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Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1126-7
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CAPITULO CUATRO

REDUCIDOS AL ESPIRITU

Lectura bíblica: 2 Co. 1:17-20; 2:10; 10:1; 11:10; 12:9; 13:14, 3-5

Anteriormente vimos que en 2 Corintios el apóstol Pablo se presenta como una persona que vivía absolutamente en su espíritu. Pablo era una persona a quien Dios había enseñado, puesto a prueba y entrenado a no vivir más en la carne, sino únicamente en el espíritu. En capítulos anteriores indicamos que la iglesia no necesita personas que estén llenas de dones, conocimiento y poder, sino personas cuyo hombre exterior haya sido totalmente desgastado (4:16). El hombre exterior, es decir, el hombre natural, tiene que ser consumido y reducido a nada, hasta que sólo quede el espíritu y aprendamos a vivir en él. La iglesia necesita tal tipo de personas. A lo largo de la historia de la iglesia han existido gigantes espirituales, grandes maestros y personas poseedoras de dones milagrosos; sin embargo, la iglesia aún no ha sido edificada. Por consiguiente, el Señor necesita creyentes que sean reducidos a vivir en el espíritu, a fin de edificar la iglesia, Su Cuerpo.

La venida del Señor está cercana. El dijo que vendría pronto (Ap. 22:20); sin embargo, quizás dudemos de ello porque ya han transcurrido casi dos mil años desde la ascensión del Señor, y El aún no ha vuelto. Recordemos que para Dios, mil años son como un día (2 P. 3:8). Al estudiar las profecías tuve una profunda impresión al ver que los escritos proféticos dan énfasis a la restauración de Israel como nación (léase Mt. 24:32 y notas de la Versión Recobro). En 1948 la nación de Israel fue establecida de nuevo, y en 1967 Jerusalén fue recuperada. El Señor hizo esta obra maravillosa, pues nadie jamás soñó que la nación de Israel sería restaurada ni que Jerusalén le fuera devuelta a Israel. El cumplimiento de esta profecía indica claramente que el Señor está preparando a Israel y a Su iglesia para Su regreso. Tengo la certeza de que así como el Señor cumplió Su profecía con respecto a Israel, asimismo actuará rápidamente para preparar a Su novia. El no la preparará por medio de dones ni enseñanzas, sino mediante la obra de la cruz y la unción del Espíritu. Por tanto, tenemos que ser reducidos a nada y permitir que Cristo nos derrote y nos conquiste.

Es necesario que seamos reducidos a vivir en el espíritu. Nuestro espíritu no se encuentra vacío, sino que está ocupado por Cristo. Cristo reside en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22); por tanto, cuando somos reducidos a nuestro espíritu, hallamos a Cristo. Ser reducidos al espíritu equivale a ser reducidos a Cristo y vivir sólo por El. En 2 Corintios 3:17, un versículo vital y precioso, se revela que Cristo el Señor es el Espíritu. Cristo hoy es el Espíritu que mora en nuestro espíritu, y como tal, vive, actúa y se mueve buscando que seamos reducidos a vivir en el espíritu. Tenemos que ser reducidos al espíritu, pues cuando esto sucede, hallamos a Cristo. En 2 Corintios vemos, por una parte, que el apóstol Pablo fue reducido al espíritu, y por otra, que el apóstol vivía, se conducía y actuaba dirigido por Cristo, quien estaba en su espíritu.

LA PERSONA DE CRISTO

En 2 Corintios 2:10 vemos la expresión: “la persona de Cristo”. La versión Reina Valera (1960) traduce esta frase como: “en presencia de Cristo”. La palabra griega usada comúnmente para denotar presencia es parousia, pero la palabra que aparece en este versículo es prosopon, que significa “persona”. Pablo dice: “Y al que vosotros algo perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en la persona de Cristo”. Pablo perdonó a un hermano, y lo hizo en la persona de Cristo. La palabra griega prosopon literalmente significa faz, y denota la parte que está alrededor de los ojos, la expresión que muestra los pensamientos y sentimientos interiores, la cual exhibe y manifiesta todo lo que la persona es. Pablo perdonó a dicho hermano y lo hizo en la persona de Cristo, conforme a la expresión que indicaba la persona de Cristo, según se trasmite en Su mirada. Pablo no sólo vivía en la presencia del Señor, sino que también se conducía según la expresión de Sus ojos, la cual le comunicaba los sentimientos y pensamientos más íntimos de Cristo. Esto es algo muy profundo, tierno y delicado.

En cierta ocasión fui invitado a la casa de una amada pareja cristiana. Mientras estuve allí, observé que el hermano se conducía no sólo en la presencia de su esposa, sino también en la persona de ella. Con sólo mirarle los ojos a ella, sabía si su esposa aprobaba o desaprobaba lo que él hacía. No había necesidad de palabras. Este esposo había aprendido a conducirse en la persona de su esposa.

No alcanzo a expresar apropiadamente lo que sentí al descubrir el significado de la palabra “persona”. Ese día me incliné ante el Señor y le dije: “Señor, durante todos estos años nunca sospeché que no sólo debía conducirme en Tu presencia, sino también en Tu persona de una manera tan tierna”. Este no es sólo un asunto de vivir en la presencia del Señor, sino aún más, de vivir en Su persona misma. Dudo que muchos se conduzcan de una manera tan tierna en la persona de Cristo. Quizás algunos afirmen que viven, actúan y se conducen en la presencia del Señor, pero ¿quién de nosotros puede asegurar que se conduce en la persona de Cristo, de la misma forma en que lo hacía aquel hermano con su esposa? No obstante, en 2 Corintios 2:10 encontramos una frase que nos revela que Pablo era tal persona. El se conducía todo el tiempo conforme a lo que le indicaba la mirada del Señor, la cual le trasmitía los sentimientos y pensamientos íntimos de Su persona.

Pablo fijó su atención en la faz del Señor, en la expresión de Sus ojos, y entendió que debía perdonar a ese hermano. El lo perdonó no porque él mismo sintiera hacerlo, ni porque la razón se lo indicaba, sino porque eso era lo que sentía y pensaba Aquel que moraba en él. El se conducía en la persona de Cristo, de tal manera que cuando perdonaba, lo hacía en la persona de Cristo. Pablo dio a conocer a los corintios que él perdonaba a este hermano no por sí mismo, ni según su propia carne, sino en la persona de Cristo. Esto es lo que significa vivir por Cristo. El apóstol Pablo fue reducido a su espíritu a tal grado que no se conducía según su propia persona, sino según la persona de Cristo, en la expresión de Su rostro, es decir, en la expresión de los sentimientos y pensamientos de Cristo. Vivir en la persona de Cristo es algo muy tierno y profundo. Pablo era una persona que había sido limitada a tal grado, que tomaba a Cristo como su persona. El se conducía absolutamente en la persona de Cristo.


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