Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El hecho de que Cristo haya sido coronado de gloria y de honra, constituye otra de las cualidades que lo hacen apto para ejercer Su sacerdocio. Su exaltación, gloria y honra le otorgan la posibilidad de ministrarnos como Sumo Sacerdote. Ya que tiene tal posición y posibilidad, Él puede ser tan misericordioso y fiel como desee.
Finalmente, Cristo fue perfeccionado y hecho apto para ser el Capitán de nuestra salvación (2:10). Esto lo vimos en los dos mensajes anteriores. Como Capitán de nuestra salvación, Él está plenamente capacitado para ser nuestro Sumo Sacerdote.
En el pasado muchos de nosotros tuvimos la experiencia de ser ministrados por Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, sin que llegáramos a percatarnos de ello. Hebreos es un libro que se ocupa del tema del sacerdocio. Como veremos más adelante, el sacerdocio que se menciona en los capítulos del 4 al 6, es un tema que se trata a profundidad en los capítulos del 7 al 10. Cuando lleguemos a esa sección de Hebreos veremos más al respecto. En este mensaje dedicaremos el debido tiempo para sentar las bases que nos permitan entender apropiadamente lo que es el sacerdocio.
¿Qué es un sacerdote? Ya hemos dicho que un sacerdote es uno que sirve a Dios. Si bien es correcto afirmar esto, no es del todo adecuado, pues un sacerdote no es únicamente uno que sirve a Dios, sino también alguien que ministra Dios al hombre. Todos los cristianos saben que un sacerdote es uno que sirve a Dios, pero no muchos saben que en última instancia un sacerdote es uno que ministra Dios al hombre. En cierto sentido, servir a Dios es algo secundario, mientras que lo primordial es ministrar Dios al hombre. Esencialmente, el sacerdocio no tiene la finalidad de servir a Dios sino de ministrar Dios al hombre. Si lo único que hacemos como sacerdotes es rendir servicio a Dios pero no ministramos Dios al hombre, nuestro sacerdocio será muy deficiente.
La primera vez que se menciona la palabra sacerdote en la Biblia se refiere a Melquisedec (Gn. 14:18-20). Melquisedec fue el primer sacerdote en la Biblia. Como hemos indicado en otras ocasiones, la primera vez que se menciona algún asunto en la Biblia, establece el principio bajo el cual éste deberá ser interpretado. Por consiguiente, la primera mención de la palabra sacerdote, en este caso Melquisedec, establece el principio que define lo que es un sacerdote. Si examinamos el caso de Melquisedec como sacerdote del Dios Altísimo, veremos que él no fue a Dios de parte del hombre, sino que vino al hombre de parte de Dios. Él no fue a Dios para servirle, sino que más bien vino de parte de Dios y ministró algo de Dios a Abraham, quien buscaba a Dios. Después del caso de Melquisedec, el tema del sacerdocio continúa desarrollándose en la Biblia. Pero no debemos olvidar que el relato que establece el principio fundamental del sacerdocio es el de un sacerdote que vino de parte de Dios para ministrar algo de Dios a Su pueblo.
El punto principal de Cristo como Sumo Sacerdote, no es que Él sirve a Dios, sino que nos ministra a Dios mismo. Debemos profundizar y no quedarnos en el concepto superficial de que un sacerdote es alguien que sirve a Dios. Todos, incluso los incrédulos, tienen el concepto de que un sacerdote católico es alguien que sirve a Dios, quema incienso y cumple con sus deberes “santos”. Incluso las religiones paganas tienen sus sacerdotes. Pero nosotros debemos cruzar el río y abandonar este concepto tan bajo para llegar a uno más elevado. Dios no necesita nuestro servicio, pero Él sí desea que ministremos Su Persona misma al pueblo. La función principal de Cristo como Sumo Sacerdote es el ministrarnos a Dios. Cristo principalmente nos ministra a Dios dentro de nuestro ser. Éste es nuestro Sumo Sacerdote. Él continuamente está haciendo una sola cosa: ministrándonos a Dios. Tal vez algunos argumenten que Melquisedec no ministró Dios. Pero entonces ¿qué dicen del pan y el vino que Melquisedec sirvió a Abraham? ¿Qué significan? El pan y el vino representan a Dios como nuestro disfrute, o sea, Dios mismo impartido a nosotros para refrescarnos, sustentarnos, sostenernos, fortalecernos y nutrirnos a fin de que podamos crecer con todas las riquezas de Dios. Ésta es la tarea primordial de un sacerdote. En principio, los que servimos a Dios hoy somos Sus sacerdotes y, como tales, nuestra principal responsabilidad consiste en impartir a Dios mismo en las personas.
