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Hombre espiritual, El (juego de 3 tomos)por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0699-7
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CUARTA SECCION — EL HOMBRE ESPIRITUAL

CAPITULO UNO

EL ESPIRITU SANTO
Y EL ESPIRITU DEL CREYENTE

Los creyentes de hoy carecen del conocimiento acerca de la existencia del espíritu humano y sus funciones. Muchos de ellos no saben que además de su mente, su parte emotiva y su voluntad, tienen espíritu. Incluso después de escuchar que tienen espíritu, piensan que su mente, su parte emotiva o voluntad son dicho espíritu, o se confunden por desconocer dónde se encuentra éste. Esta ignorancia es un asunto muy serio. Los creyentes no saben cooperar con Dios ni tener dominio propio ni pelear en contra de Satanás, debido a que todas estas cosas requieren la acción del espíritu.

Lo más importante que un creyente debe saber es que tiene un espíritu, además del intelecto, el conocimiento y la imaginación, los cuales se hallan en la mente; los sentimientos, el amor y los deseos, los cuales se hallan en su parte emotiva; y las ideas, opiniones y determinaciones, que se encuentran en la voluntad. El espíritu es más profundo que la mente, la parte emotiva y voluntad. El creyente debe saber que tiene un espíritu y también debe conocer el sentir del espíritu, su función, su poder y el principio sobre el cual actúa. Sólo así podrá el creyente andar según el espíritu, no según el alma carnal ni según el cuerpo.

El espíritu y el alma de una persona que no ha sido regenerada dan la impresión de estar vinculados, pues ella sólo conoce los sentimientos del alma, que son fuertes y poderosos, e ignora la existencia del espíritu, el cual está muerto y retraído. Esta ignorancia comenzó cuando era un pecador, y continúa aun después de llegar a ser creyente. Aunque el creyente tiene vida en su espíritu, así como la experiencia de haber vencido “las cosas de la carne”, algunas veces anda según el espíritu, y otras, en el alma. No sabe lo que el espíritu exige ni cómo identificar lo que proviene del espíritu ni cómo nutrirlo; no conoce los sentimientos del espíritu ni el significado de lo que representan. Todo esto restringe la vida del espíritu, y permite que la vida natural del alma continúe actuando sobre este mismo principio. Esto es algo muy delicado y va más allá de la imaginación del creyente común. Algunos creyentes fielmente buscan experiencias espirituales más elevadas y profundas, pero después de experimentar la victoria sobre los pecados, no siguen adelante debido a que desconocen la función del espíritu. En lugar de eso, van en pos de “conocimiento espiritual y bíblico” que satisfaga sus mentes; procuran sentir la presencia del Señor, y una especie de fuego recorre sus miembros; se conducen y andan principalmente de acuerdo al poder de su propia voluntad. Como resultado, el creyente se engaña, dando exagerado énfasis a sus propias experiencias (anímicas), y llega a considerarse un gigante espiritual. Esto cultiva la vida de su yo (su alma). Por un lado, él piensa que su experiencia es espiritualmente sólida, y que lo preservará en la senda espiritual. Los hijos de Dios deben humillarse delante de Dios y sujetarse al Espíritu Santo y a las enseñanzas bíblicas, y gradualmente examinar la función y la obra del espíritu, a fin de andar conforme al espíritu.

LA REGENERACION DEL HOMBRE
(COMPARESE CON EL CAPITULO CUATRO
DE LA PRIMERA SECCION)

¿Por qué necesita el pecador ser regenerado? ¿Por qué debe nacer de lo alto y ser regenerado por el espíritu? Porque el hombre es un espíritu caído, y como tal necesita que su espíritu sea regenerado para recibir un espíritu nuevo. Satanás es un espíritu caído y el hombre también es un espíritu caído, con la diferencia de que el hombre tiene un cuerpo. La caída de Satanás sucedió antes que la del hombre. Al conocer la caída de Satanás podemos conocer la nuestra. Satanás es un espíritu que fue creado por Dios para tener comunión directa con Dios. Sin embargo, él cayó y se convirtió en el líder de las tinieblas, y además se separó de Dios y de todas Sus virtudes. No obstante, Satanás no dejó de existir por haber caído; solamente perdió su relación normal con Dios. De igual manera, el hombre cayó en las tinieblas y se separó de Dios, pero el espíritu del hombre subsiste. Ahora, su espíritu está separado de Dios y no puede tener comunión con El ni reinar con El. Desde el punto de vista espiritual, el espíritu del hombre está muerto. Así como el espíritu del arcángel pecaminoso existe eternamente, asimismo sucede con el espíritu pecaminoso del hombre. Sin embargo, el hombre tiene un cuerpo, el cual llegó a ser carne por la caída (Gn. 6:3). Ninguna religión, ética, cultura ni ley de este mundo puede mejorar el espíritu humano caído. Debido a que el hombre es carne, nada puede convertirlo en espíritu; sólo la regeneración del espíritu puede hacerlo. Unicamente el Hijo de Dios, quien derramó Su sangre para limpiarnos de nuestro pecado y darnos una vida nueva, puede volvernos a Dios.

