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Conocimiento de la vida, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-917-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 14 Sección 10 de 14

IX. CONOCER EN EL ESPIRITU Y
ENTENDER EN LA MENTE

A. Conocer en el espíritu

Puesto que el conocimiento interior proviene de la ley de vida y de la enseñanza del Espíritu de Dios como unción, y ambas están en nuestro espíritu, este conocimiento interior sin duda nos será revelado en nuestro espíritu. Con excepción de lo que es correcto o incorrecto, determinado por la parte de nuestro espíritu llamada la conciencia, puede decirse que este conocimiento en el espíritu es la responsabilidad de la parte de nuestro espíritu llamada la intuición. Por tanto, si queremos comprender el conocimiento interior, debemos saber lo que es la intuición del espíritu.

Tanto el cuerpo como el alma del hombre tienen sentidos. Así como el cuerpo tiene la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, y así como el alma tiene el sentido de felicidad, de enojo, de tristeza y de gozo, etc., así también el espíritu del hombre tiene el sentir de la conciencia y el sentir de la intuición. El sentir de la conciencia funciona en asuntos del bien y del mal; el sentir de la intuición funciona directamente sin causa. Las Escrituras nos muestran que el espíritu puede estar “dispuesto” (Mt. 26:41), puede “conocer” las cavilaciones del corazón del hombre (Mr. 2:8), puede “gemir” (Mr. 8:12), puede “proponerse” (Hch. 19:21), y puede ser “provocado”, “ferviente” y puede recibir “refrigerio”, etc. (Hch. 17:16; 18:25; 2 Co. 7:13). Todos éstos son los “sentidos” de la intuición del espíritu. Podemos decir que la intuición del espíritu tiene tantos sentidos como el alma.

Sin embargo, la intuición del espíritu difiere del sentir del alma. La diferencia principal consiste en que el sentir del alma nace de cierta causa, pero la intuición del espíritu no tiene causa. Los hombres, los eventos y las cosas exteriores son lo que provoca el sentir del alma. Ya sea hombre, evento o cosa, puede producir cierto sentir en nuestra alma. Si es encantador, estamos contentos; si es triste, nos sentimos tristes. El sentir del alma que se debe a influencias exteriores es un sentir que tiene causa. En contraste, la intuición del espíritu no tiene causa, lo cual significa que no tiene medio, sino que está presente directamente en lo profundo del espíritu. No sólo está libre de la influencia de los hombres, los eventos y las cosas en lo exterior; tampoco es influenciado por el sentir del alma. De hecho, frecuentemente actúa a lo opuesto del sentir del alma.

Por ejemplo, a veces queremos hacer cierta cosa. Nuestros motivos son bastante suficientes, nuestro corazón también está muy contento, y hemos decidido llevarlo a cabo. No obstante, no sabemos por qué en nuestro espíritu padecemos de una condición horrible. Nos sentimos muy abrumados y deprimidos, como si el espíritu se opusiera a lo que nuestra mente piensa, a lo que nuestra emoción prefiere, y a lo que nuestra voluntad ha decidido. Nuestro espíritu parece decir que no debemos llevar a cabo lo que hemos planeado. Este sentir es la prohibición que proviene de la intuición del espíritu. A veces cierto asunto no tiene nada racional que lo apoye; también es contrario a nuestros gustos, y no estamos dispuestos a llevarlo a cabo. Sin embargo, aunque no sabemos por qué, en el espíritu constantemente sentimos cierta motivación y movimiento, que nos insta a llevarlo a cabo. Cuando lo hacemos, nos sentimos cómodos por dentro. Esta consciencia es la urgencia que proviene de la intuición del espíritu.

Esta prohibición o urgencia de la intuición del espíritu se produce sin causa. Es un sentido más profundo que se debe a la operación de la ley de vida y la unción. Como resultado, podemos tocar a Dios directamente, conocer a Dios y conocer Su voluntad. Ese conocimiento en la intuición del espíritu es lo que las Escrituras llaman “revelación”. Por tanto, la revelación es el propio Espíritu Santo en nuestro espíritu mostrándonos la realidad de un evento particular de manera que lo comprendamos claramente. Puede decirse que tal conocimiento de Dios es el conocimiento más profundo dentro de nosotros. También es el conocimiento interior del cual estamos hablando.


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