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Visión central necesaria para servir a la iglesia, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8315-8
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CAPÍTULO CUATRO

VER EL MISTERIO
DE DIOS Y DE CRISTO EN LA BIBLIA
A FIN DE ADORAR Y SERVIR EN EL ESPÍRITU

RECIBIR LA PALABRA DEL SEÑOR
AL ORAR-LEER

No importa con cuánta frecuencia hayamos leído la Biblia, ciertas cosas no nos son fáciles de entender, pues son incompatibles con nuestros conceptos, a saber, nuestros pensamientos naturales, la influencia de nuestra cultura y nuestras nociones religiosas. Nos es fácil recibir las cosas en la Biblia que aparentemente corresponden con nuestros conceptos, pues nuestros conceptos son parte de nosotros. En otras palabras, en vez de recibir la Biblia en nuestro interior, muchas veces aplicamos nuestros conceptos a la Biblia. A fin de que nosotros entendamos el pensamiento hallado en la Biblia, necesitamos orar-leer.

VER UNA VISIÓN DEL MISTERIO HALLADO
EN LA BIBLIA

Necesitamos ver una visión del misterio de Dios y de Cristo hallado en la Biblia. El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es un gran misterio. Este Dios misterioso es el Padre, el Hijo, el Espíritu, Cristo, el Espíritu Santo, la vida, la luz, la santidad y la justicia. Él es todo lo que necesitamos. Isaías 9:6 dice: “Un niño nos es nacido, / un Hijo nos es dado; / [...] y se llamará Su nombre / Maravilloso Consejero, / Dios Fuerte, / Padre Eterno, / Príncipe de Paz”. En este versículo hay al menos seis títulos: niño, Hijo, Maravilloso Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno y Príncipe de Paz.

Lo que se revela en la Biblia acerca de las riquezas del ser de Dios es inefable. Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. El versículo 14 dice: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] llena de gracia y de realidad”. El versículo 18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. En el versículo 29 también se hace referencia a la Palabra que se hizo carne como Cordero de Dios, y en el versículo 32 el Espíritu, quien descendió sobre Él, es representado por una paloma. En Juan 1 Dios es la Palabra que se hizo carne, Él es gracia y realidad, Él es el Padre, Él es el Hijo unigénito en el seno del Padre y Él es el Cordero con la paloma, es decir, el Espíritu Santo. El capítulo 1 revela al Padre, al Hijo y al Espíritu. Nuestro Dios es demasiado misterioso.

Este Dios misterioso desea forjarse a Sí mismo en nosotros. En la reunión del partimiento del pan, a la mayoría de los santos les gusta pedir el himno #136 del himnario en chino. Éste es un buen himno, pero habla de la gracia de Dios de una manera superficial. Se puede comparar con la cáscara de una sandía. Cuando compramos una sandía, nos comemos la pulpa, no la cáscara. Muchos cristianos disfrutan a Dios de manera superficial; es como si ellos comiesen la cáscara de una sandía, y no la pulpa. Los himnos que nosotros elegimos muestran el grado en que nosotros estamos en nuestros conceptos naturales o en la visión del Dios misterioso.

Cuando nosotros recopilamos el himnario, consideramos este asunto de la “cascara” y la “pulpa”. Puesto que una sandía debe tener tanto la cáscara como la pulpa, conservamos los himnos “cáscara”. Sin embargo, tenemos que aprender a comer la “pulpa”, porque la esencia y los nutrientes están en la pulpa. No debemos comer solamente la cáscara. Los santos casi nunca piden himnos acerca de experimentar a Cristo como vida, tales como Himnos, #359 y #215, o himnos acerca de Cristo como Espíritu todo-inclusivo, tales como el himno #450 del himnario en chino e Himnos, #291. Algunos quizás ni conozcan la tonada de estos himnos. No pedimos cantar estos himnos porque no tenemos una visión acerca del tesoro contenido en estos himnos. Estos himnos tratan acerca de las riquezas de Cristo quien, como Espíritu todo-inclusivo, está en nosotros para ser nuestro suministro. Lamentablemente, estos hermanos y hermanas no saben cómo apreciar estos himnos. Ellos prefieren cantar los himnos “cáscara”.

