Visión central necesaria para servir a la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8315-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El Dios Triuno es el Espíritu que vive en nuestro espíritu hoy, y nosotros somos un solo espíritu con Él. Por tanto, debemos vivir y andar por el Espíritu que está en nuestro espíritu. Aunque este asunto es bastante misterioso, es muy sencillo; es tan sencillo que incluso un estudiante de escuela primaria lo puede entender. Por tanto, nuestro problema no tiene que ver con oír y entender este asunto, sino con que no estamos atentos a este asunto ni lo practicamos. Esto es un velo grueso para nosotros.
Hemos sido velados por los pensamientos acerca de cómo llevar a cabo las cosas que hemos oído. Yo no tengo un método para poner esto en práctica porque la Biblia no nos da métodos. Un bebé sabe cómo llorar y respirar tan pronto como nace. No es necesario que un doctor, una enfermera o la madre le presenten un método al bebé, diciendo: “Tienes dos labios, una garganta y pulmones. Debes aprender a respirar y llorar”. Siempre y cuando el bebé esté vivo, él respirará y llorará; no hay necesidad de instrucción alguna.
Puesto que hemos oído muchos mensajes acerca de este misterio, sencillamente deberíamos vivir en el espíritu. Sin embargo, según lo que he observado, nosotros todavía vivimos conforme a nuestros hábitos naturales. En nuestro diario vivir no estamos acostumbrados a vivir en el espíritu, ni estamos acostumbrados a vivir siendo un solo espíritu con el Señor. El Señor no está meramente fuera de nosotros en los cielos; Él está en nosotros para que podamos vivir por Él. Puesto que confesamos que el Señor Jesús vive en nosotros, no debemos ignorarle en nuestro diario vivir. Incluso cuando alguien meramente nos visita, necesitamos pasar tiempo con él y hablarle. Muchas veces las esposas buscan el divorcio porque sus esposos están fuera del hogar por largos periodos de tiempo o porque sus esposos las ignoran incluso cuando están en la casa. Esto es muy difícil para una esposa. El mejor esposo trabaja ocho horas al día para sostener a su familia y luego va inmediatamente a la casa para estar con su esposa. Tal esposo vive por su esposa. Por otra parte, si una esposa no está mucho tiempo en el hogar o ignora a su esposo al ocuparse sólo de su propia vida, entonces el esposo tendrá remordimientos. La mejor esposa acompaña a su esposo y toma cuidado de sus necesidades. Por ejemplo, cuando su esposo está a punto de salir para el trabajo, ella prepara un almuerzo y camina con él hasta la puerta. Ella también lo saluda cuando él llega a casa. Tal pareja no tendrá pensamientos de divorcio, pues el esposo y la esposa son uno solo en su vivir y andan juntos.
Hemos dado muchos mensajes acerca de este misterio; no podemos decir que no lo hemos oído ni visto. Hemos oído los mensajes, pero no les hemos hecho caso. Todavía nos centramos en nuestras propias cosas. Ésta es nuestra condición. Muchos de los que llevan la delantera en las iglesias de los Estados Unidos eran estudiantes de seminario, pastores y predicadores que salieron del cristianismo. Ellos tocaron muchas denominaciones y sectas antes que comenzaran a reunirse con nosotros. Ellos no dieron el giro fácilmente, pero en cuanto hicieron este giro, lo hicieron absolutamente. Ellos soltaron sus viejas maneras de proceder, abandonándolas completamente. Antes de seguir este camino, algunos tuvieron que consultar con sus familias, pero hicieron esto conforme a la gracia del Señor. Algunos tenían una esposa que no estaba de acuerdo o que estaba reacia a seguirles. No obstante, los hermanos tenían paz en su interior y estaban determinados a seguir este camino. Ahora sus esposas saben que éste es el camino correcto y ellas han hecho este giro interiormente de manera plena. Estas parejas ya no quieren nada del pasado; ellas siguen de manera absoluta. Cuando un mensaje es liberado, ellos lo ponen en práctica de inmediato, y vemos fruto rápidamente.
