Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7893-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Romanos 8:9 dice: “Vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene al Espíritu de Cristo, no es de Él”. Este versículo habla del Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. Hechos 16:7 dice: “Cuando llegaron a Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió”. Luego, como ya hemos visto, Filipenses 1:19 dice: “El Espíritu de Jesucristo”. El Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo y el Espíritu de Jesucristo no son cuatro Espíritus diferentes. Todos éstos son un solo Espíritu llamado por cuatro distintos títulos.
Por favor, véase el diagrama en la siguiente página. Dios estaba en la eternidad pasada, y en el tiempo Él se encarnó para ser un hombre llamado Jesús. Un día este Jesús fue a la cruz, y como hombre murió y fue sepultado. Después de esto, Él resucitó, lo cual significa que fue glorificado y manifestado como el propio Cristo de Dios (Lc. 24:26; 46; Hch. 3:13a, 15). En la encarnación Él llegó a ser Jesús y en resurrección fue declarado el Cristo de Dios. Además, en resurrección este Cristo llegó a ser el Espíritu (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). Por tanto, tenemos a Dios, a Jesús, a Cristo y al Espíritu.

El Espíritu antes de la encarnación era sencillamente el Espíritu de Dios. Cuando Jesús estaba en la tierra, Él era un hombre, pero en Su interior estaba la realidad de Dios. Por tanto, el Espíritu de Jesús se refiere al Espíritu del Salvador encarnado quien, como Jesús en Su humanidad, pasó por el vivir humano y la muerte en la cruz. El Espíritu de Jesús es el Espíritu que todo lo sufre, soporta y sobrelleva, el Espíritu de un vivir humano apropiado. Es por el Espíritu que Jesús fue capaz de llevar una vida humana apropiada, sufriendo mucho, soportando dificultades y sobrellevando todas las persecuciones. Luego, después de Su resurrección y ascensión, este Jesús fue designado el Cristo (Hch. 2:36). Actualmente este Cristo es el Espíritu, quien es llamado el Espíritu de Cristo. Todos los términos mencionados anteriormente hablan de la historia del Espíritu de Dios, a quien hoy en día se le llama el Espíritu de Jesucristo.
El Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo y el Espíritu de Jesucristo no son cuatro Espíritus, sino un solo Espíritu en varias etapas. En la primera etapa, el Espíritu de Dios era Dios solamente. En la segunda etapa, Dios se hizo el hombre Jesús para que el Espíritu de Jesús pudiese ser el Espíritu del Salvador encarnado. En la tercera etapa, Él fue designado el Cristo en resurrección y ascensión a fin de que Él pudiese ser el Espíritu de Cristo. En conjunto, Él ahora es el Espíritu de Jesucristo. Dentro de Él está todo, incluyendo a Dios, el hombre y el poder para sufrir, soportar y sobrellevar. Dentro de Él también está el poder de la resurrección, el poder trascendente, el poder supereminente y el poder que vence (Ef. 1:19-22), y dentro de Él incluso está la realidad de la glorificación.
Hechos 16 habla del Espíritu de Jesús, y no del Espíritu de Cristo como en Romanos 8. Esto se debe a que los eventos descritos en Hechos fueron motivo de sufrimientos. El apóstol Pablo salió a predicar el evangelio, lo cual implica sufrimientos, dificultades y persecuciones. Esto requiere del Espíritu de Jesús, quien es el Espíritu que soporta, que sobrelleva, que sufre y que es longánimo. A fin de predicar el evangelio, necesitamos al Espíritu del hombre Jesús como nuestro poder para sufrir. Sin embargo, Romanos 8 trata de la vida de resurrección. A fin de manifestar la vida de resurrección, necesitamos el Espíritu de Cristo, quien es el Espíritu que resucita, y quien es trascendente, supereminente, y vencedor. No podemos intercambiar Hechos 16 y Romanos 8. No sería correcto decir que el Espíritu de Cristo dirigió a Pablo en su predicación del evangelio, y tampoco es exacto hablar del Espíritu de Jesús en el contexto de Romanos 8. En las dificultades y la persecución, necesitamos al Espíritu de Jesús, y para manifestar en nuestro vivir la vida de resurrección, necesitamos al Espíritu de Cristo.
Filipenses 1:19 habla del Espíritu de Jesucristo. Para ese tiempo el escritor, el apóstol Pablo, estaba en una cárcel sufriendo, pero con la expectativa de que él magnificaría a Cristo. A fin de sufrir, él necesitaba al Espíritu de Jesús, pero a fin de magnificar a Cristo, él necesitaba al Espíritu de Cristo. Pablo parecía decir: “Ahora estoy en la cárcel. Ustedes los filipenses no deberían estar decepcionados por esto. Tengo al Espíritu de Jesús por el cual puedo sufrir, soportar y sobrellevar toda clase de dificultad. También tengo al Espíritu de Cristo que me libra, me resucita y hace que yo trascienda a los lugares celestiales a fin de que pueda magnificar a Cristo. No me importa si estoy en vida o en muerte, pues tengo al Espíritu trascendente, supereminente y vencedor en mí. Tengo la abundante y todo-inclusiva suministración del Espíritu de Jesucristo”.
Conybeare, en su traducción de las epístolas de Pablo, nos dice que la frase abundante suministración en el griego tiene un significado específico que se refiere al suministro de todas las necesidades que tenía un coro por parte del corego, el líder del coro. El corego suministraba todo lo que el coro necesitaba, incluyendo la vestimenta, el alimento, la bebida y los instrumentos. Éste era el suministro todo-inclusivo de parte del corego hacia el coro. Hoy en día el Espíritu de Jesucristo nos suministra todo lo que necesitamos. No deberíamos considerar al apóstol como meramente un prisionero en aquel tiempo. Más bien, él era parte de un “coro” celestial y espiritual, con el Espíritu como su Corego que le proveía una abundante suministración. El Espíritu hoy en día no solamente es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús o el Espíritu de Cristo. Él es el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu todo-inclusivo. Por tanto, Él nos provee la abundante y todo-inclusiva suministración. Él es la clave con la cual nosotros podemos experimentar a Cristo.
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