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Vencedores, Lospor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-724-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 6 Sección 4 de 4

II. EL FRACASO DEL HOMBRE

Dios se tomará por lo menos siete mil años para terminar Su proyecto de obtener la nueva creación a partir de la vieja creación. Debido que la raza humana le falló, El ha hecho esto a lo largo de cuatro eras.

A. El fracaso de la raza de Adán
en la edad anterior a la ley

Dios creó a Adán, lo cual significa que escogió a Adán y a sus descendientes para que fueran el medio por el cual El produciría la nueva creación. Sin embargo, para el tiempo del diluvio, la raza de Adán había venido a ser carne (Gn. 6:3a). En el tiempo del diluvio, el hombre había venido a ser totalmente pecaminoso y horrendo a los ojos de Dios. Después, en Babel, la raza de Adán vino a ser uno con Satanás (Gn. 11:4-9). El hombre se volvió satánico. Luego Dios escogió a Abraham para tener un nuevo linaje, el linaje llamado.

B. El fracaso de los descendientes
terrenales del linaje de Abraham

No obstante, aun la raza nueva, la raza llamada, los descendientes terrenales del linaje de Abraham, fracasaron. Abandonaron a Dios y Su antiguo pacto (Jer. 2:13; 11:10b), y escogieron a Satanás y su reino (11:10a).

C. El fracaso de los descendientes
celestiales del linaje de Abraham

Abraham tiene dos clases de descendientes. Una clase está representada por el polvo. Génesis 13:16 nos dice que los descendientes de Abraham serían como el polvo de la tierra. Estos son sus descendientes terrenales, los judíos según la carne. La segunda categoría de descendientes de Abraham, según Génesis 15:5, son comparados con las estrellas del cielo. Estos son los creyentes neotestamentarios, los descendientes espirituales y celestiales de Abraham. Gálatas 6:16 dice que nosotros, los creyentes neotestamentarios, somos el Israel espiritual de Dios.

Los descendientes celestiales de Abraham también fracasaron. Ellos fueron derrotados en cuanto al disfrute del Dios Triuno procesado (cfr. 2 Co. 13:14) y corrompidos por Satanás por medio del pecado, el yo, el mundo y el mundo religioso (1 Jn. 3:8; Mt. 16:24; 1 Jn. 2:15; Gá. 1:4; 6:14). Las últimas epístolas de Pablo y las epístolas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 nos muestran que para el final del primer siglo, la iglesia se había degradado. Así que, el linaje creado fracasó, el linaje escogido de los descendientes terrenales de Abraham fracasó, y los descendientes celestiales de Abraham también fracasaron. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús vino, como vemos en Apocalipsis, a llamar a los vencedores. El llama a los vencedores siete veces en Sus epístolas a las siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3 (2:7, 11, 17, 26-28; 3:5, 12, 20-21). El nos llama a nosotros los creyentes, que somos las estrellas del cielo y los descendientes celestiales de Abraham, a ser vencedores.

Dios sufrió una pérdida con el linaje de Adán. Con los descendientes terrenales de Abraham, Dios sufrió otra pérdida. Y con respecto a los descendientes celestiales de Abraham, Dios también sufrió otra pérdida. Pero con el último pueblo, los vencedores, Dios obtiene la victoria. En el último libro de la Biblia, Apocalipsis, vemos que Cristo ha obtenido un grupo de vencedores, y este grupo finalmente llega a ser un gran éxito para Dios.

D. Cristo llama a los vencedores
a salir de los descendientes
del linaje de Abraham,
con miras a la edad del reino

Cristo llama los vencedores a salir de entre los descendientes celestiales de Abraham, con miras a la era del reino a fin de consumar la economía de Dios e introducir el reino de Cristo y de Dios (Ap. 11:15). Hoy en día, algunos cristianos están suspirando y gimiendo por la situación lastimosa y derrotada de la iglesia. Aparentemente esto es cierto, pero muy escondido a lo largo de los siglos, ha habido grupos de vencedores. Yo sí creo que entre nosotros hay algunos vencedores. Puedo testificar desde lo profundo de mi ser que algunos de los santos con quienes he servido por muchos años son vencedores. No debemos pensar que la iglesia está totalmente derrotada. Aparentemente está derrotada; pero en realidad no es así. Hay un grupo de santos que están firmes con Cristo, quien los llama a ser Sus vencedores.

Los vencedores llevan la economía de Dios a su consumación y finalmente traen el reino de Dios. Como vencedores, no vivimos a nosotros mismos; estamos viviendo a Dios. Mientras vivimos a Dios, vencemos toda clase de circunstancias. En 1 Corintios, Pablo exhortó a los santos a que fueran varones plenamente maduros y que fueran fuertes (16:13). Pablo dijo esto no sólo a los hermanos sino también a las hermanas que estaban en Corinto. Todos necesitamos ser ese varón fuerte y plenamente maduro. Debemos olvidarnos de nosotros mismos debido a que Dios está en nosotros. Tenemos que vencer y obtener la victoria sobre todas nuestras circunstancias. Luego tenemos que subyugar nuestro ambiente. Esto es introducir y extender el dominio de Dios, el cual trae el reino de Dios. Es absurdo esperar pasivamente que el reino de Dios venga. Dios necesita muchos vencedores para que venzan las circunstancias y subyuguen el ambiente a fin de que Su dominio sea introducido y extendido para la venida de Su reino.


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