Estudio-vida de Efesiospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0334-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Dios nos predestinó para filiación con el fin de que seamos la alabanza de Su expresión en Su gracia. Es probable que los ángeles sean los primeros en alabar a Dios por esto. Cuando ellos alaben a Dios por nuestra filiación, los demonios tal vez quedarán pasmados y dirán: “Esos pecadores que usurpamos han llegado a ser los hijos de Dios”. Los ángeles no serán los únicos que alabarán a Dios por nuestra filiación; lo alabarán también todas las cosas positivas del universo. Esto ocurrirá en la manifestación de los hijos de Dios (Ro. 8:19). Actualmente la creación gime bajo la esclavitud, aguardando la manifestación de los hijos de Dios. Cuando eso suceda, todo el universo alabará a Dios. Así, Efesios 1:6 se cumplirá cuando se cumpla Romanos 8:19. Para ese tiempo, todas las cosas positivas del universo alabarán a Dios porque la gloria de Su gracia será vista en la revelación de Sus hijos. Nosotros los hijos de Dios quizás nos sorprenderemos por las alabanzas que los ángeles ofrecerán a Dios, pues ellos lo alabarán por causa de nuestra filiación. Esta es la alabanza de la gloria de la gracia de Dios.
La filiación reviste mucha importancia. Según Romanos 8, toda la creación aguarda la revelación de los hijos de Dios. La libertad de la esclavitud de corrupción que experimentará la creación depende de que nosotros seamos revelados. Quisiera repetir que cuando esto ocurra, se cumplirá Efesios 1:6.
Efesios 1:6 dice que Dios “nos agració”. La palabra “agraciar” es una expresión poco común. Ser agraciados por Dios significa que El nos ubica en una posición de gracia, con la intención de que seamos el objeto de Su gracia, de Su favor, es decir, para que disfrutemos de todo lo que Dios es para con nosotros. A fin de gozar de cualquier cosa, uno debe estar en la posición correcta. Así que, Dios nos puso en Su gracia. Al habernos colocado en Su gracia, El nos hace el objeto de ella. Nosotros ahora, en la posición de gracia y como objetos de la misma, somos plenamente aceptados por Dios. Puesto que estamos en una posición de gracia y somos el objeto de ésta, Dios se agrada de nosotros, somos Su deleite, y nosotros estamos felices con El. Finalmente, experimentamos un disfrute mutuo: nosotros lo disfrutamos a El, y El nos disfruta a nosotros. El, en la gracia, es nuestro gozo y satisfacción, y nosotros somos el gozo y satisfacción de El. Todo esto está implícito en la expresión “nos agració”.
Hoy no estamos simplemente bajo la misericordia de Dios, sino que también somos el objeto de Su gracia en la posición de gracia. Mientras lo disfrutamos a El, nos convertimos en Su deleite. Por lo tanto, tenemos un deleite mutuo, un disfrute mutuo, una satisfacción mutua. Ya no debemos considerarnos pecadores, porque ya no estamos ligados a la tierra ni al tiempo; antes bien, estamos en los lugares celestiales y en la eternidad. Ya no estamos en nuestra condición, sino en el deseo del corazón de Dios. Esto es lo que significa cuando decimos que Dios nos haya agraciado. Por consiguiente, no debemos ver nuestra condición, sino levantar nuestra mirada a los lugares celestiales y a la eternidad. En vez de hablar tanto de nosotros mismos y pensar sólo en nosotros, debemos hablar de la gracia de Dios y meditar en que El nos agració.
Por último, 1:6 dice que Dios nos agració en el Amado. En este versículo, Pablo no dice: “en Cristo”, ni “en El”, sino “en el Amado”. El Amado es el Hijo amado de Dios, en quien El se complace (Mt. 3:17; 17:5). Ya hemos visto que el hecho de que Dios nos agracie significa que nos hace el objeto de Su deleite. Esto es todo un placer para Dios. En Cristo Dios nos bendijo con toda bendición, y en el Amado nos agració y fuimos hechos el objeto de Su favor y de Su complacencia. Por ser tal objeto, disfrutamos a Dios, y Dios nos disfruta a nosotros en Su gracia y en Su Amado, en quien se deleita. En el Amado de Dios, nosotros también llegamos a ser Su deleite.
Dios se deleita en el Amado, y se deleite también en nosotros. La expresión “en el Amado” alude al deleite, satisfacción y disfrute pleno que Dios el Padre halla en nosotros por habernos hecho el objeto de Su gracia y de Su complacencia. En este sentido, debemos tenernos en alta estima y aprecio porque somos el objeto del deleite de Dios. Deberíamos decir: “Dios se deleita en mí; por eso, me aprecio mucho. Incluso me tengo en alta estima, pues fui colocado en la gracia de Dios y hecho objeto de la misma”. Debemos tener tal visión acerca de nosotros mismos, no basados en nuestra condición natural, sino conforme al hecho de que fuimos escogidos, predestinados, regenerados y agraciados. Dios se complace en nosotros, pero no por lo que somos en nosotros mismos, sino por lo que somos en Su Amado.
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