CAPÍTULO SIETE

EL DISCERNIMIENTO DE LOS ANCIANOS

I. EL DISCERNIMIENTO Y EL MANEJO

La capacidad de discernimiento de un anciano sin duda alguna está relacionada con el manejo de la iglesia. Un anciano que no es capaz de discernir a las personas y las cosas, ciertamente no podrá encargarse del manejo de la iglesia. En otras palabras, una persona que tiene una mente confusa no puede manejar la iglesia. Aquel que se encarga del manejo de la iglesia y que vela por ella debe tener una mente muy clara y despejada. Si usted confunde tres con cuatro y cuatro con tres, no puede encargarse del manejo de la iglesia. Incluso si intentara hacerlo, su manejo sería un manejo de confusión. Por lo tanto, o no mencionamos el manejo de la iglesia en absoluto, o, si hablamos de ello, tenemos que ver una necesidad fundamental, a saber: la capacidad de discernimiento.

II. LA ESFERA DE DISCERNIMIENTO

La esfera de discernimiento de un anciano difiere de la de las personas del mundo. La esfera de discernimiento de la gente del mundo es mundana y materialista, pero la esfera de discernimiento de los ancianos es espiritual. Éste es un principio muy importante.

A. Discernir la espiritualidad

Al discernir a las personas y las cosas, lo primero que los ancianos deben determinar es si la persona o el asunto es espiritual. Por ejemplo, un hermano quizás le sugiera algo a usted, un anciano. Lo primero que usted debe hacer no es discernir si el asunto es correcto o incorrecto, bueno o malo, sino si es o no espiritual. La iglesia no es una organización social ni un negocio. La iglesia es una familia espiritual y un huerto espiritual. Los asuntos prácticos sólo sirven para brindarle apoyo. La meta de la administración de la iglesia es nutrir y suministrarle vida a cada miembro de la familia a fin de que cada uno de ellos crezca hasta la madurez. En otras palabras, esta meta consiste en brindarle a cada árbol de este huerto los suficientes nutrientes y agua para que crezcan. Por consiguiente, todo lo relacionado con la iglesia debe ser discernido con la debida perspicacia espiritual. Incluso si algunos hermanos vinieran a presentar sugerencias de comprar un terreno para un salón de reuniones, o de edificar un salón de reuniones de cierta manera, los ancianos deben tener discernimiento espiritual. Algunos hermanos podrían sugerir: “Queremos enviar un anuncio o una invitación”. Los ancianos deben ante todo discernir si esta manera de hacer las cosas es espiritual. Éste es un principio que reviste mucha seriedad.

B. Discernir la muerte
y la resurrección

Un anciano debe también poder discernir si un hermano o hermana ha pasado por la muerte de cruz y si él o ella es una persona que vive en resurrección. Quizás algunos hermanos todavía se encuentren en la esfera natural, porque las cosas que ellos dicen provienen de sus conceptos naturales y éticos. Quizás en su interior todavía esté presente la carne, y haya indignación y otras cosas. Quizás en su interior todavía haya falta de sinceridad y también haya ambición. Cada vez que usted contacta a las personas, oye una conversación o tiene que afrontar un asunto, debe tener esta capacidad de discernimiento. No debe simplemente discernir si una persona teme a Dios, sino también si ella ha pasado por la muerte de cruz y si está en resurrección en todo, en cada punto, en cada conversación y en cada propuesta que hace. Un anciano debe tener esta clase de discernimiento.

Tal vez dos hermanos tengan la misma opinión y ofrezcan la misma sugerencia, pero cuando ésta proviene del que ha pasado por la muerte y la resurrección, el Espíritu Santo le dará cierta respuesta o hará eco en su interior. En cambio, si el hermano que le presenta la sugerencia es una persona que no ha pasado por la muerte de cruz ni vive en resurrección, sino que vive en la esfera natural, en su concepto ético, o si es una persona que es carnal, insincera, está indignada o tiene otros motivos, el Espíritu Santo reaccionará dentro de usted de otra manera. Éste es un factor muy crucial en la administración de la iglesia por parte de los ancianos.

Quizás un hermano le diga a un anciano: “Tengo el sentir de que la próxima semana deberíamos predicar el evangelio”. Si ese anciano tiene discernimiento espiritual, es posible que no acepte su sugerencia. Esto no significa que sea malo predicar el evangelio, sino que el anciano percibe algo impuro en el hermano que hace la sugerencia. Quizás el anciano acepte la misma sugerencia de parte de otro hermano, porque él ha pasado por la cruz y está en resurrección; su espíritu es puro, y no hay ninguna mezcla impura en su interior. Es sólo mediante este discernimiento por parte de los ancianos que el servicio en la iglesia podrá ser puro y estar exento de la esfera natural, los conceptos humanos, las inclinaciones humanas y las ideas humanas, y estar en resurrección.

Por ejemplo, un hermano podría decir: “Hermano, ahora es el mejor momento de predicar el evangelio. Me enteré hoy de que en diez días cierta denominación va a realizar una campaña evangélica. Deberíamos aprovechar la oportunidad y adelantarnos a ellos. No debemos permitir que otros sean los primeros en hacerlo”. Quisiera preguntarles, hermanos y hermanas, ¿les parece bueno ese pensamiento? Por cierto no es bueno. Aunque lo que este hermano le dice es bueno y su motivación puede ser buena, usted puede percibir que este hermano no ha sido disciplinado por la cruz, sino que aún se halla en su persona natural y todavía compite con otros. La predicación del evangelio es algo bueno, pero en este caso, usted puede percibir que este hombre jamás ha sido crucificado.

Por consiguiente, en cualquier cosa que los hermanos o hermanas nos sugieran, aunque ellos pueden ser buenos hermanos y buscar lo mejor para la iglesia, los ancianos deben discernir si ellos han pasado por la cruz y si están en resurrección.