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Vida y la edificación como se presentan en Cantar de los cantares, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2853-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 16 Sección 2 de 2

APRECIO Y DISFRUTE

El Señor hoy va a recobrar el que nosotros le tomemos como una persona viva. En Cantar de los cantares, vemos a alguien que busca al Señor, quien, por su búsqueda, le halló. Después de que ella halló al Señor, empezó a tener una dulce comunión con Él. Todo esto se narra en los primeros dos capítulos. Lo primero que vemos en su comunión es que en ella se despertó un verdadero aprecio por el Señor. En su aprecio, ella dijo que interiormente el Señor era para ella un saquito de mirra y exteriormente un ramo de flores de alheña. Ella buscó al Señor, lo halló y en su comunión con Él, empezó a apreciarlo. Después de esto, empezó a disfrutarlo: ella dijo que su amado era semejante al manzano. Un manzano no sólo está allí para que lo apreciemos, sino también para que lo disfrutemos. Así que vemos que ella primero apreció al Señor, y luego empezó a disfrutarlo comiendo del fruto del manzano bajo su sombra. Ella disfrutó tanto del fruto como de la sombra del manzano. Después de esto, ella fue llevada a la sala de banquetes, que significa casa del vino. El disfrute de ella allí consistió en comer y beber. Al disfrutar al Señor de esta manera, ella empezó a participar de Él.

UNA OBRA DE SATURACIÓN

Cuando comemos algo, esto llega a ser parte de nosotros. Todo lo que comemos entra en nosotros; es digerido y asimilado y entra en el torrente sanguíneo. Luego, se convierte en nuestras células e incluso en nuestro tejido orgánico. Supongamos que usted come pollo a la hora del almuerzo. El pollo que come entra en su organismo. Éste es digerido y asimilado hasta que se convierte en células en su sangre; estas células luego se convierten en su tejido orgánico e incluso en su elemento. Ello llega a ser usted. A medida que apreciamos y disfrutamos al Señor, algo del elemento del Señor entra en nosotros y con el tiempo llega a ser lo que nosotros somos.

El Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida [...] el que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:35, 57b). Disfrutar al Señor es comerle, lo cual significa recibir algo del Señor en nuestro ser. Luego, además de apreciar al Señor y disfrutarlo, seremos perfumados. Ser perfumado significa ser saturado del Señor. Es por ello que debemos apreciar al Señor y empezar a disfrutarle. Al disfrutarle, algo del Señor entrará en nosotros a fin de saturarnos. Esta obra interna de Jesús equivale a que Él se forje en nuestro ser. Finalmente, nos mezclaremos con Él. El Señor está recobrando el que Él sea una persona viva para nosotros a fin de forjarse en nuestro ser. Esta persona viva es nada menos que Dios mismo en Su encarnación, crucifixión, resurrección y ascensión. Todos estos elementos se incluyen en Su persona.

Esta persona finalmente se forjará en nosotros. Él no está disponible simplemente para que nosotros lo apreciemos y disfrutemos; es necesario que Él se forje en nuestro ser. Entonces, cuando pregunten de nosotros: “¿Quién es ésta?”, la respuesta será que somos Salomón con la corona. Finalmente llegaremos a ser uno con Cristo.

TOMAR MEDIDAS EN CUANTO A LA PARTE EMOTIVA,
LA MENTE Y LA VOLUNTAD

Perfumar o saturar de una sustancia cualquier objeto carente de vida y personalidad es bastante sencillo. Por ejemplo, si sumergimos un trozo de algodón en un recipiente que contiene tinta roja, rápidamente absorberá la tinta. Esto es sencillo. Sin embargo, supongamos que alguien trata de sumergirlo a usted, una persona viva, en tinta roja. Sin duda alguna, usted se resistirá. Es por ello que al Señor le es tan difícil saturarnos de Sí mismo. Nosotros tenemos nuestra propia personalidad, nuestra propia voluntad, y no queremos perderla.

Por lo tanto, vemos en este libro que el Señor primero conmovió los sentimientos de la buscadora. “¡Ah, si me besaras con besos de tu boca!, porque mejores son tus amores que el vino [...] Atráeme; en pos de ti correremos [heb.]”. El Señor conmovió sus sentimientos, y ella empezó a amarlo, pese a que era tan fuerte como las yeguas. Luego, por entrar en la presencia del Señor y empezar a apreciar la dulzura y la hermosura del Señor, ella fue transformada por medio de la renovación de su mente. Su percepción de las cosas y sus conceptos cambiaron. El Señor primero conmovió sus sentimientos, y luego renovó su mente. Sin embargo, allí no termina todo. Ella aún tenía una voluntad férrea. Sus sentimientos fueron conmovidos, y su mente fue transformada, pero su voluntad seguía siendo muy férrea. Por esta razón, el Señor tardó más para tomar medidas en cuanto a su voluntad. Sin embargo, con el tiempo su voluntad llegó a ser como guedejas que eran semejantes a una manada de cabras que bajan retozando el monte de Galaad. Fue así como la cruz logró subyugar completamente su voluntad. Luego, en resurrección, su voluntad llegó a ser tan fuerte como la torre de David, para ser la armería de Dios.

