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Cristo como el Espíritu en las Epístolaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6299-3
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CAPÍTULO TRES

EL ESPÍRITU DE VIDA,
EL ESPÍRITU DE LA FILIACIÓN DIVINA
Y EL ESPÍRITU DE LA EDIFICACIÓN
DEL CUERPO DE CRISTO

Lectura bíblica: Ro. 1:3-4; 8:2, 9, 14, 29; 12:2; 1 Co. 12:3, 7-10, 28-30

Dios desea ser nuestro disfrute en Cristo como Espíritu Santo. Inmediatamente después de la creación del hombre, Dios se presentó al hombre como el árbol de la vida para ser el disfrute del hombre en forma de alimento (Gn. 2:9). La Biblia revela a continuación que Dios vino a nosotros en la persona de Cristo el Hijo. Ahora como Espíritu Santo Él llega a ser nuestra vida y nuestro suministro de vida. Él es nuestro alimento de vida, bebida de vida, aliento de vida y todo lo que necesitamos para existir espiritualmente (Jn. 6:55; 7:37; 20:22; 10:10b).

CRISTO ES LA PALABRA Y EL ESPÍRITU

El Nuevo Testamento se puede dividir en dos secciones. En la primera sección, los cuatro Evangelios, Cristo es la corporificación de Dios en calidad de Palabra para que nosotros lo podamos “leer” y podamos entender quién es Él y cuál es Su propósito de ser todo para nosotros. Por ser la Palabra, Cristo es la expresión, la definición y la explicación de Dios. Por medio de esta Palabra, que es la misma corporificación de Dios, podemos entender lo que Dios es para nosotros. Luego la segunda sección del Nuevo Testamento —desde Hechos y las Epístolas hasta Apocalipsis— nos muestra que Cristo fue transfigurado para ser el Espíritu por medio de Su muerte y resurrección. Él ahora es el Espíritu que nos da vida, y nosotros disfrutamos a Cristo como el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:6, 17). Él no sólo es la Palabra que podemos leer, entender y conocer, sino que es el Espíritu dentro de nosotros que podemos conocer en Su realidad, tocar, disfrutar y experimentar. Cristo ha llegado a ser uno con nosotros, y nosotros somos uno con Él, como 1 Corintios 6:17 dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Nuestra experiencia testifica que esta unidad es un hecho práctico.

Hoy conocemos a Cristo como la Palabra, y le experimentamos como el Espíritu. Si sólo fuera la Palabra, únicamente podríamos entenderlo de manera externa; no podríamos experimentarle interiormente. Alabado sea el Señor, pues Él no sólo es la Palabra, sino también el Espíritu dentro de nosotros que podemos conocer en Su realidad, experimentar, gustar y disfrutar. Por tanto, no sólo podemos entenderle, sino también disfrutarle y experimentarle día a día. Primero es necesario conocerle y entenderle, pero conocerle así no sólo tiene como fin cierto conocimiento; conocerle y entenderle así tiene como fin disfrutarle, gustarle y experimentarle.

Todos debemos conocer a Cristo como la Palabra y el Espíritu. Ésta es la razón por la cual tenemos que dedicar tiempo para recibir la Palabra escrita y viviente. Entonces al leerle y conocerle así, necesitamos experimentarle como el Espíritu vivificante.

LA OPERACIÓN DEL ESPÍRITU
CON MIRAS A LA FILIACIÓN DIVINA

El linaje de David
designado el Hijo de Dios

Al principio del libro de Romanos, Pablo introduce a Cristo de manera única. Romanos 1:3 y 4 dicen: “Acerca de Su Hijo, que era del linaje de David según la carne, que fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor”. De todas las catorce epístolas de Pablo, sólo en Romanos Pablo introduce a Cristo como linaje de David, Aquel que fue designado Hijo de Dios. Esto se debe a que Romanos aborda el tema de que es necesario que los hijos de Adán sean transformados y conformados a la imagen del Hijo de Dios (12:2; 8:29). Este libro no es principalmente un libro acerca de la justificación por fe, como lo enseña Lutero. La justificación por fe es apenas una parte menor de este libro, no es la parte principal. El énfasis principal de este libro es la filiación divina, es decir, el que nosotros, los seres humanos, hijos de Adán, podamos ser transformados para ser los hijos de Dios.

Podemos ver el principio de la filiación divina en el capítulo 8. El versículo 14 de este capítulo dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Luego, los versículos siguientes hablan de que el Espíritu Santo opere dentro de nosotros para transformarnos y conformarnos a la imagen del Hijo de Dios, a fin de que el Hijo unigénito de Dios sea el Primogénito entre muchos hermanos. Esto significa que Dios llevará a cabo Su filiación en todos nosotros. Al principio sólo éramos los hijos de hombres, pero mediante la transformación estamos siendo designados hijos de Dios. Cristo es el ejemplo de esta filiación, pues es el linaje de David designado Hijo de Dios por medio de la resurrección, en la cual Su humanidad fue santificada, elevada y transformada para ser introducida en la filiación divina.


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