Cuando un pecador cree en el Señor Jesús, es regenerado, o sea que Dios le da Su vida increada, para vivificar su espíritu. La regeneración de un pecador se produce en el espíritu. Toda la obra de Dios comienza dentro del hombre y se extiende del centro a la circunferencia, mientras que Satanás obra de afuera hacia adentro. El propósito de Dios es, primeramente, darle vida al espíritu entenebrecido del hombre, y es precisamente ahí donde éste debe recibir la vida de Dios y tener comunión con El. Esto hace que el hombre sea regenerado. A partir de allí, actúa y se extiende al alma y al cuerpo del hombre.

Por la regeneración el hombre recibe un espíritu nuevo, y además hace que su espíritu viejo resucite. En cuanto a la regeneración, Ezequiel 36:26 dice: “Pondré espíritu nuevo dentro de vosotros”. Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. El espíritu mencionado en estos dos pasajes se refiere a la vida de Dios, ya que éste no es el espíritu que teníamos originalmente, sino el que Dios nos da cuando somos regenerados. Esta nueva vida es “divina” (2 P. 1:4) y “no puede pecar” (1 Jn. 3:9). El espíritu que el hombre tenía originalmente, aun después de ser vivificado, puede contaminarse (2 Co. 7:1) y necesita ser santificado (1 Ts. 5:23).

Cuando la vida de Dios (la cual también es llamada el “Espíritu”) entra en nuestro espíritu humano, lo vivifica, ya que éste se encontraba en una especie de estupor. Anteriormente nuestro espíritu era ajeno a la vida de Dios (Ef. 4:18), pero fue vivificado. Por lo tanto, “aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia” (Ro. 8:10). Lo que perdimos en Adán fue el espíritu, ya que murió; y lo que recibimos en la regeneración es la vivificación de este espíritu muerto. Sin embargo, no solamente obtenemos lo que habíamos perdido en Adán, sino que además recibimos un nuevo espíritu con la vida de Dios, la cual Adán nunca poseyó.

Por consiguiente, entendemos cuán inútil es querer mejorarnos a nosotros mismos, o exhortar a hacer el bien, a ser avivados o arrepentirnos. No importa lo que el hombre haga, no puede vivificar su espíritu, ni puede recibir un “espíritu nuevo”. Aunque el hombre pueda mejorar, lo que está muerto, está muerto; y aunque pueda reparar muchas cosas, lo que es viejo sigue siendo viejo. Si el hombre no recibe de lo alto una vida nueva, no importa cuán diligente sea para estudiar religión o para practicar la moral, no podrá hacer que su espíritu viva y sea nuevo. Unicamente el nuevo Espíritu de Dios puede vivificar el viejo espíritu del hombre. Quienes desean que su espíritu sea vivificado pero no reciben al nuevo Espíritu de vida de Dios, permanecerán muertos. Un hombre que no sea regenerado no tiene relación alguna con Cristo (Ro. 8:9); por lo tanto, todo creyente debe preguntarse si ya fue regenerado. Sólo los que reciben la vida excelente de Dios son hijos Suyos. Uno no puede ser hijo de Dios si no ha nacido de El.

En la Biblia a la vida de Dios, a menudo se le llama “la vida eterna”. Esta vida es zoe en el idioma original, y se refiere a la vida más elevada, la vida espiritual. Todo aquel que cree en el Señor Jesús es regenerado y recibe vida eterna al instante. ¿Cuál es la función de la vida eterna? “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo” (Jn. 17:3). Así que, la vida eterna no es solamente una bendición que viene después para que los creyentes disfruten, sino que también es una facultad espiritual. Sin la vida eterna no conocemos a Dios, ni podemos conocer al Señor Jesús. Después de que el hombre recibe la vida de Dios, él conoce al Señor por medio de la intuición. Esta pequeña parte de la vida de Dios dentro del hombre se desarrolla con el tiempo y crece hasta ser un hombre espiritual.

Después de regenerar al hombre, el propósito de Dios es que muchos, por medio de Su Espíritu, puedan deshacerse de todo lo que pertenece a la antigua creación; la obra de Dios en el hombre también se lleva a cabo en el espíritu.


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