Entrenamiento y la práctica de los grupos vitales, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0320-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Tal vez nos preguntemos cómo podríamos compararnos con el apóstol Pablo. Pero Pablo dijo en 1 Timoteo 1:16 que él fue salvo como el primero de los pecadores a fin de ser un modelo para los creyentes. Esto indica que debemos hacer lo que Pablo hizo. El es un modelo. Si no existiera posibilidad de que fuéramos como él, lo que dijo fue en vano, y este versículo no debería estar en la Biblia. Pero él dijo claramente que Dios lo puso a él como modelo para todos los que creyeran en el Señor Jesús. Hoy día nosotros creemos en Cristo, y todos podemos ser como Pablo.
¿Cómo podemos ser vitales? Tenemos que correr la carrera. ¿Ha comenzado usted a correr? Si no es así, los grupos vitales son sólo vana palabrería entre nosotros. Me compadezco de muchos de nosotros. Sé que tienen trabajos difíciles, trabajan muchas horas, pero no debemos excusarnos mucho. Tenemos que laborar. En toda la tierra, todos están ocupados. Tenemos que ser como los que participan en las olimpíadas. Debemos disciplinarnos, ejercer dominio propio y golpear nuestro cuerpo para ponerlo en servidumbre. Si no acatamos esta manera de correr, no creo que los grupos vitales puedan llegar a existir. Los grupos vitales no pueden existir entre los negligentes, perezosos o flojos.
De ahora en adelante todos tenemos que correr la carrera mediante practicar el contactar gente. Esto no es fácil, debido a que no tenemos este hábito y práctica. Necesitamos un cambio en nuestro ser natural. No debemos poner la excusa de que somos de cierta manera por nacimiento. Tal vez seamos de cierta manera de nacimiento, pero ya pasamos por otro nacimiento. Hemos nacido de nuevo, es decir, hemos sido regenerados. Por nuestro primer nacimiento somos la vieja creación, pero por la regeneración Dios nos ha hecho ser la nueva creación, así que debemos ser nuevas personas.
Después de la regeneración experimentamos la transformación. La transformación no es una corrección ni una mejora externa, sino un cambio metabólico interno. A algunos de nosotros se nos dificulta por naturaleza tener contacto con otros. Pero este entrenamiento requiere que tengamos un cambio interno, una transformación. Tenemos que orar así: “Señor, concédeme tener un cambio en mi actitud con respecto a visitar a otros. No me gusta visitar a los demás. No me gusta que otros me inviten para tener contacto con ellos ni tampoco me gusta invitar a otros para que tengan contacto conmigo. No tengo esta clase de disposición. Señor, Tú sabes que no tengo esta capacidad, así que tienes que transformarme”. Tenemos que cooperar con el Señor para ser transformados.
Quisiera proponerles que desde mañana en la mañana empiecen a tener contacto con otros usando el teléfono. Antes de salir de su casa puede hacer por lo menos una llamada telefónica. Así comenzará a desarrollarse en usted un hábito de hablar con otros, de conocer a otros y de interesarse por otros.
También necesitamos hablar con otros antes y después de las reuniones de la iglesia, especialmente la reunión matutina del día del Señor. Quizá este sea el mejor momento para que hablemos con otros. El sábado podríamos llamar a algún hermano y decirle: “Hermano, lo he visto frecuentemente, pero no he tenido tiempo de hablar con usted. ¿Que tal si mañana llegamos a la reunión media hora antes y tenemos comunión unos veinte minutos”? Esta clase de contacto con los hermanos ayuda mucho.
Después de la reunión matutina del día del Señor también es apropiado hablar con otros. He observado que al finalizar la reunión muchos hermanos y hermanas solamente hablan con personas a quienes conocen bien. No procuran hablar con los nuevos en la reunión. Así que, los nuevos se quedan como huérfanos. Antes y después de la reunión debemos crear una atmósfera agradable e íntima en el salón. Cuando los nuevos vengan, podrán sentir el cuidado cálido y la intimidad que existen entre nosotros. Puede ser que un nuevo no haya oído todavía el evangelio. Tal vez no haya creído todavía. Pero será impresionado con la atmósfera agradable e íntima que reina entre los hermanos en el salón de reunión.
