Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0346-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Moisés fue también adiestrado en cuanto a la incredulidad de los hijos de Israel (6:9, 12). Cuando estudié la historia de Israel hace muchos años, no tuve mucho aprecio por los hijos de Israel. Pensaba que yo nunca sería como ellos. No obstante, después de formar parte del pueblo de Dios por más de cuarenta y cinco años, ahora tengo a los hijos de Israel en gran estima. En algunos aspectos, yo pienso que ellos eran mucho mejor que la gente de la iglesia hoy en día. Quizá los ancianos en las iglesias prefieran a los hijos de Israel a los santos en la iglesia de su localidad. Parece que donde quiera que estemos, la gente, allí, causa más dificultades que la que se encuentra en otros lugares. No obstante, por muy malo que sea nuestro entorno, no debemos creer en él. El entorno fluctúa, pero la palabra de Dios no cambia.
Por una parte, el entorno es una mentira porque cambiará; es solamente temporal. Por otra parte, puesto que todo lo que está en nuestro entorno nos dice algo de parte de Dios, la incredulidad de los hijos de Israel debía de haberle indicado algo a Moisés. Mediante la incredulidad y terquedad de Faraón, Moisés debía haber visto sus propias carencias expuestas, y él debía haber ido al Señor y confiar más en El. Por el contrario, Moisés fue al Señor con un espíritu de queja. Sin la incredulidad y la terquedad, Moisés hubiera pensado que todo estaba bien. En realidad, Moisés tenía algún problema interior que necesitaba quedar expuesto, y él necesitaba algún adiestramiento adicional.
Ahora llegamos a la terquedad de Faraón. Hemos señalado que Faraón representa a Satanás. Satanás siempre es terco; él nunca cambia, excepto para ser todavía más terco. Por consiguiente, debemos aprender a no ser distraídos por la terquedad del enemigo.
En dos ocasiones en el capítulo seis, Moisés dijo al Señor que él era de labios incircuncisos (vs. 12, 30). Al principio, yo pensaba que él hacía una simple confesión como lo hizo Isaías (Is. 6:5). Pero después de mucho estudio, he llegado a entender este asunto de manera distinta. En 4:10, Moisés dijo al Señor: “¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que Tú hablas a Tu siervo; porque soy tardo en el habla y de lengua incircuncisa”. Esta fue la respuesta de Moisés al llamado original de Dios. Sin embargo, el Señor insistió en mandar a Moisés ante Faraón. Por esta insistencia, Moisés tal vez pensó que su lengua se convertiría en un instrumento poderoso y que todo lo que dijera a Faraón estaría lleno de autoridad. Quizá haya pensado que sus palabras se harían tan poderosas que todos, incluyendo Faraón, obedecerían a su palabra. El resultado del primer conflicto con Faraón fue totalmente diferente. Faraón no lo escuchó, y los hijos de Israel no lo escucharon. Por consiguiente, Moisés se quejó al Señor, pero el Señor le dijo: “Entra y habla a Faraón rey de Egipto, que deje ir de su tierra a los hijos de Israel” (6:11). Fue en ese momento cuando Moisés hizo esta observación al Señor: “He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo de labios incircuncisos?” (6:12). Estas palabras implican una queja. Moisés se quejaba de que el Señor no había hecho nada para hacer que su boca fuese poderosa. El no estaba contento porque sus labios seguían iguales.
Los que han sido llamados por el Señor hoy en día pueden orar y esperar que El llenará el hablar de ellos con poder milagroso. Pero finalmente nos damos cuenta de que nuestros labios permanecen iguales. Nuestros labios todavía son incircuncisos, es decir, siguen siendo naturales.
Cuando Moisés le dijo al Señor que sus labios eran incircuncisos, estaba diciendo: “Señor, Tú me pides ir a hablar con Faraón. Ya lo he hecho, y eso no funciona. Ni Faraón ni los hijos de Israel quieren escucharme. Yo pensaba que mis labios serían cambiados, pero veo que siguen incircuncisos. Tú no has hecho nada para cambiar mis labios. A menos que Tu hagas esto, no volveré a hablar con Faraón. Con mis labios naturales, no puedo hacer nada. Nadie me escucha. Señor, debes hacer que mis labios sean poderosos. Entonces solamente podré hablar de una manera tal que la gente me escuche”.
