Experiencia que tienen los creyentes de la transformación, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7157-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En este capítulo continuaremos con nuestra comunión respecto a la obra de transformación que el Señor efectúa dentro de nosotros. Leamos algunos versículos que hablan de la transformación del alma.
El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu. (2 Co. 3:17-18)
No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto. (Ro. 12:2)
Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente. (Ef. 4:23)
La mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz. (Ro. 8:6)
El hombre anímico no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el hombre espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo. (1 Co. 2:14-16)
En estos versículos debemos poner atención a tres frases. La primera es el hombre anímico. Un hombre anímico es un hombre regido por su alma. Tal persona no acepta las cosas del Espíritu de Dios. La segunda es el hombre espiritual. Así pues, hay dos clases de hombres: el anímico y el espiritual. La tercera frase es la mente de Cristo.
No nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. (2 Co. 4:16)
En este versículo la palabra traducida “desgastando” también puede traducirse “consumiendo”.
En el capítulo anterior vimos que somos seres humanos creados por Dios, y como tales, estamos formados de tres partes: un cuerpo físico, un alma y un espíritu (1 Ts. 5:23). El espíritu es la parte más recóndita de todo nuestro ser creado, y el cuerpo es la parte más externa. Entre el espíritu y el cuerpo está el alma, la cual consta de la mente, la parte emotiva y la voluntad. Con la mente pensamos, con la parte emotiva sentimos el gozo o el dolor así como otros sentimientos, y con la voluntad tomamos decisiones. Además, también vimos la función de cada una de las partes de nuestro ser: con nuestro cuerpo físico contactamos el mundo físico, con el alma contactamos el mundo sicológico y con el espíritu contactamos el mundo espiritual. Si queremos tener contacto con cualquiera de estos tres mundos, debemos usar el órgano correspondiente. Puesto que Dios es Espíritu, si queremos adorarle, debemos adorarle con nuestro espíritu humano, en nuestro espíritu humano y mediante nuestro espíritu humano (Jn. 4:24).
Cuando el Señor Jesús entró en nuestro ser, Él entró en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). El Señor es el Espíritu (2 Co. 3:17), y como Espíritu Él entró en nuestro espíritu humano. Ahora estamos unidos al Señor y hemos llegado a ser un solo espíritu con Él (1 Co. 6:17). El Espíritu divino y el espíritu humano se han mezclado y se han compenetrado juntos para formar un solo espíritu. Somos uno con el Señor, no en el cuerpo ni en la mente; somos uno con el Señor en nuestro espíritu. Cuando el Señor entró en nuestro espíritu, una reacción ocurrió en nuestro ser. Esta reacción fue nuestra regeneración. La regeneración es la transformación de nuestro espíritu. En el momento que creímos, nuestro espíritu fue transformado por Cristo con la vida divina.
Puesto que hemos sido regenerados, nuestro espíritu está plenamente transformado. Ahora debemos pasar por la transformación continua del resto de nuestro ser, en particular de nuestra alma (2 Co. 3:17-18; Ro. 12:2; Ef. 4:23). El alma es una parte muy importante de nuestro ser. Que nuestra alma sea transformada quiere decir que nuestra mente, parte emotiva y voluntad son transformadas. Si somos transformados en nuestro espíritu pero no en nuestra alma, esto significa que aun cuando tenemos a Cristo como vida en nuestro espíritu, no tenemos mucho de Cristo en nuestra alma. Necesitamos que Cristo aumente dentro de nosotros todo el tiempo, esto es, que se extienda desde nuestro espíritu a las tres partes de nuestra alma. Cuando el Señor se extienda plenamente en nuestra mente, parte emotiva y voluntad, seremos transformados a Su imagen. Cuando seamos transformados a Su imagen, sentiremos, pensaremos y tomaremos decisiones de la misma manera en que Cristo siente, piensa y toma decisiones. Al considerar cualquier asunto, lo haremos como el Señor lo hace; cuando amemos u odiemos, amaremos y odiaremos como Cristo lo hace; y cuando se trate de escoger, escogeremos lo que el Señor elige, y abandonaremos y rechazaremos lo que el Señor abandona y rechaza. Cuando nuestra alma haya sido transformada totalmente en la imagen de Cristo, nosotros los seres humanos tendremos la imagen de Cristo en nuestra vida diaria.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.