cooperar, porque él está edificando una denominación. La base de comunión en la iglesia es la posesión común de vida en Cristo y el vivir en la misma localidad. La base de la cooperación en la obra es la meta común de la fundación y edificación de iglesias locales. Las afiliaciones denominacionales no nos impiden reconocer a alguna persona como perteneciente al Cuerpo, pero la meta de la extensión denominacional ciertamente nos impedirá cualquier colaboración en el servicio de Dios. El daño más grande que un obrero puede causar es que, en lugar de establecer y edificar las iglesias locales, adhiera a su sociedad los creyentes que él encuentra en un lugar o forme aquellos que han venido al Señor por sus esfuerzos en una sucursal de su denominación particular. Ambos procedimientos son condenados por la Palabra de Dios.
Pablo fue de Antioquía a Corinto y allí predicó el evangelio. La gente creyó y fue salva, y pronto hubo un grupo de santos en Corinto. ¿En qué clase de iglesia los formó Pablo? En la iglesia en Corinto. Pablo no estableció una iglesia antioquina en Corinto. El no formó en Corinto una sucursal de la iglesia en Antioquía, sino que simplemente estableció una iglesia en Corinto. Posteriormente Pedro llegó a Corinto y predicó el evangelio, con el resultado de que otro grupo de personas creyó. ¿Acaso dijo Pedro: “Pablo vino de Antioquía, pero yo he venido de Jerusalén, así que yo tengo que fundar otra iglesia. Yo estableceré una iglesia jerusalénica en Corinto, o formaré aquí en Corinto una sucursal de la iglesia en Jerusalén”? No, él aportó todos los que él había conducido al Señor a la iglesia local ya existente en Corinto. Después, Apolos llegó. De nuevo se salvaron personas, y de nuevo todos los salvos fueron añadidos a la iglesia local. Así que en Corinto había sólo una iglesia de Dios; no había denominaciones cismáticas. Si Pablo hubiera establecido el precedente de formar una iglesia en Corinto para extender la esfera de la iglesia de donde salió, llamándola la iglesia antioquina en Corinto, entonces al llegar Pedro a Corinto él habría podido argüir: “Está bien que Pablo fundara una iglesia antioquina en Corinto puesto que él vino de Antioquía, pero yo no tengo nada que ver con Antioquía; mi iglesia está en Jerusalén, así que tengo que establecer una iglesia jerusalénica aquí”. Apolos, al llegar a Corinto, a su vez habría seguido el ejemplo y habría establecido otra iglesia como sucursal de aquella de la cual él salió. Si cada obrero tratara de formar una sucursal de la iglesia que él representa, entonces las sectas y las denominaciones serían inevitables. Si la meta de un obrero en cualquier lugar no es establecer una iglesia local allí, sino extender la iglesia de la cual él salió, entonces no está estableciendo una iglesia de Dios en esa localidad, sino solamente su propia sociedad. Bajo tales circunstancias no hay ninguna posibilidad de cooperación.
Las condiciones han cambiado grandemente desde los días de los primeros apóstoles. El cristianismo ha perdido su pureza original, y todo lo relacionado con él está en un estado falso y confuso. A pesar de eso, nuestro trabajo actual todavía es el mismo que en los días de los apóstoles primitivos: el fundar y edificar iglesias locales, las expresiones locales del Cuerpo de Cristo. Así que, si nos encontramos en un lugar en donde no hay iglesia, deberíamos buscar el rostro del Señor pidiendo que nos capacite para ganar almas para El y formarlas en una iglesia local. Si estamos en un lugar en donde hay misiones o iglesias afirmadas sobre bases sectarias o denominacionales, pero no hay ninguna iglesia afirmada sobre el principio fundamental del Cuerpo y de la localidad, entonces nuestro deber es exactamente el mismo, es decir, fundar y edificar una iglesia local. Muchos persistirán en sus costumbres antiguas, así que el número de personas que estén afirmadas sobre la base clara de la iglesia puede ser mucho menor que el número total de cristianos en la localidad. Pero la extensión de la base sobre la que están afirmados es tan amplia como la que debe tener la iglesia, de manera que todavía es nuestro deber mantener esa base. Solamente podemos cooperar con aquellos que están edificando el Cuerpo de Cristo expresado en las iglesias locales, y no con aquellos que están edificando otras cosas. Conexiones denominacionales no nos obstaculizan la comunión en el Señor, pero extensiones denominacionales sí nos impiden la cooperación en la obra de Dios.