Indudablemente Moisés esperaba que Dios usaría sus labios para pronunciar unas palabras poderosas a Faraón de una manera milagrosa. Por el contrario, la palabra que pronunció la boca de Moisés era común, y no tenía nada extraordinario. Pero lo que finalmente salió de este hablar común es la acción del Señor, y no la del hombre. El resultado depende del hecho de que somos enviados por el Señor y que tenemos la comisión de El y lo representamos, y no por nuestro esfuerzo, nuestra capacidad, o el buen trabajo que hagamos. El vaso de barro sigue siendo barro, pero contiene un tesoro. La zarza sigue siendo una zarza, pero el fuego santo está ardiendo sobre ella. La zarza no debe esperar ser cambiada, ni debe esperar que la gloria venga a ella. La gloria siempre debe ir a Dios.
Suponga que usted es enviado por el Señor a cierto lugar. Usted puede orar y tratar de creer que el Señor fortalecerá sus labios. No obstante, cuando usted habla, se da cuenta de que sus labios no han cambiado. En todo caso, su hablar es peor que nunca. Lo he experimentado muchas veces. Después de dar un mensaje, fui al Señor y le dije: “Señor, oré para que Tú me dieras palabras poderosas, pero Tú no me ayudaste en nada. Señor, ¿no te das cuenta de cuán pobre era mi hablar? Quiero renunciar a hablar por Ti. Todavía tengo labios incircuncisos”.
Esta actitud denota que dependemos de lo que somos y de lo que podemos hacer, y no de lo que el Señor es y de lo que El puede hacer. El Señor no intenta cambiar nuestros labios. Por el contrario, El los dejará iguales. El Señor le dijo a Moisés que El le había hecho dios para Faraón (7:1), pero El no haría nada acerca de los labios de Moisés. De hecho, Moisés no tenía ninguna necesidad de hablar a Faraón, pues Aarón sería su profeta.
La primera vez que Moisés encontró a Faraón, él no habló de manera milagrosa, sino de una manera común. El también habló a los hijos de Israel de una manera común. Como nada se producía, él se quejó al Señor. Entonces Dios le dio un adiestramiento adicional y le encargó volver a Faraón. Pero Moisés no lo quería hacer a menos que el Señor hiciera algo milagroso con sus labios. La respuesta de Dios implica que El no haría nada para cambiar los labios de Moisés. Por el contrario, El haría de Moisés un dios para Faraón y proveería a Aarón para que fuera el profeta de Moisés. Parece como si el Señor estuviera diciendo: “Moisés, no haré las cosas según tu manera. Más bien, tú debes obedecer lo que Yo digo. Lo que sientes acerca de tus labios incircuncisos no hace ninguna diferencia. En realidad, tú no necesitas hablar a Faraón, porque Aarón será tu portavoz. Moisés, olvídate de tus labios”.
Esta es una lección muy importante para nosotros. Deseamos que Dios cambie milagrosamente nuestros labios. Pero Dios no quiere hacer eso. El éxito al llevar a cabo el llamado de Dios no depende de nuestra sabiduría ni de lo que nos proponemos. Dios siempre tiene Su propia manera de hacer las cosas. Moisés pensaba que todo dependía de la condición de sus labios. Pero la manera de Dios consistía en dejar que los labios de Moisés siguiesen iguales y proveer a Aarón para que fuese su profeta. En la vida de iglesia actual debemos abandonar nuestras propuestas y nuestros conceptos y decir: “Señor, lo que digo no significa nada, pero lo que Tú dices lo significa todo. Señor, estoy dispuesto a olvidarme a mí mismo y no aferrarme más a mi ser natural”. Olvidémonos de nuestros labios incircuncisos, es decir, olvidémonos de lo que somos en naturaleza.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.