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Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1502-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

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III. LA OBRA DE LA LUZ DE LA VIDA
EN EL LADO NEGATIVO

No cabe duda que la persona más purificada es aquella que puede orar con la mayor eficacia. Si ustedes me preguntaran: “¿Quiénes son los más purificados del universo?”, contestaría, “son aquellos que pueden orar con la mayor eficacia”. El grado de su competencia en la oración ante Dios se determina por el grado de su pureza. Cuanto más competentes sean en la oración, más evidente es que están viviendo en la luz de la vida.

La luz de la vida que opera en nosotros siempre comienza del lado negativo. La luz brilla y se fija sobre nosotros, y no solamente nos alumbra superficialmente, sino que además penetra profundamente en nosotros. Es como si la luz pudiera partir nuestras partes internas. Esta luz que penetra en lo más profundo de nuestro ser no sólo expone cada pequeño error en nuestro comportamiento y actitud, sino que toca el centro mismo de nuestro ser. Toca nuestros motivos, nuestra intención, las profundidades de nuestro espíritu y el origen mismo de todo lo que procede de nosotros. Puede revelar si nuestro espíritu es tranquilo y flexible, o no lo es. Aunque no estemos equivocados, ni seamos inmundos ni pecaminosos por fuera, podría ser que no seamos tranquilos ni flexibles por dentro. Una vez que la luz de la vida brilla sobre estas cosas, ellas son manifestadas inmediatamente.

Todo aquel que verdaderamente aprende a orar ante Dios debe ser alumbrado, y debe tomar medidas rigurosas consigo mismo bajo dicha luz. Es en esta luz de la vida que podemos aprender lecciones profundas, finas y valiosas ante el Señor. Nuestra experiencia nos dice que esta luz penetrante nos iluminará hasta el grado que sintamos que no hay lugar en el universo donde podamos escondernos. Entonces, y solamente entonces, podemos conocer lo que significa no tener nada de qué enorgullecernos ni jactarnos. Sólo entonces apreciaremos el hecho de que nuestro único lugar de refugio es Su sangre preciosa. Nuestra intención, nuestro motivo, nuestro propósito, nuestro espíritu y la fuente interior, todos serán manifestados por la luz. Cuando la luz ilumina, hay muchos sentimientos y experiencias que simplemente no se pueden describir con palabras humanas. Por tanto, hermanos y hermanas, la oración no se trata de cuántas respuestas hayan obtenido ustedes o de cuánta fe puedan tener; más bien, es un asunto de cuánto viven bajo la iluminación de la vida.

Muchos elogian al hermano Müller, quién estableció orfanatos y recibió respuesta de un millón y medio de oraciones durante su vida. Muchos lo elogian como un hombre de fe. Sin embargo, cuando leí los diarios de Müller, su fe no me impresionó tanto como el hecho de que vivía completamente bajo la iluminación de Dios. Mi primera impresión no fue que él tenía una gran fe, sino que era un hombre que siempre acudía ante Dios y era escudriñado por Él. Mientras Dios le escudriñaba e iluminaba, él expresaba algunas oraciones bajo la luz resplandeciente. Espontáneamente, se le hacía muy fácil tener fe, y fácilmente sus oraciones eran contestadas por Dios.

Por tanto, en la oración, la fe no es el asunto más importante. El primer asunto que debe aprenderse es ser ajustados por la iluminación de la vida. Debemos permitir que la luz nos ponga en evidencia hasta el punto que nada permanezca oculto en nuestro ser. Incluso nosotros mismos no tenemos ningún lugar dónde ocultarnos; porque bajo la luz hemos descubierto que todo nuestro ser es un problema. No hay manera de que quememos el incienso ante Dios porque nuestra condición interna no es correcta. En este momento, sabemos que nuestro único lugar de refugio es la sangre derramada en la cruz. Es aquí que, de una manera práctica, experimentamos la preciosidad de la sangre. Y entonces, por medio de la experiencia realmente conocemos el significado de las palabras halladas en 1 Juan, capítulo 1. Sabemos lo que significa que Dios es luz, y lo que significa tener comunión con Dios. Sabemos lo que significa ser lavados por medio de la sangre de Jesús, el Hijo de Dios. Éste es el primer aspecto de la obra de iluminación de la vida en nosotros.

Debemos recordar que todos los que son competentes en la oración, son aquellos que se postran ante Dios. Dicha postración se debe totalmente a la iluminación. Quizás ante los hombres ustedes sean orgullosos y no estén dispuestos a echarse en tierra, pero no pueden evitar postrarse ante Dios. Tal postración no consiste solamente en que Dios los derribe externamente o en que sean sojuzgados en su entorno por la disciplina de Dios, sino que es la iluminación interior la que los ha hecho que se postren. En un sentido estricto, ni la disciplina que Dios nos aplica en nuestro entorno puede causar que nos postremos. Es siempre la iluminación de la luz la que nos postra. (Por supuesto, algunos también necesitan la ayuda de la disciplina externa). Por consiguiente, descubrimos que únicamente podemos confiar en la sangre, y así llegamos a ser aquellos que se postran hasta el suelo. Todo nuestro ser no tiene escapatoria ante Dios, y solamente podemos ocultarnos debajo la sangre. Entonces podremos orar.


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