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BAUTIZAR A LAS PERSONAS EN EL ESPIRITU

El segundo aspecto fundamental que debemos considerar es el relativo a bautizar a las personas en el Espíritu (Mt. 3:11; Jn. 1:33; Hch. 1:5). El Señor ha bautizado en el Espíritu a todo el pueblo escogido de Dios. Actualmente, nuestro Dios es el Espíritu de una manera total y todo-inclusiva; así pues, todo ha sido preparado por El para que Sus elegidos sean bautizados en El. Mateo 28:19 claramente define el bautismo como el ser bautizado en el Dios Triuno. A nosotros se nos ha comisionado bautizar a las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando una persona es bautizada en agua, ella es sumergida en el agua; es puesta dentro del agua. Por ende, ser bautizado en el Espíritu Santo significa ser puesto en el Dios Triuno.

Aún más, ser puesto en el Dios Triuno equivale a ser puesto en Cristo. Mateo 28:19 afirma que somos bautizados en el Dios Triuno, y tanto Gálatas 3:27 como Romanos 6:3 afirman que somos bautizados en Cristo. Así que, ser bautizado en Cristo equivale a ser bautizado en el Dios Triuno.

¡Cuanto le agradecemos al Señor por 1 Corintios 12:13! Este es uno de los versículos más importantes de toda la Biblia. Allí se nos dice que “fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo”. Fuimos bautizados en el Dios Triuno, en Cristo y en el Cuerpo. Decir: “en el Dios Triuno” equivale a decir: “en Cristo”; y decir: “en Cristo” equivale a decir: “en el Cuerpo”.

Es menester que sepamos cuándo y dónde fuimos bautizados. Fuimos bautizados en el Dios Triuno, en Cristo y en el Cuerpo hace aproximadamente diecinueve siglos y medio. Si usted es judío, fue bautizado en el día de Pentecostés, según Hechos 2. Si usted es un gentil, fue bautizado en la casa de Cornelio, según lo relatado en Hechos 10. El bautismo es un legado que está en conformidad con la voluntad de Dios. En 1 Corintios 12:13 leemos: “En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo”. Así que, nosotros fuimos bautizados antes de nacer. Debemos tomar posesión de este legado que es conforme a la voluntad de Dios y darle gracias al Señor. Por mi parte, no solamente creo en esta realidad divina, sino que además la disfruto. Por la misericordia del Señor, experimento el bautismo del Espíritu todos los días, incluso a cada hora. Debemos disfrutar del bautismo en el Espíritu. Tenemos los legados del nuevo testamento, del nuevo pacto, y nos toca a nosotros disfrutarlos. Si nos hubiese sido otorgado un legado consistente en diez millones de dólares depositados en el banco, ciertamente disfrutaríamos de esta fortuna gastándola. Asimismo, el nuevo pacto nos ha sido dado, y este pacto es un testamento que contiene muchos legados maravillosos. Uno de esos legados maravillosos que hoy podemos recibir y disfrutar es el bautismo en el Espíritu. Hemos sido puestos en el Dios Triuno, en Cristo y en la iglesia, la cual es el Cuerpo.

Necesitamos ver que antes de venir a la iglesia, ya habíamos sido puestos en la iglesia. Si no hubiésemos sido puestos en la iglesia, no podríamos haber venido a la iglesia. Este es un lenguaje celestial. ¿Sabe usted por qué vino a la iglesia? Porque antes de que usted naciera, ya había sido puesto en la iglesia. Puede ser que un determinado hermano haya nacido en los Estados Unidos en 1941. Pero en realidad, él vino a los Estados Unidos doscientos años antes cuando sus bisabuelos emigraron de Escocia para establecerse en los Estados Unidos. Si este hermano no hubiese sido traído a los Estados Unidos doscientos años antes, tampoco hubiese podido nacer en los Estados Unidos en 1941. Esta es la manera divina de hacer cuentas. Hebreos nos dice que Leví pagó los diezmos a Melquisedec puesto que estaba en los lomos de su padre, Abraham, cuando éste se encontró con Melquisedec (7:9-10). ¿Cuándo fuimos puestos en la iglesia? Debemos aprender a hablar el lenguaje celestial y declarar que fuimos puestos en la iglesia hace más de diecinueve siglos y medio, y que ahora estamos disfrutando de la iglesia. Todos simultáneamente fuimos puestos en la iglesia, pero, tal vez usted no haya disfrutado tanto de la iglesia como otro hermano. En mi caso, por ejemplo, yo he estado disfrutando la iglesia por cincuenta años.

EL ESPIRITU ES PARA EL CUERPO

El tercer aspecto fundamental a considerar es que el Espíritu es para el Cuerpo. El Espíritu se nos da para muchas cosas positivas que forman parte de la vida cristiana, pero a la postre, el Espíritu es para el Cuerpo. El Espíritu es para regeneración, santificación, transformación, vida, poder, y tantos otros asuntos; sin embargo, todos ellos por igual tienen como objeto un resultado: el Cuerpo. La regeneración, la santificación, la transformación, la vida, el poder y cualquier otra bendición espiritual son para el Cuerpo. Si nuestra meta no es el Cuerpo, erramos el blanco por completo. Si perdemos de vista el Cuerpo, hemos perdido de vista el albo y la meta de la economía de Dios.

El Espíritu es para el Cuerpo, por lo que 1 Corintios 12:13 afirma que en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, y Efesios 4:4 habla de “un Cuerpo, y un Espíritu”. Aquí “un Espíritu”, el Espíritu único y singular, es equiparado al único Cuerpo, y viceversa. Por tanto, es absolutamente correcto afirmar que la iglesia es la réplica del Espíritu. Podemos decir: “Si no hay Espíritu, no hay iglesia. Y a más Espíritu, más iglesia”, porque la iglesia es la réplica del Espíritu. El Espíritu es la máxima consumación del Dios Triuno procesado, y la iglesia es la réplica del Espíritu, la expresión corporativa del Dios Triuno procesado.