La situación en el Lejano Oriente no es así. Nosotros asentimos con la cabeza y tomamos apuntes mientras escuchamos los mensajes, pero los mensajes no permanecen en nuestro ser. Nuestras oraciones y nuestras reuniones son viejas y rutinarias porque tenemos cuatro velos gruesos que nos impiden vivir por el Señor. El primer velo es nuestra manera de ser. Todo el mundo tiene una manera de ser particular que ocasiona muchos problemas. El segundo velo es nuestra cultura. Las personas de Shanghái y las de Shandong tienen sus respectivas culturas. Los chinos, los japoneses y los americanos también tienen su cultura particular. El tercer velo es la enseñanza que hemos recibido después de nuestra salvación. Por un lado, las enseñanzas nos ayudan, pero, por otro, las enseñanzas nos hacen daño. Por ejemplo, yo estudié inglés por casi sesenta años y mi maestro de inglés me fue de gran ayuda. Sin su enseñanza, yo no sabría inglés. Sin embargo, su acento chino ha perjudicado mi hablar. Incluso ahora, yo hablo con un acento similar. Yo tengo diecisiete o dieciocho nietos, y todos ellos hablan como anglófonos nativos. Mi nieto incluso puede corregir mi inglés. De manera similar, a una persona que habla el dialecto de Fuzhou le es muy difícil hablar mandarín. En cuanto a las enseñanzas en el catolicismo, no podemos decir que ellos no han ayudado a nadie, pero esta “ayuda” también ha traído consigo mucho daño. Esto es cierto de las enseñanzas en el protestantismo o incluso de algunas de nuestras enseñanzas anteriores. Por un lado, la enseñanza que recibimos luego de nuestra salvación fue positiva, pero también hemos sufrido daño porque no estamos dispuestos a cambiar y proseguir. El cuarto velo es nuestra experiencia personal. Si no vamos en pos del Señor ni le amamos, nuestra experiencia no nos será un velo, pues no tendremos experiencia alguna. Sin embargo, tan pronto como comenzamos a amar al Señor e ir en pos de Él, nuestras experiencias pasadas pueden llegar a ser un problema actual, e incluso un velo. Todos tenemos estos cuatro velos; por tanto, es difícil recibir las verdades de este misterio.
Hace poco, cuando dos hermanos de una iglesia local vinieron a tener comunión conmigo acerca de sus problemas, pude saber por su conversación que ellos no vivían en el espíritu. Uno quería razonar conmigo y el otro quería justificar sus acciones. Aquellos que viven por el Señor no razonan ni se vindican a sí mismos; ellos sencillamente viven por el Señor. Si nosotros permanecemos fijos en el pasado cuando nos congregamos, incluso si nos fijamos en cómo hemos sido maltratados, entonces no vivimos en el espíritu. Deberíamos vivir en el espíritu. Cuando estamos en el espíritu, somos el nuevo hombre. Las cosas del pasado son las cosas del viejo hombre, y no hay beneficio alguno que provenga de hablar de ellas. No deberíamos hablar acerca de cosas que ocurrieron en el pasado. Deberíamos vivir por Cristo, porque el Señor es uno con nosotros. Podemos vivir y andar en Él. Cuando estemos a punto de hablar, deberíamos preguntarle al Señor qué dice Él. Si Él no tiene nada que decir, nosotros no deberíamos hablar. Él vive en nosotros hoy y nosotros podemos vivir siendo uno con Él.
Cuando tuve comunión con estos dos hermanos, supe que ellos no habían recibido el contenido de los mensajes acerca de vivir por Cristo. Uno de ellos quería continuar razonando, y el otro quería justificarse. Yo le dije al primer hermano: “Quizás usted gane la discusión”, y al otro le dije: “Quizás usted esté justificado”. Sin embargo, a ambos les dije: “Pero incluso si todos los ángeles en el universo estuviesen de su lado y respondiesen por ustedes, eso no significaría nada. Sin la misericordia del Señor, nada de lo que yo diga tendrá importancia, pues ustedes todavía estarán en sus razonamientos y autojustificación cuando se vayan. Ustedes necesitan la misericordia del Señor para que vean que no han estado viviendo por Cristo”. Yo les animé a que oraran, diciendo: “Señor, he sido crucificado y sepultado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. No quiero considerar las cosas en el pasado para determinar quién está bien o mal. Si otros me aprueban o no, yo sólo quiero vivir por Ti porque Tú estás en mí. Gracias que no hay cabida para murmuraciones o razonamientos porque Tú no murmuras ni razonas y yo soy uno contigo”.