VER LAS COSAS MÁS PROFUNDAS EN LAS ESCRITURAS

Cuando Dios creó todas las cosas del universo, les dio dos lados, un lado exterior y uno interior. El cuerpo humano tiene piel en el lado exterior, y carne y sangre en el lado interior. Los problemas de salud relacionados con la piel y la carne no son tan serios como los problemas relacionados con la sangre. Cuando consideramos una persona en su totalidad, su cuerpo es su persona exterior y su espíritu es su persona interior. Muchas veces les decimos a los creyentes que se vuelvan al espíritu y que desde su espíritu expresen a Dios en su vivir. Esas acciones implican nuestra persona interior, y no nuestra persona exterior. Esto se revela en la Palabra de Dios. Los clásicos confucianos también tienen un concepto acerca de la persona interior. “El gran aprendizaje” de El libro de los ritos dice: “El camino del gran aprendizaje consiste en desarrollar la virtud brillante”. Los antiguos sabios chinos descubrieron que hay una virtud brillante dentro del hombre, que es parte de la naturaleza humana innata creada por Dios. Los metafísicos sostienen distintas interpretaciones de esta virtud brillante, pero por lo general se considera que es la conciencia del hombre. Por consiguiente, el desarrollo de la virtud brillante se enfoca en el desarrollo interior de la conciencia, en vez de mejorar nuestra conducta.

El metafísico Wang Yang-ming de la dinastía Ming dijo que la auto-cultivación tiene que comenzar desde la raíz, que es el conocimiento innato que el hombre tiene del bien y su habilidad innata de hacer el bien. Una persona que intenta mejorarse exteriormente es como un árbol sin raíces o como agua sin una fuente; a la postre se secará. El conocimiento innato del bien y la habilidad innata de hacer el bien se refieren a la virtud brillante, que es la conciencia del hombre. No obstante, los antiguos sabios sólo sabían acerca de la conciencia humana creada por Dios, pero el Dios Triuno ha entrado en nuestro espíritu regenerado. Esto sobrepasa la virtud brillante, el conocimiento innato del bien y la habilidad innata de hacer el bien. Los últimos tienen que ver con la naturaleza humana creada por Dios, la cual es buena, pero Dios no se ha añadido a Sí mismo a estos componentes de nuestra naturaleza humana. Los sabios y metafísicos chinos descubrieron que el problema que el hombre tiene es uno interno, no externo. No obstante, ellos no vieron que Dios podía entrar en el espíritu del hombre por medio de la regeneración.

Muchas enseñanzas presentes en el cristianismo son bastante superficiales y no tienen mucha profundidad. Por ejemplo, los cristianos usualmente enfatizan sólo unos pocos versículos del Evangelio de Juan, tales como: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”, “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito” y “el buen Pastor pone Su vida por las ovejas” (1:29; 3:16; 10:11). Estos versículos hablan acerca de la redención efectuada por Dios y Su amor, pero ellos todavía son la “piel”. El Evangelio de Juan habla de cosas más profundas. Por ejemplo, la palabra en se usa muchas veces en este Evangelio (4:14; 6:56; 10:38; 14:17). Esto es muy significativo. Este Evangelio trata acerca de Dios, quien era en el principio, pero a quien el hombre no podía conocer porque Dios habitaba en luz inaccesible (1 Ti. 6:16; Jn. 1:1, 4; 8:12). No obstante, Él se hizo carne mediante la encarnación y se manifestó entre los hombres (1:14). Él fue visto, conocido y palpado por los hombres. Luego, en resurrección Él llegó a ser el Espíritu de realidad a fin de entrar y permanecer en el hombre (14:17).

Juan, en su primera epístola, dice: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante a la Palabra de vida (y la vida fue manifestada, y hemos visto y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)” (1:1-2). Estos versículos dicen que Dios no sólo es el Cordero de Dios; Él también es la vida eterna que nos ha sido anunciada. El Cordero es externo, mientras que la vida es interna. Al final del libro de Apocalipsis el Cordero está en el trono, del cual sale un río de agua de vida (22:1). Este versículo habla acerca de dos lados, a saber, el Cordero, del lado exterior, y la vida, del lado interior. No obstante, muchos cristianos ven, contactan y tocan sólo al Cordero, sin conocer nada acerca de la vida. Los padres cristianos les dicen a sus hijos que el Señor Jesús es el Cordero de Dios, pero raras veces conducen a sus hijos a ver que el Señor Jesús es también Dios que fluye al hombre para ser su vida. Muchos creyentes ven el lado del Cordero, pero no el lado de la vida. Incluso si ellos oyen una palabra acerca de la vida, no son conmovidos.


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