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Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4619-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 23 Sección 3 de 4

SEPULTURA Y RESURRECCIÓN

Antes de empezar Su ministerio, el Señor Jesús experimentó este tipo de muerte. Durante todo el tiempo que estuvo en la tierra, Él no vivió por Sí mismo, sino que en vez de ello, vivió siempre por el Padre y dijo: “No puedo Yo hacer nada por Mí mismo” (Jn. 5:30). El Señor había sido sepultado. ¿Cómo puede hacer algo una persona que ha sido sepultada? Supongamos que usted hubiera sido sepultado. ¿Qué podría hacer? Si todavía puede hacer algo, eso indicaría que no ha sido sepultado. Nuestro estatus debe ser el de una persona que ha sido eliminada y sepultada, alguien que no puede hacer nada por sí misma. El Señor Jesús parecía decir: “No puedo hacer nada por Mí mismo. Cuando salí a ministrar, Yo fui bautizado, sepultado, bajo el agua. Ahora, puesto que he sido sepultado, ¿cómo podría hacer algo?”.

¡Aleluya, pues donde hay sepultura, hay resurrección! Lo que es sepultado es la vida humana, y lo que es resucitado es la vida divina. Debido a que Él fue sepultado y resucitado, el Señor Jesús no vivió por Su vida humana sino por la vida divina. El Señor Jesús lo hizo todo por el Padre que vivía en Él (Jn. 14:10), viviendo como alguien que había sido sepultado. De este modo, el poder de la resurrección siempre lo acompañaba.

Al final de Su ministerio, el Señor Jesús murió físicamente en la cruz. Cuando los dos hijos de Zebedeo se acercaron a Él buscando que les concediera una posición privilegiada, Él dijo: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que Yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado?” (Mr. 10:38). Cuando ellos le dijeron: “Podemos”, Jesús les dijo: “La copa que Yo bebo, la beberéis, y con el bautismo con que Yo soy bautizado, seréis bautizados” (v. 39). En el libro de Hechos vemos que los apóstoles en efecto fueron bautizados de esta manera. Todos ellos fueron sepultados y resucitados. Por ejemplo, en Hechos Pedro no vivió por su vida humana, sino por la vida divina. Él permanecía en la muerte de Cristo y era continuamente conformado a ella.

LLEGAR A SER EL ESPÍRITU VIVIFICANTE

Ya vimos que al final de Su vida, el Señor Jesús literalmente entró en la muerte y fue sepultado. Pero después de Su sepultura física, en donde se le dio fin de forma absoluta y completa, Él fue resucitado corporalmente. Mediante Su resurrección, la vida divina que estaba en Su interior fue completamente liberada. De este modo, Él llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Luego, como Espíritu vivificante, Él entró en los discípulos e infundió en ellos Su vida, la vida que siempre vivió bajo la muerte de cruz. Esto los capacitó para que vivieran según la forma, el modelo, el molde, de la muerte de Cristo. Fue así como el apóstol Pablo pudo declarar: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Pablo vivía, no por su propia vida, sino por Cristo, quien era su vida.

LA DIFERENCIA ENTRE VIVIR Y HACER

Es importante que veamos la diferencia entre hacer algo y morir a fin de vivir a Cristo. Hacer cosas es conforme al viejo decreto, pero morir para vivir a Cristo es conforme al nuevo decreto. Como ya vimos, hoy Dios no desea que hagamos nada; lo único que Él desea es que nosotros muramos a fin de vivir a Cristo. Eso es lo que significa ser configurados a la muerte de Cristo. Esta visión debe regularnos. Por ejemplo, cuando usted va a expresarle su amor a alguien, debe considerar si lo ama por usted mismo o si lo ama por Cristo. Lo mismo se aplica al hecho de predicar el evangelio. ¿Predica usted el evangelio por usted mismo o por Cristo? Dios no quiere que usted predique el evangelio por sí mismo, sino que lo predique por Cristo. Usted debe poder decir: “No soy yo quien predica el evangelio, sino Cristo”. Debemos llevar una vida en la que continuamente experimentemos la muerte de Cristo hasta la redención de nuestro cuerpo, hasta que literal y completamente hayamos sido terminados y hayamos entrado en la resurrección con la vida divina. Hasta que eso suceda, debemos vivir regidos por el principio de permitir que nuestra vida humana sea sepultada a fin de vivir por la vida divina, que es Cristo mismo. Hacer esto es ser configurados a la muerte de Cristo.

Todos estamos en el proceso de ser configurados a la muerte de Cristo. La muerte de Cristo es el modelo, el molde, que debemos aplicar a nuestro vivir diario. Nuestro propio ser debe ser configurado a Su muerte. Esto significa que nuestra vida humana debe estar siempre bajo la muerte, a fin de no comportarnos más según nuestra vida humana, sino conforme a Cristo.


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