Yo no salgo a bailar, no porque sea malo ir a bailar, sino porque yo vivo por el Señor Jesús. Él no va, así que yo tampoco voy. Yo no pierdo mi paciencia, no porque esté mal perder la paciencia, sino porque vivo por el Señor. Él es mi vida y yo vivo por Él. Yo no pierdo mi paciencia porque Él no pierde Su paciencia. Además, yo abro mi boca en la reunión porque el Señor Jesús abre Su boca para orar y alabar. Tal vivir es extremadamente sencillo. El Señor Jesús no es viejo o rutinario. Tenemos que abandonar nuestros hábitos. Nuestra manera de ser, nuestra cultura y nuestras experiencias pasadas han sido sepultadas; hoy el Señor Jesús vive en nosotros. Nosotros vivimos por Él y somos uno con Él. No necesitamos considerar si podemos vencer o si estamos mal o si podemos mejorar; nada de esto nos debería preocupar. El Señor Jesús vive en nosotros y nosotros vivimos por Él. Además, no necesitamos centrarnos en tratar con nosotros mismos o en aprender lecciones acerca de ser quebrantados. Ni siquiera necesitamos entender qué es de nuestro espíritu y qué es de nuestra alma. No necesitamos preocuparnos por estos asuntos, sencillamente necesitamos vivir por el Señor. Nuestro problema es que cargamos con demasiado “equipaje” del pasado, y los hermanos que llevan la delantera sólo buscan métodos mejorados. Deberíamos olvidarnos de los métodos y sencillamente vivir por el Señor.
Espero que nosotros experimentemos de manera genuina el hecho de que el Señor vive en nosotros. Deberíamos vivir por el Señor desde el comienzo de nuestro día. Deberíamos hacer lo que el Señor haga. Cuando éste es nuestro enfoque, nosotros podemos orar y compartir en una reunión de manera espontánea. No necesitamos centrarnos en si somos ruidosos o silenciosos. Tales consideraciones se basan en nuestro hombre natural y en nuestros hábitos. Vivir en el espíritu es algo muy espontáneo. Realmente, todo lo relacionado con la vida humana es bastante espontáneo, incluyendo el respirar, el beber y el comer. No deberíamos permitir que nuestros viejos hábitos nos dirijan. Si nosotros verdaderamente recibimos esta palabra y vivimos por ella, no tendremos el deseo de discutir acerca de cosa alguna, pues Cristo vivirá en nosotros.
Tenemos que vivir por el espíritu. Si un hermano escucha un mensaje pero de todas formas va a su casa y discute con su esposa, ello comprueba que él no oyó el mensaje. Si él realmente hubiese oído, él no discutiría. No obstante, no sería él quien no discute, sino que sería Cristo, Aquel que vive en él, quien no discute. Satanás es muy astuto; él quiere impedir que nosotros vivamos por Cristo y que más bien vivamos por nosotros mismos. En 1 Juan 5:21 se habla de guardarnos de los ídolos. La palabra ídolos se refiere a todo lo que reemplaza al verdadero Dios, incluyendo nuestra manera de ser, nuestra cultura, nuestras doctrinas y nuestras experiencias pasadas. Todo lo que reemplace al Señor es un ídolo. La dirección dada a las iglesias en los últimos años ha sido según la línea de vivir por Cristo. Los colaboradores y los hermanos responsables quizás han visto un poco, pero todavía quieren intentar trucos nuevos. Por consiguiente, las iglesias han pasado por alto esta dirección en la línea central.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.