Lecciones básicas acerca de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1467-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Un espíritu contrito y humilde es muy parecido a un espíritu quebrantado. Tanto Isaías 57:15 como 66:2 indican lo mismo, que ni aun el cielo como morada trae suficiente gozo a Dios. Él desea morar con las personas que tienen un espíritu contrito y humilde, lo cual no es insignificante. Si estamos contritos y humillados en nuestro espíritu, estamos quebrantados, y podemos disfrutar la presencia de Dios. De este modo, Él está con nosotros y además mora con nosotros.
Si nuestro espíritu es orgulloso y nos protegemos a nosotros mismos, manteniéndonos intactos, enteros y completos, y si no estamos dispuestos a arrepentirnos y confesar nuestros pecados, perderemos la presencia del Señor. En cierto modo, sentimos, por experiencia propia, que la presencia del Señor nos abandona. Por eso, necesitamos un espíritu contrito, humilde y quebrantado, un espíritu que se arrepiente y confiesa los pecados. Si tenemos un espíritu así, el Señor estará con nosotros y morará con nosotros. Isaías 57:15 y 66:2 son versículos maravillosos que debemos mostrar a los santos.
También necesitamos un espíritu manso y sosegado. En 1 Pedro 3:4 se nos dice que el hombre escondido de nuestro corazón es un espíritu manso y sosegado. Gálatas 6:1 dice que debemos restaurar al hermano caído con espíritu de mansedumbre. En 1 Corintios 4:21 Pablo pregunta a los corintios si querían que él fuera a ellos con vara o con un espíritu de mansedumbre.
El Nuevo Testamento menciona muchas veces la virtud de la mansedumbre. En Mateo 5:5 el Señor dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Basándonos en éste versículo, podemos ver el verdadero significado que da el Nuevo Testamento a la mansedumbre. En el mundo se pelea, se lucha, para vencer sobre los demás y así obtener posesiones o herencia. Pero la Biblia dice que si queremos heredar algo, debemos ser mansos. La mansedumbre consiste en no resistir la oposición que presenta el mundo, sino sufrirla voluntariamente. Cualquiera que sea la situación, debemos ser mansos, y no pelear contra los demás. Ser mansos significa no pelear por nosotros mismos. Necesitamos un espíritu manso y sosegado. Si peleamos por algo, es imposible tener un espíritu sosegado. La única manera en que podemos tener un espíritu sosegado es no pelear por nuestro beneficio ni buscar nada para nosotros mismos.
En Mateo 5:3 el Señor dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Podemos hablar de que necesitamos un espíritu rico, pero no debemos decir que necesitamos un espíritu pobre, ya que eso sería un error. Si alguien tiene un espíritu pobre, su espíritu no es un espíritu recto ni apropiado. Aquí, en Mateo 5:3, ser pobres en espíritu significa no tener nada que nos preocupe. Los fariseos, los escribas, los sacerdotes y los ancianos del pueblo judío no eran pobres en espíritu. Ellos estaban preocupados por muchas cosas. Por esa razón, el Señor Jesús dijo que la primera bienaventuranza es ser pobres en espíritu. Los fariseos no pudieron tener parte en el reino, porque no eran pobres en espíritu. Debemos ser pobres en nuestro espíritu siempre, y no permitir que nuestro espíritu tenga ninguna preocupación ni que sea lleno de lo que no es el Señor mismo. Tenemos que vaciar nuestro espíritu y desechar todo aquello que nos preocupa, a fin de ser pobres en nuestro espíritu.
Lucas 9 nos dice que cierta aldea de samaritanos no recibió al Señor ni a Sus discípulos. Entonces, Jacobo y Juan dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?” (v. 54). El Señor, volviéndose, los reprendió, diciendo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (v. 55). Nosotros siempre debemos aprender a saber qué clase de espíritu tenemos. En otras palabras, siempre necesitamos tener un espíritu apropiado para con Dios y para con el hombre. Si nuestro espíritu no es apropiado, no podremos avanzar en lo que a Dios respecta. Necesitamos saber en qué condición se halla nuestro espíritu. La Biblia nos dice que consideremos nuestros caminos (Hag. 1:7) y también tenemos que considerar nuestro espíritu. No solamente debemos considerar nuestros caminos externos, o sea, nuestra conducta y nuestra actitud, sino también nuestro espíritu, el cual está en nuestro interior. Necesitamos un espíritu apropiado.
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