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Tratar con nuestras partes internas para el crecimiento en vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7381-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 9 Sección 2 de 3

SEPARADOS DE CRISTO NADA PODEMOS HACER

Si dos hermanos se detestan, es posible que alguien ore por ellos y les recomiende que se amen el uno al otro. Parece que está bien hacer esto. No obstante, estos hermanos no pueden amarse por su propia cuenta. Juan 15:12 dice: “Éste es Mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como Yo os he amado”, y el versículo 17 dice: “Estas cosas os mando para que os améis unos a otros”. No obstante, el versículo 5 dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer”. Por una parte, el Señor Jesús nos dice que debemos amarnos unos a otros. Por otra parte, en el mismo capítulo nos dice que separados de Él nada podemos hacer.

El amor que el Señor menciona aquí equivale a la propagación e incremento de Sí mismo. Dentro de un árbol se hallan las riquezas de la savia de vida del árbol. Llevar fruto es simplemente la propagación de las riquezas de la savia de vida del árbol. Con esto podemos ver que, en Juan 15, el amor que debemos tener los unos a los otros no es cierta clase de comportamiento, sino el crecimiento de vida, el aumento, la expansión y la propagación de Cristo. Aun si pudiésemos amarnos unos a otros, no es ése el amor real que se menciona aquí. El verdadero amor del que se habla tal vez parezca cierta conducta, pero no lo es. Este amor equivale al incremento y la propagación del Cristo que mora en nosotros, la expresión de la vida interior. Por lo tanto, éste es el crecimiento de vida; no es una simple mejora del comportamiento.

Tal vez, un hermano tenga una orgullosa manera de ser, pero se da cuenta que no es correcto que un hermano cristiano que está en la iglesia entre otros hermanos, sea orgulloso y que el orgullo es algo feo. Entonces, quizás él ore y haga todo lo posible por mejorar su comportamiento a fin de ser humilde. Es posible que todos nos sorprendamos al ver la humildad de este hermano. Quizás digamos: “Miren, apenas la semana pasada este hermano era muy orgulloso. Y vean cómo ha cambiado. Ahora él es muy humilde”. No obstante, debemos preguntarnos qué clase de cambio es éste. ¿Este cambio es una simple mejora del comportamiento, o es la expansión de Cristo dentro de él? La manera de tener la expansión de Cristo en nuestro interior no es al corregirnos a nosotros mismos ni al mejorar nuestro comportamiento, sino abrirnos al Señor, permitiéndole que Él venga y nos llene, nos absorba, nos impregne, nos sature y se propague a Sí mismo en todo nuestro ser. Entonces, en las circunstancias que requieren de nuestra humildad, este Cristo que se propaga en nosotros será la humildad que satisface tal necesidad. Esta humildad no es cierta clase de comportamiento, sino es una clase de propagación de Cristo y una expresión de Cristo.

Tal vez esto sea difícil de entender, porque nuestro entendimiento, nuestro concepto y nuestra mente se enfocan mucho en nuestro comportamiento, en la moralidad y en la mejora de nuestra conducta. No obstante, hemos visto ahora que el crecimiento de vida es el aumento de Cristo, la propagación de Cristo, la impregnación de Cristo y la expansión de Cristo.

EL AMOR Y LA HUMILDAD VERDADEROS
SON EL CRISTO
QUE SE PROPAGA Y QUE VIVE
POR MEDIO DE NOSOTROS

Hay dos clases de humildad y dos clases de amor. Una clase es algo que simplemente procede de nosotros mismos, mientras que la otra clase es la expansión de Cristo. Yo puedo amar a los hermanos fervientemente, pero quizás ese amor proceda de mí mismo. Mientras que hay otro amor, que es la propagación y la expresión de Cristo. Tal vez yo no tenga la intención de amar a alguien, pero día tras día me abro al Señor, y Él viene y me llena, me absorbe y me satura consigo mismo. Luego cuando yo acudo a usted, y hay necesidad de amor, espontáneamente será manifestada cierta medida de Cristo que satisfará esa necesidad. Éste es el verdadero amor. Esta clase de amor no es algo que procede de mí mismo, sino algo que brota del Cristo que se propaga y vive a través de mí.

Otro ejemplo, es que quizás, yo anteriormente haya sido una persona orgullosa, pero ahora que soy salvo he aprendido a amar al Señor, y me doy cuenta que si he de ser un hermano apropiado, no debo ser tan orgulloso. Al contrario, yo debo ser humilde entre los hermanos. Así que, todo el tiempo me esfuerzo por ser humilde. Tal vez hasta cierto grado pueda tener éxito y logre exhibir cierta clase de humildad. Ésta es una clase de humildad, pero existe otra clase. Digamos que yo no considere que debo ser humilde con los hermanos, pero tengo contacto con el Señor, abro mi ser a Él y permito que Él venga a mí una y otra vez de modo que Él me llene y me sature. Entonces cuando se presenta una situación entre los hermanos que requiere de humildad, el Señor satisface tal necesidad al propagarse a través de mí. De esta manera, la humildad que yo manifiesto no es sólo mi comportamiento. Esta humildad es Cristo que se propaga a Sí mismo a través de mí y se manifiesta en mí vivir.


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