Fue al tomar medidas en cuanto a sus sentimientos, su mente y su voluntad, que el Señor pudo forjarse en Su buscadora. Si tomamos esto simplemente como una enseñanza, no significará nada para nosotros. Por Su misericordia debemos entender que el Señor nos está hablando hoy. Debemos empezar a amarle con nuestra parte emotiva. Entonces le buscaremos, le hallaremos y tendremos una dulce comunión con Él. Luego, en esta comunión, le apreciaremos y disfrutaremos. Así, algo del Señor entrará en nosotros y nos saturará. Esta obra de saturación nos transformará y subyugará nuestra voluntad. Entonces estaremos dispuestos a permitir que el Señor haga lo que desea. Él nos sumergirá en “tinta roja”, y nosotros seremos saturados y perfumados. Seremos saturados al grado en que nuestro carácter, nuestra personalidad y nuestra voluntad se perderán en Él. Entonces Él verdaderamente será nuestra persona.

Una yegua posee una personalidad sumamente fuerte, pero el palanquín no posee una personalidad propia, aunque sí tiene una personalidad. Su personalidad es sencillamente la persona viva a quien transporta. Es por ello que el Señor Jesús desea forjarse en nosotros a tal grado.

NO DEBEMOS HACER NADA POR ESFUERZO PROPIO

Después de leer sobre estas cosas, no debemos hacer nada para producirlas. No debemos esforzarnos por cambiar nuestra mente ni por subyugar nuestra voluntad. Sencillamente no podemos hacerlo. Sólo hay una manera de lograr que nuestra mente cambie: apreciar al Señor. Cuanto más le apreciemos, más cambiarán nuestros conceptos. Anteriormente, el cine y todas las cosas mundanas nos atraían. Aunque no han cambiado, sencillamente ya no nos atraen. Tales cosas no han cambiado; quienes hemos cambiado somos nosotros. Nuestros conceptos han cambiado debido a nuestro aprecio por Jesús. La dulzura y belleza de Jesús han cambiado la manera en que vemos las cosas. Cuanto más le apreciemos, más cambiará nuestra mente.

Después de apreciar al Señor, debemos proseguir a disfrutar al Señor. Cuanto más le recibamos, más Él llegará a ser el elemento que nos satura interiormente. En Él tenemos la mirra, el olíbano, la grieta de la roca y lo escondido de escarpados parajes. Todos estos elementos se hallan en Su persona, y tendrán que ser forjados en nosotros hasta que seamos transformados y nuestra voluntad obstinada sea completamente subyugada. Cuanto más nos alimentamos de Él y le ingerimos, más Él nos saturará hasta que nuestra voluntad sea completamente subyugada. Es por ello que el Señor la alabó diciendo que sus cabellos son como manada de cabras “que bajan retozando las laderas de Galaad”. Galaad es un lugar donde se apacienta al rebaño. “Apacienta a tu pueblo [...] al rebaño de tu heredad [...] que sean apacentados en [...] Galaad, como en el tiempo pasado” (Mi. 7:14). “Volveré a traer a Israel a su pastizal; pacerá en el Carmelo y en Basán, y en [...] Galaad se saciará su alma” (Jer. 50:19). Aparte de alimentarnos del Señor, no existe otra forma en que nuestra voluntad puede ser subyugada.

No debemos tratar de subyugar nuestra voluntad por nuestro propio esfuerzo. Simplemente debemos aprender a alimentarnos de Cristo. Debemos orar-leer Su Palabra de una manera viva y debemos decirle: “¡Oh, Señor Jesús, te amo! Recibo Tu elemento en mi ser. Me alimento de Ti como la Palabra viva”. Si hacemos esto, espontáneamente el Señor saturará nuestro ser y subyugará nuestra voluntad. Nuestra parte emotiva será conmovida, nuestra mente será transformada y nuestra voluntad será subyugada. Entonces, el Señor tendrá plena libertad para saturarnos de Sí mismo. Así, dejaremos de ser una yegua, y llegaremos a ser un palanquín y una corona. Cuando otros pregunten acerca de nosotros, la respuesta que se les dará es que sencillamente somos Cristo con la corona. Esto significa que nosotros habremos sido forjados en Jesús, y Él se habrá forjado en nosotros. De este modo, seremos absolutamente uno con Él para que pueda llevarse a cabo Su mover en la tierra.


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