Secreto de la salvación orgánica que Dios efectúa: "El Espíritu mismo con nuestro espíritu" Elpor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-319-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La conformación es la séptima sección de la salvación orgánica que Dios efectúa.
Dios tiene la intención de hacer que el hombre sea igual a El en vida, naturaleza e imagen divinas como Su expresión, pero no en deidad. Que Dios haga que el hombre sea igual a El de este modo significa que lo hace Dios. Dios se nos impartió para hacernos iguales a El en vida y naturaleza, pero no en deidad. Esta es la intención divina.
Dios, para llevar a cabo Su intención, regenera a los creyentes de Cristo con Su vida divina para que empiecen a participar de Su divinidad. Puesto que nosotros los creyentes de Cristo participamos de la divinidad de Dios, somos dioses. En 2 Pedro 1:4 dice que participamos de la naturaleza divina. Participar de algo es tener parte en ello. Participamos de la naturaleza de Dios, así que tenemos parte en la divinidad de Dios. El Ser divino se nos impartió para ser nuestro ser. El se nos imparte para ser nuestra vida, nuestra naturaleza, nuestra mente y el todo para nosotros. Si nosotros no tenemos parte en la divinidad de Dios, entonces, ¿quién tiene parte en ella? Los ángeles no pueden tener parte en la divinidad de Dios porque no poseen nada de Dios, pero nosotros sí. Nosotros somos más bienaventurados que los ángeles, porque ellos son meramente siervos de Dios, pero nosotros somos hijos Suyos y poseemos Su divinidad.
Después de ser regenerados los creyentes, empiezan a crecer.
Del mismo modo que un niño crece al ser alimentado, los creyentes regenerados crecen por medio de la alimentación divina. Pero muchos de los cristianos actuales no crecen, porque no se alimentan. Puesto que no se alimentan, no son santificados, renovados ni transformados de manera adecuada.
Crecemos primero por medio de la alimentación divina y después por medio de la santificación divina. La santificación nos hace crecer. Cuanto más somos santificados, más crecemos. En Juan 17:17-19 el Señor Jesús oró diciendo: “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad. Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo. Y por ellos Yo me santifico a Mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Ser santificados es ser apartados del mundo. Diariamente necesitamos ser santificados, apartados del mundo, a fin de que por medio de la santificación crezcamos.
Los creyentes regenerados también crecen por medio de la renovación divina. Por tanto, la renovación es un factor de crecimiento en la vida divina.
La transformación divina en la vida divina es un factor prevaleciente del crecimiento de los creyentes. Sin la transformación divina, no podemos crecer. Muchos de los cristianos actuales no crecen porque no tienen la alimentación, la santificación, la renovación ni la transformación divinas.
Los creyentes necesitan crecer hasta madurar en la vida divina por el Espíritu que los madura, el cual está en el espíritu de ellos que es enriquecido con Cristo para ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Col. 1:28; Ef. 4:13). No podemos madurar sin la suministración adecuada, y esta suministración es el Espíritu vivificante, quien es el Espíritu que nos madura, el cual está en el espíritu de los creyentes que es enriquecido con Cristo. Podemos testificar que nuestro espíritu es enriquecido con Cristo. Finalmente, seremos un hombre de plena madurez, que tiene la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. En Efesios 4:13 la palabra plenitud se refiere al Cuerpo de Cristo. Debemos ser plenamente maduros para poder ser un hombre de plena madurez que tiene la medida de la estatura del Cuerpo de Cristo.
En la salvación orgánica que Dios efectúa, los creyentes serán conformados a la imagen de Cristo el Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:29).
Cristo, como Hijo primogénito de Dios, fue engendrado por Dios en Su resurrección con Su divinidad y Su humanidad vivificada y elevada, y quien posee dos naturalezas, la divina y la humana (Hch. 13:33; Ro. 1:4; 1 P. 3:18).
En la resurrección la humanidad de Cristo fue santificada, vivificada, elevada y transformada. Nuestra humanidad había caído y luego fue redimida por Cristo. Su humanidad no necesitaba ser redimida, pero Su humanidad, la cual murió en la cruz, necesitaba ser santificada, vivificada, elevada y transformada. Por medio de la resurrección la humanidad muerta del Señor fue santificada, vivificada, elevada y transformada en la filiación divina. En la resurrección El fue engendrado por Dios como Hijo primogénito tanto con Su divinidad como con Su humanidad santificada, vivificada, elevada y transformada. Por consiguiente, el Hijo primogénito de Dios fue engendrado por Dios con la divinidad y la humanidad, y nosotros somos conformados a Su imagen.
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