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Enseñanza de los apóstoles, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-554-4
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LO QUE LA SECCION CELESTIAL
DEL REINO DE MIL AÑOS DEBE SER
PARA LOS CREYENTES EN LA EDAD ACTUAL
Y LO QUE SERA PARA LOS CREYENTES
EN LA EDAD VENIDERA

La sección celestial del reino de mil años debe ser un ejercicio y un aliento para los creyentes neotestamentarios que viven en la edad actual (2 Ti. 4:1, 18b; 2:12a). La manifestación del reino de los cielos, que será la sección celestial del reino de mil años, es la recompensa, el premio, para los vencedores. También es un ejercicio. Hoy día muchos cristianos son salvos y aman al Señor hasta cierto grado. Ellos creen que esto es suficiente. Ellos están agradecidos por la gracia y la misericordia del Señor, pero carecen de un ejercicio firme para seguir al Señor.

Si conocemos la verdad, no nos complaceremos por entender que hay un premio para nosotros. Los atletas de los juegos olímpicos pasan por un riguroso entrenamiento y ejercicio a fin de ganar el premio. Si ellos no se ejercitan, pierden el premio por el cual están compitiendo. Muchos cristianos perderán la recompensa del Señor debido a su complacencia.

La segunda epístola a Timoteo fue la última carta de Pablo. En el primer capítulo, él dijo que todos los creyentes que estaban en Asia lo habían abandonado (v. 15). Ellos habían abandonado su ministerio. Algunos, como Himeneo y Fileto, habían hablado palabras que eran como gangrena que dañaba e infectaba a los santos (2:17). Alejandro el calderero le había causado muchos males a Pablo (4:14) para hacer daño a su ministerio. Incluso Demas, que había sido colaborador de Pablo, le había abandonado (v. 10). Estas situaciones eran muy desalentadoras, pero pese a esos sufrimientos Pablo tenía en vista la aparición del Señor y Su reino. En 2 Timoteo 4:1 Pablo le dijo a Timoteo: “Delante de Dios y de Cristo Jesús, que juzgará a los vivos y a los muertos, te encargo solemnemente por Su manifestación y por Su reino”. El reino venidero o bien será una recompensa para nosotros o bien lo perderemos. En 2 Timoteo 4:18 Pablo declaró: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me salvará para Su reino celestial. A El sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Esta fue una declaración triunfante que Pablo hizo, sin embargo, en el mismo capítulo él nos dijo que iba a sufrir el martirio: “Porque yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano” (v. 6). Pablo se dio cuenta de que el César, Nerón, podría matarlo, pero que aquello nada significaba para él porque el Señor le guardaría para Su reino. Esto es el ejercicio y el aliento relacionados con el reino.

Por un lado, el reino de mil años debe ser un ejercicio para nosotros, y por otro, debe ser un aliento para nosotros. Algún día seremos examinados y medidos con relación a si hemos de recibir la recompensa del reino o si hemos de perderla, y recibir algún castigo. Este es un asunto muy serio. La sección celestial del reino de mil años será una recompensa para los creyentes vencedores y una pérdida a manera de castigo para los creyentes derrotados. Mateo 24:46-47 y 25:19-23 muestran cómo los infieles, los esclavos derrotados de Cristo, serán castigados. Cuando Cristo venga de nuevo, los derrotados serán echados a las tinieblas de afuera donde será el lloro y el crujir de dientes (25:30).

EL REINO DE MIL AÑOS
COMO LA EDAD DEL REINO HA DE SER USADO
PARA QUE EL SEÑOR DISCIPLINE Y PERFECCIONE
A LOS SANTOS DERROTADOS

Si no somos los vencedores en esta edad, seremos los derrotados que han de recibir castigo. El castigo para los incrédulos es la condenación y la perdición. Sin embargo, para los creyentes derrotados, el castigo es una disciplina. El Señor disciplinará a los derrotados para perfeccionarlos. Es posible que nosotros hayamos sido cristianos por años sin ser perfeccionados. Si no hemos sido perfeccionados en la edad actual, perderemos la recompensa y recibiremos castigo en la edad venidera en forma de disciplina para perfeccionarnos.

Esto es semejante a un estudiante que desea graduarse, pero que no está calificado para hacerlo en el momento de la graduación. Es posible que la escuela le exija que estudie otro semestre para poder graduarse. Este semestre adicional es un castigo o disciplina para él. La disciplina ayuda a perfeccionarlo a fin de que él pueda llegar a ser un graduado. Si no nos graduamos en la vida cristiana en esta era, el Señor requerirá que nosotros aprendamos algunas lecciones difíciles en la próxima edad. De todas maneras tenemos que graduarnos. Si nos graduamos antes, es decir, en esta edad, recibiremos la recompensa en la próxima edad. Si nos graduamos más tarde, habrá para nosotros algún sufrimiento, pero de todos modos nos graduaremos. Todos los cristianos se graduarán tarde o temprano. Después de la edad del reino de mil años, todos los escogidos por Dios, tanto aquéllos del Antiguo Testamento como aquéllos del Nuevo, habrán sido perfeccionados al ser disciplinados y estarán calificados para entrar en la Nueva Jerusalén.