En esto se encuentra el principio más importante en la obra de Dios: un obrero no debe procurar establecer una sucursal de la iglesia de la cual ha salido, sino establecer una iglesia en la localidad a la cual llega. El no hace que la iglesia en el lugar al cual va sea una extensión de la iglesia en el lugar de donde viene, sino que establece una iglesia en esa localidad. A dondequiera que vaya establece una iglesia en ese lugar. El no extiende la iglesia dé su lugar de origen, sino que establece la iglesia en el lugar que lo acoje. Puesto que en las Escrituras todas las iglesias son locales, Jerusalén y Antioquía no pueden tener iglesias sucursales. No podemos extender una iglesia local a otra localidad, sólo podemos formar una iglesia nueva en esa localidad. La iglesia que los apóstoles establecieron en Efeso es la iglesia en Efeso. La iglesia que ellos establecieron en Filipos es la iglesia en Filipos. Las iglesias que ellos establecieron en otros lugares son las iglesias de esos diversos lugares. No hay precedente en las Escrituras para establecer iglesias que no sean iglesias locales. Es perfectamente legítimo extender la iglesia de Dios, pero es completamente erróneo extender una iglesia local de Dios. ¿Cuál es el sitio en el que yo deseo trabajar? Es la iglesia en ese sitio la que debo procurar establecer.
Ahora, hay dos clases de obreros, a saber, aquellos que se afirman en terreno bíblico y los que se afirman en terreno denominacional o de su misión. Pero aun en cuanto a los que se afirman en terreno denominacional o de su misión, el principio de cooperación es exactamente el mismo: la única meta de fundar y edificar la iglesia local.
La obra de evangelización tiene como fin primordial la salvación de los pecadores, pero su resultado espontáneo es una iglesia en donde se realiza dicha obra. El objetivo inmediato es la salvación de los hombres, pero el resultado final es la formación de iglesias. El peligro que el misionero afronta es el de formar aquellos a quienes él ha conducido al Señor en una sucursal de la sociedad que él representa. Puesto que los obreros representan diferentes sociedades, ellos naturalmente forman diferentes sucursales de sus respectivas sociedades, y la consecuencia es una gran confusión en la obra y las iglesias de Dios. La meta inmediata de los diversos obreros sin duda es la misma, —¿qué predicador no espera que muchas almas sean ganadas para el Señor?— pero hay una falta de claridad y definición con relación al resultado final. Algunos obreros, alabado sea Dios, tienen como meta establecer iglesias locales, otros, ¡qué lástima! tienen como objetivo extender su propia denominación o formar iglesias de misión.
Este es un punto en el cual mis compañeros de labores y yo no podemos estar completamente de acuerdo con muchos de los hijos de Dios. De lo más profundo de nuestros corazones damos gracias a Dios que en el siglo pasado El envió a China tantos de Sus siervos fieles, para que aquellos que estaban asentados en tinieblas pudieran escuchar el evangelio y creer en el Señor. Su abnegación, su diligencia y su piedad han sido verdaderamente un ejemplo para nosotros. Muchas veces, al ver las caras de los misioneros que sufrían por causa del evangelio, hemos sido conmovidos a orar: “Señor, haznos vivir como ellos”. ¡Que Dios los bendiga y les dé su galardón! Reconocemos que somos completamente indignos de tener participación alguna en la obra de Dios, pero por la gracia de Dios somos lo que somos, y puesto que Dios en Su gracia nos ha llamado a Su servicio, no podemos sino buscar serle fieles. No tenemos nada que criticar, y mucho que admirar, en cuanto a la obra evangelística de nuestros hermanos misioneros; sin embargo, no podemos sino poner en duda sus métodos al tratar con los frutos de dicha obra. Porque en los últimos cien años no ha resultado en la edificación de iglesias locales sino en la formación de iglesias de misión, o de iglesias sucursales de las diversas denominaciones que los misioneros representaban. A nuestro parecer esto es contrario a la Palabra de Dios. No hay en la Escritura mención alguna de la edificación de denominaciones; allí solamente hallamos iglesias locales. ¡Que Dios me perdone si estoy equivocado!
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