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Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3898-1
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CAPÍTULO OCHO

EL INCENTIVO QUE TENEMOS
PARA QUE BUSQUEMOS MÁS DE CRISTO

La intención de Dios es edificar la iglesia con Cristo mismo. Cristo es el único material apto para la edificación de la iglesia. Sin embargo, Dios sabía en Su soberanía que Su pueblo escogido no tendría suficiente deseo de buscar más de Cristo. Ésta es la verdadera situación entre los cristianos de hoy. A pesar de que muchos han recibido a Cristo como Su Salvador y ya son salvos, no buscan más de Cristo. Sin embargo, puesto que el deseo de Dios es edificar la iglesia con Cristo, Él tiene que ser forjado en nuestro ser. Por consiguiente, necesitamos ser saturados y empapados de Cristo a fin de llegar a ser parte de Cristo. Una vez que seamos saturados, empapados e impregnados de Cristo, cada uno de nosotros será una parte de Cristo; y cuando se juntan todas estas partes, ellas constituirán la iglesia.

GANAR A CRISTO

Pese a que hay millones de cristianos que han sido verdaderamente salvos, muchos no han ido más allá de haber recibido a Cristo como su Salvador. No les interesa el Cristo subjetivo, sino que lo dejan en el cielo como un Salvador objetivo, en el cual ellos creen y al cual adoran. Así que no buscan de Cristo ni avanzan para alcanzar a Cristo ni para ganarlo.

Este asunto de ganar a Cristo se revela plenamente en Filipenses 3. En el versículo 8 el apóstol Pablo dijo: “Ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. Incluso Pablo sentía que carecía de Cristo, es decir, que no tenía lo suficiente de Cristo. A pesar de haber experimentado a Cristo a tal grado, él añadió que proseguía para ganar más de Cristo.

TENER HAMBRE DE CRISTO

Quisiera pedirles que consideren cuántos cristianos de hoy están tan resueltos a buscar de Cristo. ¿Cuántos cristianos tienen hambre y sed de Cristo? Dudo que entre nosotros haya muchos que vayan en pos de Cristo de esta manera. Les digo con franqueza que en estos días me he preguntado a mí mismo cuánta hambre tengo yo de Cristo. Me he dicho a mí mismo: “¿Tienes hambre de Cristo? Tú llevas más de cuarenta y cinco años en el ministerio, y llevas mucho tiempo en la vida de iglesia. ¿Tienes tanta hambre de Cristo como la que mostró el apóstol Pablo en Filipenses 3?”. Tengo que confesarle y decirle al Señor: “Señor, ten misericordia de mí, pues no tengo tanta hambre ni tanto deseo de buscarte”. Filipenses 3 revela cuánta hambre tenía Pablo de Cristo. En los versículos 10 y 11 él dijo: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte, si en alguna manera llegase a la superresurrección de entre los muertos”. Aquí vemos que Pablo tenía muchísima hambre de Cristo. ¿Cuántos cristianos hoy en día tienen esa misma hambre de ganar a Cristo?

Es importante que hoy comprendamos quién es Cristo. Cristo es el Dios Triuno quien pasó por el proceso de encarnación, vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión, y llegó a ser el Espíritu vivificante. Este Espíritu está con nosotros ahora mismo. Todas las cosas positivas se incluyen en este Espíritu vivificante. En Él encontramos redención, perdón, justificación, justicia, santidad, vida, luz y poder. En el Espíritu vivificante se encuentran Dios, el hombre y todas las cosas positivas del universo.

EL DESEO DE DIOS

Dios primeramente desea que nosotros recibamos a Cristo. Una vez que lo recibimos, somos redimidos, justificados, reconciliados, perdonados, lavados, regenerados y salvos. Después de que somos salvos, Dios desea que tengamos hambre de Cristo. Debemos poder decir: “¡Oh, deseo ganar más de Cristo! Tengo que ser una persona que tiene hambre de Cristo a fin de que Cristo sea mi suministro de vida, y yo pueda ser lleno, saturado, impregnado y empapado de Él. Así llegaré a ser una parte de Cristo”. Es de esta manera que la iglesia es edificada con Cristo.

LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO DEL REINO

La razón por la cual muy pocos cristianos tienen hambre de Cristo es que el evangelio del reino jamás ha sido predicado como es debido. Lo que hemos escuchado es únicamente el evangelio de la gracia, no el evangelio del reino. Todos hemos oído el evangelio de la gracia en cuanto a la salvación eterna; hemos creído este evangelio, y hemos recibido la salvación eterna. Pero quizás nunca antes hayamos oído una predicación adecuada acerca del evangelio del reino. Por lo tanto, todos nosotros, incluyéndome a mí mismo, necesitamos recibir una seria advertencia.

En la biografía de George Whitefield se nos dice que un día mientras predicaba sobre el infierno, alguien de la congregación saltó al pasillo y empezó a gritar diciendo que estaba cayendo al infierno. Esto nos muestra cuán eficaz era la predicación de Whitefield en cuanto al infierno. Hoy en día necesitamos algunos predicadores que proclamen el castigo del reino con la misma eficacia. Necesitamos advertir a los creyentes del peligro de ser echados a las tinieblas de afuera donde será el llanto y el crujir de dientes. Debemos predicar la advertencia que nos da el evangelio del reino a fin de despertar a los creyentes para que conozcan del castigo dispensacional. Este tipo de predicación nos constriñe a buscar más de Cristo.

Un buen evangelista siempre predica el evangelio desde dos ángulos. El primero consiste en advertirle a las personas que si no se arrepienten y creen en el Señor Jesús, serán echadas al infierno donde sufrirán el castigo del fuego eterno. Hay que hablarles a las personas acerca del juicio del Dios justo. El otro ángulo es decirles a las personas cómo Cristo ya lo hizo todo para salvarlas y que ellas simplemente necesitan recibirlo. El mismo principio se aplica con respecto a la predicación del evangelio del reino. Debemos advertirles a todos los cristianos que un día Cristo regresará para arreglar cuentas con ellos. En aquel tiempo ellos recibirán una recompensa o un castigo, es decir, entrarán en el resplandeciente disfrute con Cristo o serán echados a las tinieblas de afuera. Miles de incrédulos y pecadores han sido constreñidos a creer por temor de ir al infierno. De igual manera, tenemos que constreñir a los cristianos para que busquen a Cristo por temor del juicio venidero.

La promesa de la recompensa del reino es también un gran incentivo para que busquemos de Cristo. La esperanza de recibir esta recompensa nos motiva a ganarlo a Él. Una vez que seamos constreñidos a buscar de Cristo y nos sintamos motivados a ganarlo, tendremos hambre de Cristo. Desearemos de todo corazón ganar a Cristo, a fin de alcanzar la superresurrección de entre los muertos.


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