De hecho, la sección celestial del reino de mil años también es la Nueva Jerusalén en el reino de mil años. Esto concuerda con la promesa del Señor en Apocalipsis 3:12: “Al que venza, Yo le haré columna en el templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de Mi Dios, y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de Mi Dios, y Mi nombre nuevo”. La mención de la Nueva Jerusalén como recompensa para los vencedores indica que esta promesa se cumplirá en el reino milenario. La Nueva Jerusalén en el reino milenario será como un premio para los vencedores, mientras que la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva será la porción de todos los redimidos por la eternidad. Así que, los vencedores entrarán en la Nueva Jerusalén mil años antes que los santos derrotados. Aquellos que sean derrotados en esta edad, demorarán su entrada en la Nueva Jerusalén mil años.

La Biblia nos dice que Dios tiene dos creaciones: la vieja creación y la nueva creación. Dios utiliza la vieja creación como material para producir la nueva creación. Antes de ser salvos, éramos parte de la vieja creación. Cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, fuimos regenerados. Esto hizo que llegásemos a ser parte de la nueva creación (2 Co. 5:17), pero en nosotros todavía hay muchas cosas relacionadas con la vieja creación. Esta es la razón por la cual necesitamos ser perfeccionados. Ser perfeccionados significa deshacernos de la vieja creación y crecer en la nueva creación.

La edad de la iglesia es maravillosa porque Dios está forjándose en nosotros. A medida que Dios se forja a Sí mismo por el bien de Su nueva creación, Su nueva creación aumenta. El aumento de la nueva creación es deshacernos de la parte de nosotros que es de la vieja creación. En nuestra vida física, a medida que comemos y bebemos, somos continuamente aprovisionados con nuevos elementos. En tanto que estos nuevos elementos nos son añadidos, los antiguos elementos son desechados. En nuestra vida espiritual, la nueva creación aumenta para que la vieja creación pueda ser desechada. Algunas veces no somos sumisos ni obedientes, así que necesitamos que el Señor nos discipline. Esto sirve para ayudarnos a ser renovados para ser más de la nueva creación y para hacer que la vieja creación sea reducida. Si durante esta edad todavía no somos sumisos, el Señor tratará esto en nosotros en la próxima edad. El nos tolerará hasta la próxima edad, el reino de mil años, donde podrá reasumir Su disciplina sobre nosotros. Durante ese tiempo pondrá a los creyentes infieles y derrotados en un “cuarto oscuro” para que sufran el castigo. Pero los creyentes vencedores estarán en gloria para reinar como reyes.

La edad venidera, la edad del reino de mil años, todavía será una edad de la vieja creación. La primera edad de la vieja creación fue la edad de los patriarcas. Esta edad fue utilizada por Dios para elegir a algunos patriarcas para Su reino. Después de la edad de los patriarcas sucedió la edad de la ley, en la cual Dios perfeccionó a muchos vencedores fieles de entre los hijos de Israel, Su pueblo redimido. Si leemos el Antiguo Testamento cuidadosamente, nos daremos cuenta de que algunos santos del Antiguo Testamento, tales como Jacob y David, fueron disciplinados por el Señor. Aunque Jacob era un suplantador, él fue transformado en Israel (Gn. 32:28). Israel significa “príncipe de Dios”.

La edad de la iglesia, la edad de la gracia, viene después de la edad de los patriarcas y la edad de la ley. Hoy en día en la iglesia disfrutamos la gracia, pero también estamos siendo adiestrados. Si no somos obedientes a Dios, El tendrá alguna disciplina preparada para nosotros en la próxima edad. Aun el apóstol Pablo tuvo algunos sufrimientos que fueron disciplina para él. Su aguijón en la carne era tal sufrimiento para él que le pidió al Señor que se lo quitara (2 Co. 12:7-8). Si no somos sumisos ni cooperamos con la gracia y la disciplina de Dios en esta edad, Dios nos disciplinará en la edad venidera. Dios usa cuatro edades en la vieja creación para perfeccionar a Su pueblo escogido a fin de que sea salvo, regenerado, transformado y, por último, transfigurado como vencedores. Dios ha asignado cuatro edades para ganar Su nueva creación sacándola de la vieja creación.

No deberíamos pensar que la edad del reino de mil años será completamente gloriosa. Será gloriosa para los vencedores, pero no para los creyentes derrotados. Tenemos que considerar nuestra situación. Incluso el apóstol Pablo creía que él no estaba errado en ninguna cosa, y con todo no se atrevía a juzgarse a sí mismo. El dijo que el que juzga es el Señor (1 Co. 4:3-5). El nos juzgará ante Su tribunal (2 Co. 5:10). La decisión en lo tocante a entrar en la gloria o sufrir pérdida durante los mil años (1 Co. 3:14-15) será tomada allí. La decisión será en cuanto a si hemos de reinar con El o si hemos de sufrir sin El. Cuál sea la decisión que se tome depende de cómo nos hayamos conducido en el Señor en esta edad. Esta es una advertencia muy solemne para nosotros, y es bastante reveladora. Todo aquel que cree en El, ha sido regenerado. Con todo y eso, tenemos que correr la carrera para ganar el premio.

En 1 Corintios 9:24-25 Pablo dice: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar. Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. Al correr la carrera, tenemos que correr con el premio en vista, para poder obtenerlo. No fue sino hasta el último momento de la carrera del apóstol Pablo, en 2 Timoteo 4:6-8, que él tuvo la certeza de que recibiría recompensa de parte del Señor en Su manifestación. A la luz de este premio, Pablo les mandó a los creyentes corintios que corrieran la carrera para poder obtener el premio. Esta es la enseñanza de los apóstoles.


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