Necesitamos ver esta clase de ministerio sacerdotal en la vida práctica de la iglesia, ya que hoy en día en la vida de iglesia hay muchos grupos que se encargan de servicios específicos. No deberíamos considerar estos grupos simplemente como parte del servicio levítico; todos los grupos de servicio deben ser un sacerdocio. Un grupo de servicio no debe ser solamente para su servicio respectivo. Los hermanos y hermanas que sirven en cada uno de estos grupos deben constantemente ministrar a las personas las riquezas de Dios contenidas en Cristo. Cada uno debe ministrar a Dios mismo en los demás miembros de su grupo. De este modo, gradualmente todo el grupo se convertirá en un sacerdocio que imparte Dios de un miembro a otro. Tomemos como ejemplo un grupo que se encarga de limpiar y organizar el salón de reuniones. La tarea principal de este grupo no es simplemente la de limpiar el salón, acomodar las sillas y mantener todo en orden. Esto ciertamente constituye una ayuda, pero no es un sacerdocio. El verdadero sacerdocio se cumple cuando usted imparte Dios a las personas mientras limpia el salón y ordena las sillas.
A medida que ministramos a Dios en las personas, finalmente éstas llegan a tener la expresión de Dios. Cristo ministra a Dios en Sus creyentes hasta que ellos expresan a Dios. Ya vimos que la gloria es la expresión de Dios. En la Biblia la gloria de Dios es la expresión de Dios. Cuando Dios es expresado, tenemos la gloria. Pero ¿cómo puede Dios ser expresado? Por medio de Cristo quien como el Sumo Sacerdote nos suministra a Dios continuamente. Este asunto ya lo abarcamos en los dos mensajes anteriores, que tratan del Capitán de la salvación.
Ahora podemos ver tres aspectos de Cristo. En primer lugar, Él es el Capitán de la salvación; en segundo lugar, Él es la semilla de gloria; y en tercer lugar, Él es Aquel que ministra, el Sumo Sacerdote. Como Sumo Sacerdote, Cristo nos suministra a Dios. Ésta es Su labor sacerdotal y esto también es lo que el Capitán de la salvación está haciendo. Aunque Él es el Capitán de la salvación, Él cumple Su cargo al ser Sumo Sacerdote. En 2:10 se nos dice que Cristo es el Capitán de nuestra salvación, y en 2:17 vemos que este Cristo, quien es el Capitán de nuestra salvación, es también nuestro Sumo Sacerdote. ¿Cómo puede Él ejercer Su función como Capitán de nuestra salvación? Solamente al ser el Sumo Sacerdote. Según nuestro razonamiento humano, un capitán es un líder, un guerrero que va al frente del combate. No es que sea errado este concepto, pero si Cristo sólo fuera Capitán en este sentido, no podría desempeñar Su cargo.
