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Cómo administrar la iglesiapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6251-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 9 Sección 3 de 4

LO QUE SE NECESITA NO ES UNA MEJORÍA EXTERNA,
SINO EL CRECIMIENTO INTERNO DE CRISTO

Pablo jamás se olvidaba de la necesidad de que Cristo fuese forjado en el hombre. A él le preocupaba el hecho de que aunque los creyentes efesios habían recibido a Cristo, aún no tenían el profundo sentir de que Cristo moraba en sus corazones, es decir, en lo que se refiere a sus sentimientos y emociones. Por esta razón, Pablo oró pidiendo que Dios les concediera a ellos, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, para que Cristo hiciera Su hogar en sus corazones por medio de la fe.

Al parecer, Pablo estaba “obsesionado” con el asunto de que Cristo estuviera en nosotros, y esto llegó a ser su espíritu y actitud. Pablo sabía que Cristo aún no estaba en los corazones de los creyentes de Éfeso, pese a que Él estaba en ellos. Si alguien nos pregunta si Cristo está en nosotros, sin duda responderemos que sí. Pero la pregunta es: ¿verdaderamente lo amamos con nuestro corazón? Tomemos por ejemplo el asunto del matrimonio. Si pudiéramos ver lo que hay en el interior de una pareja que está próxima a casarse, descubriríamos que sus emociones y sentimientos están completamente centrados en el matrimonio. La oración de Pablo no tenía otro fin, pues sólo se centraba en que la gloria de Dios pudiera operar en los creyentes de tal modo que ellos, al creer en Cristo y al confesar a Cristo, pudieran percibir a Cristo, amar a Cristo y ser llenos de Él, y así Cristo pudiera hacer su hogar en sus corazones.

La preocupación principal de Pablo tenía que ver con que Cristo estuviera en los creyentes. En nuestra obra y servicio de administrar la iglesia, debemos tener esta clase de espíritu, teniendo la expectativa de que los creyentes tengan a Cristo en su interior y que Cristo entre en ellos. Por ejemplo, supongamos que un hermano siempre murmura y se enoja en las reuniones de comunión. ¿Qué clase de espíritu y actitud debemos tener para con este hermano? Si nuestro deseo es que este hermano controle su enojo, éste será nuestro espíritu y actitud para con él.

En la iglesia donde servimos, es posible que haya un hermano al cual le gusta hablar y tiene un mal genio, y es posible que los hermanos y hermanas encuentren difícil tolerarlo. Como hermano responsable que es, quizás usted espere que él controle su enojo, pero si después de unos cuantos años no muestra ningún cambio, es posible que desee que dicho hermano no vuelva más a las reuniones para que no afecte a otros. Si continúa viniendo, es posible que incluso usted le empiece a tener aversión. Aunque no se atrevería a reconocerlo, éste puede llegar a ser su espíritu y actitud. Si un hermano se enoja en la iglesia y lo único que usted espera es que controle su enojo, eso indica que no ha visto lo que es servir en la iglesia. En lugar de desear que él controle su enojo, debe desear que él perciba a Cristo en su interior. Esto significa que él percibirá a Cristo en su interior y responderá al Cristo que mora en él. Si todos los servidores en la iglesia son como Pablo, quien estaba “obsesionado” con este asunto, no tendrán la expectativa de que dicho hermano controle su enojo, sino más bien que Cristo pueda crecer en él.

CRISTO HACE SU HOGAR EN NUESTROS CORAZONES

Ser fortalecidos en nuestro hombre interior

El propósito por el cual Dios nos concede, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos en el hombre interior es que Cristo sea expresado en los sentimientos de nuestro corazón, es decir, que Él se aparezca a nosotros interiormente. Para ello, se requiere una oración semejante a la de Pablo. En nuestro servicio en la iglesia, no debemos esperar que las personas mejoren o cambien; antes bien, debemos esperar solamente que Cristo en ellos llegue a ser muy precioso, dulce y agradable, y que perciban a Cristo en sus corazones a fin de que Cristo haga Su hogar en sus corazones por medio de la fe. El hecho de que los creyentes sean fortalecidos conforme a la gloria de Dios le permite a Cristo hacer Su hogar en sus corazones.

Ser arraigados y cimentados en amor

El resultado de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones es éste: que seamos arraigados y cimentados en amor (v. 17). Cuando contactamos a Cristo podemos percibir Su amor en nuestro interior. De ese modo, podemos ser arraigados y cimentados en el amor de Dios. Ser arraigados y cimentados en amor equivale a asirnos a la verdad en amor (4:15). Ser arraigados y cimentados en amor se refiere al amor de Cristo, no a nuestro amor, porque Él vive en nosotros y hace que nos arraiguemos y cimentemos en Su amor. Ser arraigados y cimentados nos permitirá comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. Cuando seamos arraigados y cimentados en Cristo, conoceremos la anchura, la longitud, la altura y la profundidad.

Algunos dicen que cuando Pablo llegó a este punto en su epístola, estaba tan motivado y conmovido por el amor del Señor que dejó inconcluso su hablar. Ésta es la opinión de algunos maestros de la Biblia, pero en realidad no es así. Mientras Pablo escribía estas palabras, ascendió por encima del universo. Si hemos visto cuán grande Cristo es, no discutiremos con los hermanos y hermanas, y mucho menos con nuestro cónyuge. Si Cristo está en nuestros sentimientos y es real en nuestro corazón, seremos arraigados y cimentados en Su amor. En esta condición, Pablo expresó su deseo de que conociéramos la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. De este modo, comprenderemos que así como Dios es inconmensurable, la gloria expresada por medio de Él es inconmensurable, y así como Cristo es inconmensurable, el amor de Cristo también lo es.

¿A qué se refiere la anchura, la longitud, la altura y la profundidad? Estas cuatro palabras juntas denotan la inconmensurabilidad. Pablo dijo que cuando conozcamos a Cristo interiormente y cuando percibamos a Cristo en nuestro interior, seremos arraigados y cimentados en Su amor, y conoceremos la anchura, que es Cristo mismo. Ese día, también conoceremos la longitud, que es Cristo; la altura, que es Cristo; y la profundidad, que también es Cristo. La anchura, la longitud, la altura y la profundidad son nada menos que Cristo mismo. Si conocemos a Cristo interiormente, si vivimos en Él y si somos arraigados y cimentados en Su amor, veremos que Aquel que mora en nosotros es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. Ese día comprenderemos con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. La anchura, la longitud, la altura y la profundidad son nada menos que Cristo.


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