Información del libro

Economía divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-443-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 15 Sección 2 de 4

LA MUERTE DEL DIOS-HOMBRE

Ahora necesitamos ver quién murió en la cruz. Puede ser que comprendamos que Jesucristo como nuestro Redentor y Salvador murió en la cruz, pero debemos adentrarnos más para darnos cuenta de que El murió en la cruz como el Dios-hombre. Su constitución es divina y humana. El es una constitución viva de dos esencias y de dos elementos con dos naturalezas, de modo que El era el Dios-hombre. Como tal, El murió en la cruz.

En el primer siglo, mientras el apóstol Juan aún vivía, hubo una gran herejía inventada por Cerintio, la cual decía que cuando Jesús murió en la cruz, Cristo lo abandonó. Eso habría significado que cuando Jesús murió en la cruz, El era pura y meramente un hombre sin la esencia divina ni el elemento divino. Juan hace frente a esta herejía en 1 Juan 2:22, donde dice: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”. La esencia divina era parte de la constitución de Cristo. Uno puede quitarle sus pertenencias a una persona, pero no puede quitarle su naturaleza humana, ya que es parte intrínseca de su ser. Jesús está constituido con la esencia divina y la esencia humana, y estas esencias nunca le podrían ser quitadas ya que son parte intrínseca de Su ser divino y humano. No debemos olvidar que Aquel que murió en la cruz por nosotros era tanto Dios como hombre: el Dios-hombre. Este Dios-hombre murió en la cruz en siete maravillosos aspectos.

El Cordero de Dios

Primero, El murió en la cruz como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29). Como el Cordero de Dios El quitó el pecado del mundo, incluyendo todos los pecados (1 Co. 15:3).

La serpiente de bronce

Juan 3:14 nos dice que Jesús también murió en la cruz como una serpiente: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. El Cordero de Dios es una figura retórica, y la serpiente también. Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, ante los ojos de Dios El tenía la forma de una serpiente. Esto se debe a que todos los pecadores hemos llegado a ser serpientes. Todos nosotros hemos sido envenenados por la serpiente antigua, Satanás. Cuando los hijos de Israel pecaron contra Dios, fueron mordidos por serpientes (Nm. 21:4-9). Dios le dijo a Moisés que levantara una serpiente de bronce a favor de ellos para el juicio de Dios, a fin de que mirando a la serpiente de bronce todos vivieran. Como descendientes de Adán, hemos sido envenenados por la serpiente antigua, y la naturaleza de la serpiente está dentro de nosotros.

Mateo 16:23 nos dice que el Señor Jesús reprendió a Pedro, diciéndole: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” Pedro no era un hombre malo; estaba tratando de mostrarle amor al Señor Jesús. Después de que el Señor les dijo a los discípulos que El tenía que pasar por el sufrimiento, la crucifixión y la resurrección, Pedro “comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (v. 22). Aun cuando Pedro amaba al Señor Jesús, él era una serpiente. El Señor lo reprendió llamándolo Satanás. No sólo cuando hacemos cosas malas somos como Satanás, sino también cuando hacemos cosas buenas. Satanás es aquel que se rebeló contra Dios, y esta naturaleza rebelde de Satanás está en nuestra naturaleza caída. Cuando hacemos cosas malas, estamos contra Dios. Cuando hacemos cosas buenas, también es posible que estemos en rebelión contra Dios. No es asunto del bien o del mal, sino de nuestra naturaleza. Conforme a nuestra naturaleza caída, todos somos serpientes.

La serpiente que Moisés levantó en el desierto era una serpiente de bronce. Tenía la forma de la serpiente sin el veneno de la serpiente. En Romanos 8:3 Pablo nos dijo que Dios envió a Su propio Hijo “en semejanza de carne de pecado”. La carne de pecado es la serpiente. Todos tenemos la carne de pecado, y todavía vivimos en la carne de pecado. Ante los ojos de Dios esta carne de pecado es una serpiente, porque en la naturaleza de la carne de pecado está la naturaleza maligna de Satanás. Así que, Satanás es la serpiente, y nuestra carne de pecado también es la serpiente.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top