Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7380-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En este capítulo consideraremos el significado de las seis señales en Juan 1. Estas señales son la Palabra, el tabernáculo, el Cordero, la paloma, la piedra y la casa de Dios.
La Palabra es eterna; esto es, existe por sí misma, y no tiene principio (He. 7:3). Esto es contrario a la enseñanza herética que afirma que la Palabra, el Lógos, fue creada por Dios. Conforme a la revelación hallada en el Evangelio de Juan, la Palabra no fue creada. Sin embargo, la Palabra se hizo carne (1:14), y la carne es un elemento creado. Juan 1:1 dice que la Palabra era en el principio. Esto revela que la Palabra es eterna. Luego Juan 1:14 dice que la Palabra se hizo carne, la cual es algo creado por Dios. Con esto podemos decir que Juan reconcilia las escuelas de pensamiento que respectivamente dicen que Cristo era Dios y no hombre, y que Él era hombre y no Dios. Ésta es la razón por la cual algunos maestros enseñan que los escritos de Juan son conciliatorios. Como indicamos en el capítulo anterior, preferimos decir que los escritos de Juan son todo-inclusivos. Juan revela que, por una parte, la palabra es eterna, increada; pero, por otra, Él se hizo carne, algo creado por Dios.
La Palabra es viviente, es una persona divina, Cristo el Hijo del Dios viviente (Ap. 19:13). La Palabra eterna es nuestro Señor Jesucristo, y Él también es la Palabra viviente. Además, Cristo es la Palabra escrita, los escritos santos, la Biblia (He. 10:7; Lc. 24:27, 44). Cristo también es la Palabra hablada, el réma, la palabra para el momento, a fin de que sea espíritu y vida para el hombre (Jn. 6:63). Por consiguiente, Cristo es la Palabra eterna, la Palabra viviente, la Palabra escrita y la Palabra hablada. Tal Palabra representa al misterioso e invisible Dios definido y expresado. Con respecto a esto, Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. Además, según Hebreos 1:3, Cristo es el resplandor de la gloria de Dios y la impronta de Su sustancia. Como la Palabra, Cristo es la definición y la expresión de Dios. Por esta razón, Él pudo decir: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9).
Por medio de la Palabra todas las cosas llegaron a existir (1:3; He. 11:3). Según Juan 1:4 y 5, en Él está la vida divina (Dios impartido) y la luz divina (el resplandor de Dios).
Juan 1:14 dice: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Esta Palabra encarnada es un tabernáculo. Este tabernáculo indica que la Palabra se hizo carne como la expresión de Dios. Aquí la palabra expresión tiene el mismo significado que el oro en el tabernáculo. El tabernáculo estaba edificado con tablas de madera de acacia recubiertas de oro. Toda persona que entrara en el tabernáculo vería el oro resplandeciente, el oro que representa al Dios expresado. Cuando Cristo estaba en la tierra, había cierto resplandor en Él. Ese resplandor era la expresión de Dios, lo cual estaba tipificado por el oro del tabernáculo. Finalmente, nosotros también seremos revestidos con el oro resplandeciente.
Como tabernáculo, Cristo, la Palabra encarnada, participó de humanidad. Que la Palabra se hiciera carne significa que la Palabra se vistió de la naturaleza humana. La humanidad está tipificada por la madera de acacia del tabernáculo (Éx. 26:15, 29). El oro resplandeciente y la madera de acacia representan, respectivamente, la naturaleza divina de Cristo y Su naturaleza humana, Su humanidad.
Como el tabernáculo, Cristo es la corporificación de Dios. Colosenses 2:9 dice: “En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. No sólo el Padre estaba corporificado en Cristo, sino que la plenitud de la Deidad estaba corporificada en Él. Esto significa que la plenitud de la Deidad estaba corporificada en el tabernáculo. El Padre, el Hijo y el Espíritu estaban corporificados en el tabernáculo, y esta corporificación es la morada de Dios entre los hombres.
La plenitud de la Deidad estaba corporificada en el tabernáculo a fin de que el hombre pudiese entrar en Dios y disfrutarlo. Originalmente, Dios era misterioso, invisible e intocable. Pero ahora Dios ha sido corporificado en un tabernáculo en el cual podemos entrar, uno que podemos llamar un tabernáculo “entrable”. Esto significa que Dios es “entrable”; podemos entrar en Él y disfrutarle. Una vez entramos en Dios, podemos decir que podemos andar alrededor de Él para disfrutarle. Podemos disfrutarlo a Él como nuestro suministro de vida, tipificado por el pan sobre la mesa del pan de la Presencia, y como nuestra luz, tipificada por el candelero. En particular, podemos disfrutar de Él como el Arca. Entonces podemos permanecer ante el altar del incienso, no sólo para tener comunión con Él, sino también para interceder por Su propósito eterno. ¡Qué maravilloso es esto!
Nuestro Dios hoy en día es diferente del Dios de los judíos. En cierto sentido, Él es algo diferente del Dios que experimentan muchos cristianos. El Dios que nosotros experimentamos y disfrutamos en el recobro del Señor es el que se revela en la Biblia. ¡Aleluya, que en nuestro Dios se puede entrar, y nosotros podemos disfrutarle!
Con el tabernáculo tenemos la gracia (Dios disfrutado por nosotros) y la realidad (Dios hecho real para nosotros). Juan 1:16 y 17 dicen: “De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. La gracia es el disfrute de Dios para el hombre, y la realidad es Dios que se hace real para el hombre. Por consiguiente, la gracia es Dios disfrutado por el hombre, y la realidad es Dios hecho real para el hombre. Cuando entramos en el tabernáculo, podemos disfrutar del pan, la luz y el Arca. Todo esto es la gracia. ¡Cuánta gracia disfrutamos en la mesa del pan de la Presencia y el candelero! Especialmente disfrutamos la gracia en el Arca, con el maná escondido y el querubín. Mientras disfrutamos a Dios, Él se hace muy real a nosotros. Él llega a ser nuestro suministro de vida, nuestra luz, nuestro maná escondido, nuestra vara que reverdece y nuestra ley. ¡Qué maravillosa realidad es ésta!
El tabernáculo en Juan 1:14 es apenas un comienzo. Este tabernáculo tendrá su consumación en el tabernáculo eterno en el cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 21:2-3). Toda la Biblia llega a su consumación en una sola cosa: el tabernáculo. Apocalipsis 21 dice que la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios. El tabernáculo que tenemos hoy tendrá una consumación, y el tabernáculo consumado será la Nueva Jerusalén.
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