Cuando tenemos esta clase de contacto con los santos y con los nuevos, podemos funcionar mejor en la reunión; se nos hace más fácil el profetizar. Supongamos que vengo cada día del Señor en la mañana, pero no hablo con nadie, y nadie habla conmigo. En ese caso, todas las caras me parecen frías. Cuando me levanto a profetizar, a hablar por el Señor, me resulta difícil debido a que la gente luce muy indiferente. Después de hablar un poco en una atmósfera como esa, me será muy difícil continuar. Pero si todos me son conocidos, algunos me sonreirán mientras hablo. Sus sonrisas me exhortan a “seguir adelante” al hablar por el Señor. Debemos tener una atmósfera como ésta en la reunión de la iglesia, una atmósfera en la cual la gente puede ver que verdaderamente nos amamos unos a otros. Somos de verdad una gran, agradable e íntima familia en donde hay hermanos, hermanas y padres. Algunos mayores son en realidad nuestros padres en el Señor (Ro. 16:13; 1 Co. 4:15).
A ningún ser humano le gusta estar aislado. A todos nos gusta reunirnos. Pero en la sociedad humana, ¿dónde se puede ver una congregación de personas que se amen de una manera incorruptible y en la cual haya mucho ánimo, edificación y ayuda? A cualquier ser humano le gustaría unirse a un grupo así. Siento que en nuestras reuniones de la iglesia no tenemos una atmósfera apropiada. Necesitamos crear una atmósfera agradable cuando comencemos a tener contacto con otros. Podemos hacer citas con personas para la reunión matutina del día del Señor llamándoles por teléfono. Debemos tratar de hacer esto.
También debemos tratar de invitar a alguien a nuestra casa y de ser invitados por otros a sus casas. Si practicamos esto de una manera agradable e íntima la bendición del Señor nos seguirá. Si un hermano recibe algunas invitaciones cada semana, tal vez no pueda ir, pero esas invitaciones lo animarán y lo sostendrán.
El Señor encargó a Su pueblo, Sus discípulos, que se amaran unos a otros (Jn. 13:34). El reunió a un grupo de galileos para que le siguieran todos los días por tres años y medio. Ellos dejaron sus trabajos y siguieron al Señor Jesús todo el tiempo. El Señor los entremezcló. En los Hechos y en las epístolas, podemos ver que los primeros apóstoles también se mezclaban así entre los santos. Tengo la carga de hacer que nos mezclemos. Podemos hacerlo de tres maneras: llamar a otros por teléfono, contactar a otros los domingos por la mañana, e invitar a otros a nuestra casa y ser invitados por otros a sus casas.
Cuando invitemos a otros a nuestra casa, no tenemos que preparar un banquete. Debemos preparar una comida sencilla. No nos reunimos para comer, sino para mezclarnos. Cuando nos reunimos, hablamos acerca del Señor Jesús, de Su santa Palabra, y de nuestras experiencias espirituales. Esta clase de contacto revolucionará la iglesia. Haremos que la iglesia sea nueva.
En el mensaje anterior, hablamos de que el Señor necesita una nueva generación. Esto no puede llevarse a cabo simplemente orando sino que debemos estar en contacto con otros. Usted me debe buscar, yo lo debo buscar a usted, y debemos tener contacto unos con otros todos los días, todas las semanas, todos los meses y todos los años. Cuando nos ponemos en contacto unos con otros, estamos reunidos. Reunirse es mezclarse, y mezclarse es conocerse mutuamente. Quien pastoree el rebaño del Señor debe conocer a todas las ovejas.
Necesitamos ser entrenados para tener contacto con otros. Si un hermano es muy frío para con el Señor, ¿cómo podemos hacerlo ferviente? Podemos invitarlo a nuestra casa o ir a visitarlo. Un día el Señor les lavó los pies a Sus discípulos para mostrarles que los amaba hasta el fin (Jn. 13:1), y les pidió que hicieran lo mismo entre ellos con amor (vs. 14, 34). Hoy el mundo está sucio, y nosotros, los santos, fácilmente nos contaminamos. Sólo podemos mantener una comunión agradable con el Señor y entre nosotros, si nuestros pies son lavados con el Espíritu Santo (Tit. 3:5) y con la palabra (Ef. 5:26) los cuales pueden lavarnos. Esto puede ser llevado a cabo cuando nos comunicamos mutuamente con amor. Nuestra comunicación con otros no debe ser formal y oficial, sino normal y viviente en todo aspecto.
Si algunos santos no asisten a las reuniones de la iglesia, podemos empezar a visitarlos una vez a la semana o una vez al mes de manera constante conforme a lo que la situación permita. Podemos darles copias de los folletos evangélicos que hemos publicado. Podemos leerles una frase o un párrafo. Tal vez esto los anime y les dé el deseo de volver a las reuniones. Existen muchas maneras de pastorear a la gente. Mi punto es éste: necesitamos desarrollar el hábito de comunicarnos con otros. No debemos limitarnos en nuestra comunicación. Si tenemos la carga de visitar a nuestros parientes y conocidos que sean incrédulos, debemos hacerlo. Debemos practicar esta única lección: visitar a otros.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.