Vida que vence, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-909-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Examinemos ahora lo que no es la fe. La fe no es esperanza. Los que tienen esperanza, no necesariamente tienen fe. Al hablar usted con otros sobre el tema de vencer, si ellos han vencido, verá que no tienen fe si responden: “Espero llegar a vencer”. Esto es como hablarle a una persona acerca de la salvación. Si él le dice que él espera algún día ser salvo, usted sabe que todavía no tiene fe. Algunas personas constantemente esperan que el Señor los salve, y siempre esperan que el Señor les ayude a vencer. Algunas personas oran constantemente y le piden al Señor que los haga vencer. Esperan que el Señor los haga vencer. Algunos dicen que se han rendido y han creído, pero todavía siguen esperando ver algún resultado. Si esperan para ver si esto funciona, nada sucederá jamás, porque la fe no es esperanza.
Un hermano me preguntó una vez si una persona que vence debe tratar de recordar constantemente que el Señor es su victoria. El dijo: “Tengo más de veinte trabajadores en mi fábrica. Tengo que supervisarlos, pero olvido cosas con frecuencia. Tengo a mi cargo muchas jóvenes. Todos los días les suceden muchas cosas, desde la mañana hasta las ocho de la noche. ¿Cómo puedo recordar a cada instante que el Señor es mi victoria? Si no logro recordar esto, ¿podré aún así ser victorioso?”. Le pregunté: “Cuando usted está en su fábrica, ¿se acuerda de que tiene dos ojos?”. El respondió que no. Luego le pregunté: “Al salir de su fábrica ¿tiene que tocarse los ojos con sus manos para asegurarse de que todavía están allí?”. El respondió: “Por supuesto que no”. No era importante si él recordaba sus ojos. Lo único que importaba era si sus ojos realmente estaban allí. Demos gracias al Señor porque la vida vencedora no depende de que nosotros recordemos al Señor, sino de que el Señor se acuerde de nosotros. Sería un gran sufrimiento para nosotros si se nos exigiera recordar al Señor. Demos gracias al Señor y alabémoslo porque El se acuerda de nosotros.
Algunas personas no están esperando, ni orando ni tienen futuras esperanzas, pero van en pos de sentimientos. Una hermana dijo que se había rendido y había creído, pero que no se atrevía a decir que había vencido. Esto se debía a que desde el primer día que recibió al Señor Jesús como su victoria, nunca había sentido nada especial. Hermanos y hermanas, creer es tener fe absoluta en algo; los sentimientos no juegan ningún papel en esto. Los sentimientos no tienen nada que ver con si un cuadro es hermoso o no; sólo se necesitan los ojos para ver. Los sentimientos son útiles en ocasiones, pero no sirven para entender las cosas de Dios. La mano solamente puede tocar las cosas y sentir su temperatura; pero no sirve para ver una pintura. Las cosas espirituales sólo pueden recibir sustantividad por medio de la fe, no de los sentimientos. Podemos vencer por causa de la Palabra de Dios. Dios habla, y todo queda hecho. No se trata de sentir alguna fuerza ni de experimentar alguna sensación intensa por unos cuantos días. Para vencer, lo único que se necesita es que tengamos una palabra del Señor.
Esta mañana un hermano mencionó su problema. El ya se había rendido y había creído, pero no se atrevía a decir que había vencido. Satanás lo seguía acusando. Algo le sucedió ayer que le hizo pensar que había retrocedido. Comenzó a dudar de su victoria. Le dije: “Suponga que yo le vendo a usted el lote que está detrás de mi casa y le firmo un contrato. Si viene alguien y le dice que el pedazo de lote es de él, ¿que haría usted?”. En tal caso, el hermano sólo podría hacer dos cosas: dar crédito al contrato y creer que todo lo contenido en el contrato era suyo; o creer en lo que yo le dije, lo cual indicaría que las palabras del otro deberían de ser falsas. La pregunta es ¿a quién creerle? Si decide creer en las palabras del hombre, tendrá que permitirle que se quede con el terreno; pero si escoge creer en mis palabras, le dirá al hombre que se marche, y el hombre tendrá que irse inmediatamente. Podemos confiar en las promesas de Dios y en Su Palabra. Si usted dice que su mal genio y su orgullo son verdaderos, hace que la Palabra de Dios no sea confiable. Si usted no tiene fe, su mal genio y su orgullo se le volverán reales. Pero si tiene fe, todas estas cosas desaparecerán.
Dios hizo un pacto con nosotros que dice que la mansedumbre, la paciencia, el amor, la templanza, lo que está en Cristo, todo ello es nuestro. Pero cuando usted vuelva a perder la paciencia y regresen su orgullo, su impureza y sus fracasos, ¿qué hará? Si usted cree en la Palabra del Señor, debe decir: “Dios te agradezco y te alabo porque yo puedo ser manso, paciente, humilde, amoroso y sobrio. Yo puedo ser todas estas cosas porque Cristo vive en mí”. Mientras se aferre firmemente a la Palabra de Dios, todos los temores se esfumarán.
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