Examinemos la relación entre Moisés y Aarón en el Antiguo Testamento. Sin Aarón, Moisés no hubiera podido ejercer su liderazgo. El liderazgo de un apóstol necesita el ministerio del sacerdocio. Josué, al igual que Moisés, también requería del sumo sacerdote. No debemos pensar que Aarón era una persona y Moisés otra. Como personajes históricos, ellos son dos; pero como tipos de Cristo, ellos son uno. Por un lado Jesús es nuestro Moisés, y por otro Él es nuestro Aarón. Cuando estudiemos el capítulo 3, veremos más acerca de Jesús como nuestro Apóstol y Sumo Sacerdote. El liderazgo y el sacerdocio siempre deben ir juntos. En Cristo ambos ministerios pertenecen a la misma persona. Él jamás podría ejercer Su función como nuestro Capitán si no fuera nuestro Sumo Sacerdote. Yo no podría seguir a Cristo si Él no fuera el Sumo Sacerdote. Por un lado Él es el Capitán que va adelante conduciéndonos y combatiendo, y por otro Él es el Sumo Sacerdote que nos suministra a Dios mismo y las riquezas de la vida divina.
Voy a usar mi cuerpo físico a manera de ejemplo. Yo alabo al Señor por haberme dado un cuerpo fuerte y saludable; sin embargo, después de dar un mensaje quedo muy agotado. Así que me voy a casa y disfruto de una buena merienda. Esto me reanima. Después de comer, me siento capaz de ministrar nuevamente por otra hora y media. Después regreso a casa y disfruto de otra buena comida. Hace poco, después de haber compartido en una reunión por la noche, regresé a casa sintiéndome todavía lleno de energías. Al día siguiente me desperté antes de las seis todavía lleno de energía e hice muchas cosas esa misma mañana. ¿De dónde provino toda esa energía? Provino de la alimentación que había recibido. Asimismo yo tengo un verdadero Sumo Sacerdote que me suministra pan y vino, y esto me permite realizar mi trabajo sin agotarme. Cuanto más disfruto ese suministro, más energías tengo.
Si ustedes leen Hebreos 1 y 2, podrán ver que esta Persona asombrosa, misteriosa y maravillosa es ahora nuestro Sumo Sacerdote. No piensen que este sumo Sacerdote solamente se ocupa de servir a Dios; eso es algo secundario. Este Sumo Sacerdote es Aquel que continuamente nos suministra a Dios mismo. Si usted fuera un sacerdote que se limita a servir a Dios, Él le diría: “No te necesito. ¿Por qué vienes aquí a perder el tiempo? Debes ir conmigo a las personas y ministrarles lo que Yo soy. Eso es lo único que Yo deseo”.
Como hemos visto, Cristo está plenamente facultado para ser nuestro Sumo Sacerdote. Él, siendo el Hijo de Dios, Dios mismo, se hizo hombre y padeció como tal. Como Hijo de Hombre, Él pasó por toda clase de experiencias y obtuvo toda clase de logros. Ahora Él está capacitado para ministrarnos como nuestro Sumo Sacerdote. No importa en qué situación nos encontremos, Él siempre tiene algo que ministrarnos. A menudo encuentro que disfrutar de Su ministerio sacerdotal es semejante a respirar. No es necesario entender cómo es que respiramos ni analizar el aire que inhalamos. Con tal de que respiremos, recibiremos todo lo que el aire contiene. De igual modo, en nuestro espíritu suceden muchas cosas que no entendemos. Jesús está en medio nuestro de la misma manera que el aire que respiramos. Siempre y cuando tengamos contacto con Él y lo inhalemos, tendremos todo lo que necesitamos. No obstante, es de mucha ayuda conocer bien al Señor. Este disfrute que tenemos de Cristo es muy real; no es una superstición.
A medida que nuestro Sumo Sacerdote nos suministra a Dios dentro de nuestro ser, obtenemos más de Dios y entramos en Su expresión. Finalmente, nos acercaremos a Dios para servirle. Es aquí donde tenemos que dar un giro. Cuando nos acerquemos a Dios para servirle, Él nos infundirá al máximo y después nos dirá: “Ve y minístrame a otros”.
