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Espíritu en las epístoles, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7707-2
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CAPÍTULO NUEVE

LAS EPÍSTOLAS DE 1 Y 2 TIMOTEO,
TITO Y FILEMÓN

LAS EPÍSTOLAS DE 1 Y 2 TIMOTEO:
EL ESPÍRITU QUE GUARDA

El Espíritu que habla

Veamos primero el libro de 1 Timoteo. En 1 Timoteo 4:1 se nos dice: “El Espíritu dice claramente que en los tiempos venideros algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a enseñanzas de demonios”. Creo que nosotros entendemos ahora que la mención del Espíritu de esta manera indica que este Espíritu no es puramente el Espíritu Santo en el aspecto objetivo, sino que se trata del Espíritu Santo objetivo que ha llegado a ser el Espíritu Santo subjetivo que mora en nuestro espíritu y se mezcla con nuestro espíritu como un solo espíritu. Este Espíritu estaba hablando en el apóstol Pablo y en los santos. Esto no es como los profetas que profetizaban en el Antiguo Testamento según el Espíritu de Jehová, el cual descendía sobre ellos externamente. Con respecto a nosotros en el Nuevo Testamento, el que habla la palabra de Dios es el Espíritu de vida que mora en nuestro espíritu y se ha mezclado con nosotros como un solo espíritu.

Cuando el apóstol escribió las epístolas a Timoteo, la iglesia ya se hallaba en degradación y confusión. En tales tiempos Dios no se interesa mucho por lo que profetizan los profetas de manera externa, pues esto sólo consta de algunas palabras extraordinarias que ellos profieren después que el Espíritu de Dios objetivo ha venido sobre ellos. Ésa era la manera en que se profetizaba en el Antiguo Testamento, pero ya no se considera importante en el Nuevo Testamento. No estoy diciendo que no existe tal profetizar ni que tal profetizar esté equivocado. Simplemente digo que ya no se considera importante. El Nuevo Testamento pone atención al hecho deque el Espíritu de vida entra en nuestro espíritu para mezclarse con nuestro espíritu como un solo espíritu y que nosotros hablamos según el sentir en nuestro espíritu. En 1 Corintios 7 se halla el mejor ejemplo de esto. Obviamente era Pablo quien hablaba ahí, porque él claramente dijo que daba su parecer, sin tener mandamiento del Señor. No obstante, finalmente él dijo: “Pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios” (v. 40).

Sin embargo, al leer los libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel, y al leer las profecías dadas por los profetas en el Antiguo Testamento, podemos ver que ésta no era la manera de hablar de los profetas, sino que más bien era la manera de hablar de Dios. Cuando el Espíritu de Jehová venía, o descendía, sobre Jeremías, él comenzaba a hablar: “Yo, Jehová, digo esto y aquello”. Los profetas del Antiguo Testamento hablaban en el “tono” de Dios. No obstante, cuando leemos las Epístolas del Nuevo Testamento, tales como Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, notamos que ninguna de ellas tiene el “tono” de Dios. Más bien, fueron escritas en el “tono” del escritor. Aunque estos libros constan de las palabras del escritor, ellas son consideradas las palabras de Dios. Esto se debe a que en la era neotestamentaria todo se da en el principio de encarnación, el cual es el principio de Dios mezclado con el hombre. En el Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios venía sobre un hombre y usaba al hombre a modo de vaso, así como el Espíritu de Dios vino sobre un burro y usó al burro como vaso para hablar en lenguaje humano. Ése era el principio rector del Antiguo Testamento. Según el principio rector del Antiguo Testamento, ahí no existía la mezcla de Dios y el hombre. En lugar de ello, ahí Dios sólo descendía sobre el hombre y usaba al hombre como boca, como vaso, como trompeta. Sin embargo, el principio rector del Nuevo Testamento es diferente. En el Nuevo Testamento, Dios entra en el hombre y se mezcla con el hombre para llegar a ser con él una sola entidad. Por consiguiente, era Pablo quien hablaba, era Pablo quien escribía a los santos en Corinto y era Pablo quien daba el mandamiento y la palabra. No obstante, cuando Pablo hablaba, el Espíritu que estaba mezclado con Pablo también hablaba. Por tanto, el tono de lo que se habla en el Nuevo Testamento es el tono del hombre.

Recalco este asunto con un propósito. Hoy pueden ver que las lenguas habladas en el movimiento pentecostal se asemejan al hablar de Dios. Los pentecostales hablan en primera persona: “Yo haré esto, o Yo haré aquello”. Además, con frecuencia profetizan, diciendo: “Oh pueblo Mío, Mi día se acerca. ¡Preparaos!”. Si escuchamos cuidadosamente sus palabras o expresiones, notaremos que son palabras halladas en Isaías o en Jeremías. Hermanos y hermanas, deben saber que esto es contrario al principio rector del Nuevo Testamento.

Por favor, lean el libro de Hechos. ¿Hay constancia alguna de que los apóstoles dijesen una profecía así? No hay tal constancia ni en Hechos ni en las Epístolas. Hoy en la degradación de la iglesia, ustedes serán engañados si escuchan esas palabras externas. En el tiempo de la degradación de la iglesia, el apóstol Pablo escribió una carta que contiene esta frase: “El Espíritu dice claramente” (1 Ti. 4:1). El Espíritu Santo no nos está hablando de manera objetiva, como la gente supone. Más bien, el que habla dentro de nosotros es el Espíritu de vida que mora en nosotros y se ha mezclado con nuestro espíritu en un solo espíritu.


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