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Reunirnos para hablar la Palabra de Diospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4680-1
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DEBEMOS PROFETIZAR UNO POR UNO

Los traductores de la Biblia al chino tradujeron 1 Corintios 14:31 de esta manera: “Porque todos podéis ser profetas para enseñar”. La palabra enseñar todavía tiene el sabor de religión. Nuestra Versión Recobro en chino ha dado un paso adelante al traducir esto “profetizar para hablar”. Hace más de diez años en Estados Unidos, con base en este pasaje de la Biblia, yo dije: “Todos podemos ser profetas, evangelistas y maestros, todos somos oradores”.

En 1 Corintios 14:23-25 dice: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar [...] Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido [...] y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros”. Quizás ustedes quisieran discutir conmigo diciendo que Pablo dijo “si” todos profetizan. Es cierto que dijo eso; pero si no fuese posible que todos profetizaran, ¿qué objeto tendría que Pablo dijera eso? Por lo tanto, si leemos el contexto, notaremos que el deseo de Pablo era que cuando toda la iglesia se reuniera en un solo lugar, todos profetizaran. Si algunos amigos del evangelio vinieran a nuestra reunión esta noche y vieran el salón de reuniones lleno de santos que están de pie tanto en la planta de arriba como en la planta de abajo, listos para profetizar uno por uno, ellos quedarían completamente subyugados por lo que ven y oyen.

TODO LO QUE ESTÉ POR DEBAJO DE
LA NORMA ESTABLECIDA EN LA BIBLIA
HA CAÍDO EN DEGRADACIÓN

Hace veintiocho años en Taipéi, vinieron a verme cinco líderes del cristianismo. Ellos dijeron: “Nos parece muy serio que usted se refiera al cristianismo como ‘el cristianismo degradado’ ”. Inmediatamente les pregunté: “Si el cristianismo no está degradado, entonces ¿qué significa para ustedes la palabra degradado?”. Cuando hablo del cristianismo degradado no me refiero solamente a los de afuera. Incluyéndonos a nosotros mismos, todo lo que esté por debajo de la norma de la Biblia ha caído en degradación. Hoy en día, el cristianismo está completamente degradado, y nosotros también nos hemos acostumbrado a una condición degradada. Tenemos la vida del Señor y el Espíritu del Señor, y a diario leemos Su Palabra. ¿Cómo podemos venir a la reunión sin decir ni una palabra? ¿No es eso asombroso? No me gusta hablarles de manera desagradable, pero les digo esto porque los amo; y no sólo porque los amo, sino porque en mi interior siento una carga pesada. Esta carga me obliga a laborar hasta agotar todo mi ser y aun lo agotaré hasta la muerte. Incluso me aflige, me quita el sueño y el apetito.

Al comienzo del mes de septiembre hubo una reunión especial en el área de la bahía de San Francisco. Ese fin de semana los jóvenes de siete ciudades de esa área me invitaron a asistir por la noche a un ágape, una cena. Así que fui muy contento. En mi interior me sentía lleno de regocijo de poder ver todo ese salón lleno de jóvenes. Pensé que al menos podría descansar y disfrutar durante esas dos horas. Sin embargo, para mi sorpresa, un hermano que ejerce el liderazgo en una de las localidades y quien también es un colaborador en esa área, repentinamente se puso de pie y pidió que se cantara un himno. Puesto que lo conocía muy bien y no me sentía en la obligación de ser muy cortés, rápidamente le pedí su atención y le dije: “¿Qué estás haciendo? ¿Estás tomando la iniciativa?”. Entonces me volví a los jóvenes y les pregunté: “¿De quién es esta reunión?”. Ellos respondieron: “¡Es nuestra reunión!”.

Ese día intencionalmente quise mostrarles a todos que los ancianos y los colaboradores no debían volver a hacer esto. Puesto que los jóvenes habían iniciado ese ágape, ¿qué necesidad había de que los colaboradores pidieran los himnos? Es como una familia numerosa en la cual el padre ha estado a cargo por tanto tiempo que sigue resolviendo todos los problemas familiares aun después que su hijo ha cumplido cincuenta y ocho años y tiene sus propios nietos. Una vez que el anciano padre aparece, ¿quién se atreve a decir algo? Después de oír esto, los jóvenes del área de la bahía respondieron: “Hoy hemos fallado. Déjenos volver a intentar mañana”. Así que les dije: “¡Excelente!”. Es por eso que me gustan los jóvenes; cuando fracasan, deciden hacerlo de nuevo. Luego les pregunté: “¿Hace cuánto tiempo fue salvo ese hermano que anunció el ágape de mañana?”. Ellos dijeron: “Tiene tres meses de haber sido salvo”. ¡Eso es maravilloso! Alguien que sólo tenía tres meses de ser salvo ya estaba tomando la iniciativa.


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