Ahora podemos entender la manera en que el Señor Jesús como el Capitán de nuestra salvación nos conduce a la gloria. Él lo hace como el Sumo Sacerdote que nos suministra a Dios continuamente. Tan pronto como Cristo nos suministra a Dios, se produce una reacción en cadena. Dios se infunde en nosotros hasta que llegamos a ser sacerdotes también. Nuestra función principal como sacerdotes no es simplemente servir a Dios sino ministrarlo en otros a fin de introducirlos en la expresión de Dios. A su vez, quienes reciban nuestro ministerio, recibirán también una infusión de Dios, lo cual hará que ellos sigan acudiendo a Dios con el fin de obtener más de esta infusión. Finalmente, Dios les dirá que vayan y que lo impartan a otros. Es así como el Capitán de nuestra salvación nos está conduciendo a la gloria. Lamento no tener las palabras adecuadas para expresar esto. Esto no es solamente una especie de edificación cristiana; más bien es la manera en que el Padre está conduciendo muchos hijos a la gloria. Recalco nuevamente, el Señor nos conduce a la gloria siendo nuestro Capitán, y nuestro Capitán cumple Su tarea al ser nuestro Sumo Sacerdote.
Cuando era joven, tuve oportunidad de estudiar Hebreos 2:17. En aquel tiempo se me enseñó que Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, puede compadecerse de nosotros; sin embargo, esto me fue enseñado de una manera muy pobre. Me dijeron que siempre que me encontrara en dificultades, Cristo podía compadecerse de mí. Aunque tuve muchas experiencias en las que vi cómo el Señor se compadeció de mí, en ninguna de ellas recibí la ministración de la vida divina. Solamente me sentí confortado y nada más. Lo que experimento ahora es muy diferente. Las experiencias que ahora tengo de Cristo como el Sumo Sacerdote que me comprende, son muy superiores y mucho más ricas. Cada vez que experimento lo compasivo que es el Señor, recibo el suministro divino. Lo que he aprendido de todas estas experiencias es que Cristo como Sumo Sacerdote principalmente sirve a Dios al impartirnos a Dios mismo.
A esta clase de ministerio se le llama socorro, un rescate oportuno. A fin de entender la palabra socorrer, que aparece en Hebreos 2:16 y 18, debemos examinar su significado en el griego original. Según el griego esta palabra significa brindar ayuda, rescatar, mas no como quien rescata a alguien que se está ahogando. No quiere decir rescatar a alguien asiéndole y sacándolo de una situación peligrosa, sino más bien entrar en esa persona, ponérsela sobre sí mismo y cargarla. Éste es el tipo de rescate al que la Biblia se refiere. Así pues, el significado completo de esta palabra es ayudar o rescatar a alguien viniendo adonde él está, y luego echándoselo encima y cargándolo. Por ejemplo, cuando usted atraviesa momentos difíciles, el Sumo Sacerdote no simplemente extiende Su mano para rescatarlo de esa dificultad. Más bien, cuando usted sufre, Él viene a usted, lo pone sobre Sus hombros y lo lleva a través de las dificultades. Ésta es la labor de nuestro Sumo Sacerdote. Después que usted haya experimentado esto varias veces, jamás volverá a sentirse atemorizado ante ninguna dificultad. La próxima vez que enfrente alguna dificultad, usted dirá: “Cuantas más dificultades tenga, más disfrutaré a Cristo, más disfrutaré a Dios y de Su elemento divino, y mayor será el grado en el que habré entrado en la gloria”.
Ahora sabemos cuál es el verdadero significado de Hebreos 2:17-18. Cristo es muchas cosas: Él es el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, el Creador, el que sustenta todas las cosas, el Heredero, el que padeció la muerte, el que hizo propiciación por nuestros pecados, el que destruyó a Satanás y el que nos libertó de la esclavitud de la muerte. Como tal, Él reúne todos los requisitos necesarios para ser el Capitán de nuestra salvación. Como nuestro Capitán, Él nos salva de toda clase de situaciones negativas y nos introduce en la gloria de Dios. Él nos salva, no de una manera externa, sino al impartir a Dios mismo en nosotros y al socorrernos de una manera muy subjetiva, tomándonos sobre Sus hombros, cargándonos y llevándonos. Cuando disfrutamos de semejante auxilio, participamos del elemento de Dios y somos introducidos en la expresión del Dios glorioso. Es de esta manera que el Señor nos está conduciendo a la gloria.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.