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Cristo es todas las cosas y los asuntos espiritualespor Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0698-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 5 Sección 2 de 3

CRISTO ES LA VERDAD

El Señor dijo que El es el camino y también que El es la verdad. La verdad es sencillamente Cristo, no es la enseñanza acerca de El ni la doctrina de El; es El mismo. Por lo general, los creyentes piensan que las exposiciones y las explicaciones sobre Cristo constituyen la verdad. En realidad, la verdad no es la explicación de algo, sino que es Cristo mismo. El dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:32). Hermanos y hermanas, ¿cuántas verdades nos han hecho libres? La Palabra de Dios dice que la verdad nos hará libres. Pero en muchos casos, la verdad no pasa de ser una doctrina para nosotros, y no es Cristo. Nuestros ojos no han sido abiertos para verle a El. ¡Qué lástima que hemos predicado doctrinas por tantos años y todavía no hemos visto al Señor! Tal vez hemos oído doctrinas durante diez años sin haber visto nada. El hombre puede hablar de la doctrina de estar juntamente crucificado con Cristo, pero los demás no ven en él el poder de la crucifixión. Pueden hablar de la vida de resurrección, pero los demás no ven en ellos dicha vida. Si predicamos solamente doctrinas, comunicamos sólo elementos muertos y no la vida.

Una persona escribió una carta a un hermano diciendo: “Cierto hermano me ofendió, y no sé si deba perdonarle; por eso le escribo para preguntarle a usted. En mi corazón no tengo preferencia alguna al respecto. Si usted me dice que debo perdonarle, lo haré, y si me dice que no, no le perdonaré”. ¿Podría un creyente escribir esta carta? Supongamos que uno de mis seres queridos muere, y yo le escribo una carta a usted preguntándole: “Uno de mis seres queridos acaba de morir. Dígame si debo llorar. Si usted me dice que llore, lloraré, y si me dice que no, no lloraré”. Esto sería absurdo. Si uno llora porque otros le dicen que debe hacerlo, ese llanto será fingido, y retener las lágrimas también será una actitud postiza. Ambas acciones serán obras muertas. En el caso de la persona a la que aludimos, ella tiene dos opciones, perdonar o no perdonar. Si dice: “Yo le perdono si sé que debo hacerlo, y si sé que no debo perdonarle, no lo haré”, eso es una obra sin vida, basada en una enseñanza, y no es más que una acción artificial.

Si no tenemos al Señor en nosotros, y si El no es nuestra verdad, cualquier enseñanza que guíe nuestras acciones no es más que obras sin vida. ¿Pueden captar la diferencia? La diferencia es enorme. Para llevar a cabo acciones es necesario utilizar la memoria, pero la vida no precisa el uso de la memoria. Cuando decimos algo que procede de la vida, no lo hacemos por haber recordado algo, sino porque una fuerza interna nos motivó a hablar. Así que es el Señor quien nos controla, no una doctrina. Llegará el día cuando el Señor nos abrirá los ojos para que comprendamos que la realidad espiritual no está separada de Cristo. Nosotros no presentamos doctrinas, sino que conducimos las personas a Cristo mismo. No tenemos que recordar una doctrina para luego tratar de acatarla. Cristo vive en nosotros y llega a ser nuestra verdad.

En cierta ocasión un hermano ofendió a otro. Este no se pudo contener y reprendió severamente a aquél. Después de haber hecho esto su conciencia lo reprendió, y tuvo el sentir de que debía volver al hermano y ofrecerle disculpas, pero cuando recordó la ofensa, su enojo persistió. De todos modos, consciente de que debía pedirle perdón, empezó a escribirle una carta con estas palabras: “No estuvo bien de mi parte haberle reprendido”, pero al instante recordó la ofensa y volvió a airarse. Más tarde trató nuevamente de escribir la carta, pero no pudo evitar sentir rencor. Después de escribir la carta y de haberla enviado, seguía airado contra el hermano. Exteriormente, parece que hubiera hecho una buena obra, pero sólo fue el resultado de una enseñanza, no de la vida, pues aunque había escrito la carta y había pedido perdón, todavía guardaba rencor en su corazón. La próxima vez que vea al hermano que lo ofendió, tal vez lo salude y le dé la mano, pero interiormente no le habrá perdonado y no podrá expresar ninguna naturalidad al hablar. ¿Pueden ver la diferencia? El Señor es la verdad. Si lo que hacemos procede de nuestro conocimiento doctrinal y no de El, es una obra muerta. Debemos tener presente que las cosas espirituales están vivas sólo cuando el Señor está presente. Cuando El resplandece de nuestro interior y actúa dentro de nosotros y lo vemos en lo más recóndito de nuestro ser, tenemos algo vivo.


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