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Pastorear a la iglesia y perfeccionar a los jóvenespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8420-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 8 Sección 1 de 2

NO DEBEMOS RESTRINGIR LA OBRA DEL SEÑOR

Aunque no es apropiado que los ancianos asfixien a los obreros con tanta severidad, los colaboradores deberían ser “a prueba de asfixia”. Un hermano que sirve en una localidad no debería parar de hacer algo simplemente porque siente que los ancianos no lo apoyan completamente. El anciano no lo debería controlar, pero el hermano de todos modos debería ser capaz de coordinar con los ancianos. No obstante, los ancianos no deberían dirigirle en su servicio, ya sea al dar mensajes, obrar con los jóvenes, obrar en los recintos universitarios o contactar a los santos.

Mientras que los ancianos no deberían restringir a los colaboradores, los colaboradores no deben culpar a los ancianos. Más bien, los colaboradores deberían darles el suministro a otros. Si los colaboradores tienen algo, ellos les suministrarán vida a los santos en las reuniones, y cada vez que abran sus bocas, los santos serán vivificados. ¿Quién restringiría a los colaboradores si ellos brindan un suministro a los santos? Los colaboradores siempre deberían tener el suministro. Ellos deberían ser como un río. Los colaboradores deberían olvidarse de cualquier restricción y, en vez de ello, tener un suministro disponible

Les recomendaría a los ancianos que administren menos, pero que ejerzan discernimiento. Ellos deberían ver si un hermano tiene un suministro genuino. Si un hermano tiene el suministro, se le debería animar a servir. Los hermanos pueden testificar que nuestra obra nunca ha restringido a los santos. En la obra sólo hay dirección, suministro y sostén. Deberíamos reducir la administración. En la vida de iglesia nadie es inútil; más bien, todos son útiles. En cualquier caso, cuán útil una persona sea depende de si ella es utilizada o no.

Un colaborador no debe permitirse ser inútil. Cuando menos, él puede predicar el evangelio a una persona al día. Puede distribuir doscientos folletos cada día. Si somos inútiles, la culpa es nuestra. No deberíamos decir que somos inútiles. Incluso una persona muda que no puede hablar puede distribuir tratados. Los colaboradores tienen muchas funciones. Un colaborador que carece de función no ha desarrollado su función.

No es bueno que los colaboradores deleguen todo a otros y luego meramente asistan a las reuniones. Los colaboradores nunca deberían ser inútiles; más bien, ellos siempre deberían avanzar y buscar oportunidades para desarrollar su función. Ningún santo es inútil. Ser inútil significa que no hemos laborado para desarrollar nuestra función. No deberíamos culpar nuestro entorno. Tenemos que desarrollar nuestra función. La obra del Señor no puede ser restringida. La obra del Señor no puede ser detenida. Siempre hay una obra que realizar. Tenemos que laborar al grado que todos los santos sean despertados.

PERMITIR QUE LOS SANTOS OBREN

Debemos tener una perspectiva de largo plazo. Debemos tener un cambio de concepto y abandonar cualquier pensamiento de controlar la iglesia. La vida de iglesia no empeorará por falta de control. Hace veinte años no me hubiera atrevido a decir esto. No obstante, hoy en día lo puedo decir. No deberíamos ejercer control por temor a que los santos cometan errores.

El año pasado en Los Ángeles tres de los servidores jóvenes más destacados se ofrecieron voluntariamente para laborar con los jóvenes. Cuanto más obraban, menos los jóvenes venían a las reuniones. Un día ellos vinieron a tener comunión conmigo. Yo les dije que ya no debían obrar con los jóvenes; más bien, debían permitir que los estudiantes obren con los estudiantes. También dije que quienes no están en la escuela no deberían obrar con estudiantes. Por tanto, la obra con los santos jóvenes fue puesta en manos de los estudiantes. Incluso les dije a los ancianos que no verificaran cómo progresaba la obra con los estudiantes. Aun en una conferencia de jóvenes celebrada durante las vacaciones de Acción de Gracias, los estudiantes jóvenes llevaron la responsabilidad de las reuniones.

Antes de la conferencia, los santos jóvenes oyeron que nadie estaría supervisando la conferencia, y tuvieron temor de cometer errores. Por tanto, algunos de ellos hicieron un plan para la conferencia y lo trajeron a mí. En vez de revisar su plan, les dije que celebraran la conferencia y que no importaba si cometían errores. Puedo testificar que esa conferencia de jóvenes fue bendecida. Los jóvenes hicieron un excelente trabajo. Esto subyugó a los hermanos que tenían la ambición de obrar con los estudiantes. Los jóvenes están calificados para cuidar de otros jóvenes. Los jóvenes que pensaron que no eran capaces de hacer un buen trabajo finalmente fueron bastante capaces. Luego, les pedimos a los jóvenes que tomaran cuidado de otra conferencia y doscientos veinticinco jóvenes fueron bautizados. Deberíamos soltar estos asuntos y permitir que los santos sirvan. Deberíamos ser valientes y permitirles llevar a cabo la obra.


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