Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1188-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Recordemos que en 2 Corintios 8, Pablo considera nuestro empleo secular como la recolección del maná. Conocemos la historia de la recolección del maná. Algunos glotones recogían más, pero no les sobraba nada. Entre nosotros son muchos los que quieren recoger más, pero finalmente nunca logran acumular nada. Aquellos que recogen más no les sobra nada, y a los que recogen menos no les falta nada. La medida viene a ser la misma. Aun cuando uno trate de recoger lo máximo con todas las energías, no recogerá más que otros.
Los que llevamos una vida en torno a las reuniones somos sustentados por el maná. No vivamos por nuestro trabajo. Cumplamos con nuestro deber, pero no vivamos por él. Vivamos sustentados por el maná. Nuestro propio trabajo es el maná. Dios puede retirar todo el maná. Con un solo dedo Suyo El puede tocar la economía de los Estados Unidos y dejar todo el país sin trabajo. Cuando desaparecen los empleos, se acaba el maná. Uno piensa que se trata de un empleo secular, pero en realidad es el maná que Dios le manda.
La palabra del Señor es verdadera, y El nos dice que no nos preocupemos por el día de mañana. El mañana está fuera de nuestras manos. No llevemos una vida de preocupación pensando en el día de mañana; ocupémonos del presente. Busque primeramente Su reino. Entonces el Padre nos dará por añadidura lo que necesitemos para vestirnos, comer y beber. El nos dará primero el reino que buscamos, y como añadidura lo necesario para el sustento (Mt. 6:31-34). Esto es el maná. Perder el empleo no debería preocuparnos, pero faltar a una reunión sí.
Llevo unos cincuenta años sirviendo al Señor. No perdí mi empleo al principio, sino que lo dejé. Tenía un buen trabajo, pero lo dejé. Cuando estaba a punto de tomar la decisión de dejar mi trabajo, me parecía un dilema descomunal. Pero después de cincuenta años puedo ver que la palabra del Señor es fidedigna. Ciertamente no debemos preocuparnos por nuestro sustento ni llenarnos de ansiedad en cuanto a nuestras necesidades cuando lo buscamos a El.
Tengamos en mente que las reuniones de la iglesia constituyen la vida práctica del reino. Si buscamos el reino de Dios, sin reunirnos, ¿qué reino sería ese? El reino práctico es la vida de reuniones. Reunirnos o asistir a la reunión equivale a buscar primeramente el reino.
Examinemos de nuevo lo que es hacer la voluntad de Dios. Vivimos en la tierra, y nuestra meta es cumplir la voluntad de nuestro Padre. ¿Cómo podemos conocer Su voluntad? Sólo asistiendo a las reuniones. Puedo asegurar que resultaría muy difícil conocer la voluntad del Señor sin ir a las reuniones. Cuando uno empieza a ausentarse de las reuniones, empieza a perder de vista la voluntad de Dios y vuelve a caer en esa deplorable vida bajo la tiranía de Satanás, de la cual había sido rescatado.
Por tanto, debemos hacer lo posible por no faltar a ninguna reunión. No importa si al hacerlo arriesgamos nuestro empleo. La reunión debe ser lo primero. Nunca he visto a ningún santo sufrir por haber ido a una reunión. Por el contrario, puedo testificar que he visto a miles de personas que el Señor bendijo espiritual y materialmente porque asistieron a las reuniones. El Señor es fiel, y Su promesa es verdadera.
Cobremos ánimo y confianza. Esto no es solamente la senda correcta, sino el único camino. No tenemos otra alternativa. Todo hombre debería ser creyente, y todo creyente debería asistir a las reuniones. Este es nuestro destino, para eso fuimos salvos. Nuestro Padre nos predestinó para esto. Nuestro destino es reunirnos. Si proseguimos según nos predestinó Dios, sin duda El nos bendecirá. De lo contrario, estaremos dando coces contra el aguijón, y sufriremos.
Algunos dirán que dedican demasiado tiempo a las reuniones. Quizás juzguen que ganarían más dinero si usaran ese tiempo trabajando. Inténtelo durante cuatro o cinco años; al cabo de éstos verá el sufrimiento. He visto muchos casos de éstos. Este pensamiento es bastante engañoso. Debemos permanecer en lo que afirman las santas Escrituras. Debemos confiar en la promesa de Dios, y obedecer Su mandato de ir a las reuniones. Si vamos a la reunión acatamos lo que El predestinó y tendremos un destino bienaventurado. Uno mismo recibirá el beneficio, y posiblemente aun la tercera generación. Nosotros y nuestros hijos estaremos bajo la bendición de Dios.
Este es nuestro destino. Reunirnos no es algo insignificante. No nos queda otra alternativa, pues es así como conocemos y hacemos la voluntad de Dios y como cumplimos Su propósito.
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