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Mensajes dados a los santos que trabajanpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7200-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 8 Sección 4 de 4

EL VIVIR QUE SE TIENE EN LA NUEVA MANERA

A continuación empezaremos a abarcar el bosquejo de este capítulo. Quisiera explicarles de manera sencilla lo que es el vivir milagrosamente normal que se disfruta en la nueva manera.

SER AVIVADOS Y VENCER

En primer lugar, debemos ser avivados cada mañana. Al final del día tenemos la noche, y después de la noche viene la mañana. Cada mañana debemos ser avivados por el Señor y tener un nuevo comienzo. Por esta razón, debemos invocar el nombre del Señor y contactarlo en cuanto nos levantamos en la mañana, y disfrutar al Señor y absorber Su rico suministro usando dos o tres versículos. Aun está bien si sólo invertimos de diez a veinte minutos; esto es como desayunar. De todos modos, tenemos que tomar el alimento espiritual cada mañana delante del Señor para que nuestro espíritu sea lleno cada día.

En segundo lugar, debemos llevar una vida vencedora cada día invocando el nombre del Señor sin cesar (Ro. 10:12). Por muy ocupados que estemos, aún podemos invocar desde nuestro corazón, diciendo: “¡Oh, Señor Jesús!”. Además de esto, debemos tomar medidas con respecto a nuestros pecados y ser llenos del Espíritu en todo momento (Hch. 13:52). Siempre y cuando haya en nosotros el menor indicio de transgresión, falsedad o pecados, debemos confesar y pedirle al Señor que nos limpie con Su sangre a fin de que podamos mantener una condición en la cual somos llenos del Espíritu. Además de esto, debemos andar conforme al espíritu (Ro. 8:4). Todas nuestras acciones externas deben ser gobernadas por el espíritu interno. Asimismo debemos vivir a Cristo (Fil. 1:21). Ésta debe ser nuestra vida diaria. Si hemos de practicar estos tres asuntos que hemos mencionado —invocar al Señor sin cesar, tomar medidas con respecto a los pecados y ser llenos del Espíritu en todo momento, y andar conforme al espíritu— el resultado espontáneo será que viviremos a Cristo. Además, debemos proclamar al Señor en todo lugar y en todo momento (2 Ti. 4:2). Ya sea a tiempo o fuera de tiempo, sea conveniente o no, aún tenemos que hablarles a las personas acerca del Señor y testificar por el Señor. Si hacemos esto, espontáneamente llevaremos una vida vencedora. Los primeros dos asuntos tienen que ver con nosotros a fin de que seamos equipados. Los asuntos que siguen corresponden al vivir que debemos tener a fin de servir al Señor.

SERVIR AL SEÑOR Y PERFECCIONAR A OTROS

Tercero, debemos ganar a las personas predicándoles el evangelio. No importa quiénes seamos, tenemos que predicar el evangelio. Predicar el evangelio es nuestra profesión celestial. Hacemos esto al visitar a las personas dos veces por mes por dos horas cada vez. Si todos los hermanos y hermanas aquí están dispuestos a hacer esto, al ser formados en grupos de tres que laboran juntos y salen a predicar el evangelio visitando a las personas dos veces al mes, entonces podrán traer al menos una persona por mes. Esto traerá doce personas por año. En promedio, cada uno ganará a cuatro personas nuevas en un año.

Cuarto, debemos perfeccionar a los nuevos creyentes. Después que bautizamos a un nuevo creyente, no debemos dejarlo, sino que debemos permanecer con él al menos por media hora para empezar a establecer una reunión en su hogar (Hch. 2:46; 5:42). Después de eso, debemos ir cada tres o cuatro días y después una vez por semana. Tenemos que guiarlo de esta manera por un año. Debemos ayudar a los nuevos creyentes a avanzar en su vida espiritual y a ejercer su función en las reuniones. Tenemos que enseñarles a hablar, a orar, a pedir los himnos y hablar por el Señor en las reuniones.

Quinto, debemos guiar a un pequeño grupo de creyentes estableciendo reuniones de grupo. No sólo debemos ir a los hogares de los santos para reunirnos con ellos, sino que además debemos ayudar a los nuevos creyentes a que gradualmente se conecten con los santos de su vecindad, estableciendo reuniones de grupo para que tengan comunión y se contacten los unos a los otros. De este modo, ellos serán estabilizados. Después de esto, debemos ayudar a los nuevos creyentes a que avancen más y ejerzan su función en las reuniones de grupo y hablen por el Señor.

Sexto, debemos participar en las reuniones de distritos. Por último, también debemos llevar a los nuevos creyentes a las reuniones de distritos y ayudarlos a que hagan lo posible por hablar por el Señor y proclamar al Señor (1 Co. 14:26, 31). En las reuniones si alguno de ellos tiene un himno, una enseñanza o una revelación, puede dar su porción, porque todos podemos profetizar por el Señor uno por uno. Debemos ejercitarnos para estar en el mismo fluir y coordinar con los santos al hablar por el Señor, y debemos impartir el suministro para perfeccionar a los santos, con lo cual edificamos el Cuerpo de Cristo (Ef. 4:12).

UN VIVIR COLMADO DE BENDICIÓN

A fin de llevar esta clase de vivir, los santos que trabajan deben administrar bien su tiempo cada semana. Cada semana debemos guiar una reunión de hogar y también ayudar a una reunión de grupo, y luego asistir a la reunión de distritos el día del Señor así como asistir a la reunión de oración y servicio los martes. Además de esto, debemos ir a predicar el evangelio visitando a las personas cada dos semanas. Si administramos bien nuestro tiempo, creo firmemente que hacer esto nos resultará muy fácil. Sin embargo, a fin de poder hacer esto continuamente a lo largo del año conforme a un horario y un plan, no es tan sencillo. Por esta razón, necesitamos cierta clase de vida y poder milagrosos, que es nuestro Señor Jesús, para que nos imparta interiormente el suministro a fin de que podamos llevar esta clase de vida cristiana normal.

Espero que todos nos levantemos para cooperar con el Señor y recibir la carga de perseverar en esto de modo que lo hagamos continuamente. Si en un lugar en el que se reúnen cien santos, hay cuarenta o cincuenta que están dispuestos a practicar esto —a ir a ganar a las personas predicándoles el evangelio, a perfeccionar a los nuevos creyentes, a guiar las reuniones de grupo y a asistir a las reuniones de distritos—, entonces suponiendo que una persona pueda traer dos nuevos creyentes por año, tendremos una taza de incremento del ciento por ciento. Aun si sólo traen la mitad de ese número de personas, habrá un incremento del cincuenta por ciento; no hay ninguna duda al respecto. Siempre y cuando todos estén dispuestos a hacerlo, esto se convertirá en una autopista para nosotros. Todo depende de que los hermanos y hermanas lleven esta clase de vida milagrosa y a la vez normal todos los días, es decir, una vida en la que salen, vienen, van a trabajar, se ocupan de diferentes asuntos y se quedan en casa durante los tiempos apropiados, haciéndolo todo conforme a un horario de forma regulada, siendo avivados cada mañana y llevando una vida vencedora todos los días. De este modo, no sólo nosotros mismos seremos resguardados, sino que también brindaremos un beneficio a otros. Nosotros mismos podremos tener una vida de iglesia muy disfrutable, nuestro Señor recibirá la gloria, y todos podrán ser bendecidos.

(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Taipéi el 17 de abril de 1988).


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