Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6380-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Como hemos visto, el Espíritu Santo, quien es el Dios Triuno consumado, tiene dos aspectos: el aspecto esencial y el aspecto económico, los cuales no tienen como fin la doctrina sino nuestra experiencia. Tenemos al menos dos himnos que hablan de esto, Himnos, #288 y #215. El himno #288 no sólo habla de nuestra experiencia espiritual, sino que también alude muchas veces a la Biblia. Por ejemplo, la estrofa 3 dice: “El Triuno Dios ahora es / Espíritu en consumación; / Lo puedo experimentar / Como aliento y viento hoy”. En Juan 20:22 el Espíritu Santo como aliento corresponde al aspecto esencial, mientras que en Hechos 2:2-4 el Espíritu Santo como viento corresponde al aspecto económico. En el aspecto esencial, el Espíritu Santo como aliento entra en nosotros como vida; y en el aspecto económico, el Espíritu Santo como viento recio es derramado sobre nosotros como poder. Por consiguiente, el Espíritu Santo como consumación del Dios Triuno es aliento y viento.
La estrofa 4 de Himnos, #288 dice: “Lo que el Padre tiene y es / En Su amado Hijo está; / Y Sus riquezas hoy posee / Su Espíritu de realidad”. Esto se basa en Juan 16:15, que dice: “Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que recibirá de lo Mío, y os lo hará saber”. Los versículos 13 y 14 dicen: “Pero cuando venga el Espíritu de realidad, Él os guiará a toda la realidad; porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque recibirá de lo Mío, y os lo hará saber”. El sujeto del verbo recibirá en el versículo 15 es, sin duda, el “Espíritu de realidad” mencionado en el versículo 13. El que el Espíritu haga saber las cosas a los discípulos equivale a que glorifique al Hijo en el versículo 14 y guíe a los creyentes a toda la realidad en el versículo 13. Por lo tanto, el significado de los versículos del 13 al 15 es que todo lo que el Padre tiene es del Hijo, y todo lo que el Hijo tiene lo recibe el Espíritu, y después que el Espíritu lo recibe, hace saber todo esto a los discípulos del Hijo. Tal declaración equivale a la glorificación del Hijo y a que guíe a los discípulos a toda la realidad. Esta realidad es todo lo que el Hijo tiene y todo lo que el Padre tiene. Por ello, la estrofa 3 de Himnos, #215 dice: “El Padre Su todo te dio, / En Espíritu te tomamos, / Por Él Espíritu en mí, / Yo te experimento así”.
Las estrofas 8 y 9 de Himnos, #288 dicen: “El Padre quiere al Hijo dar / En todo el primer lugar; / Y el Hijo lo toma a Él / Por Su cabeza y realidad. / Desea el Espíritu / Al Hijo hoy glorificar; / Pues lo revela en mi interior / Para de Él testificar”. La intención del Padre en cuanto a que el Hijo sea el primero en todo se basa en Colosenses 1:18, que dice: “Él es la Cabeza del Cuerpo que es la iglesia; Él es el principio, el Primogénito de entre los muertos, para que en todo Él tenga la preeminencia”. Que el Hijo tome al Padre como Su Cabeza se basa en lo que 1 Corintios 11:3 dice: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”. Por lo tanto, en el Evangelio de Juan, a menudo el Hijo indicó que Él fue obediente al Padre. Todo cuanto Él hizo, lo hizo por el Padre y no por Sí mismo porque tomó al Padre como Su Cabeza (5:19, 30; 4:34; 17:4; 14:10, 24; 7:18). La estrofa 9 de Himnos, #288, la cual citamos en el párrafo anterior, proviene de Juan 16:14. En este himno no hay ni una sola idea o concepto humano; antes bien, fue escrito totalmente conforme a la experiencia y al juntar diferentes puntos de la revelación de la Biblia.
Mateo 28:19 es otro versículo sobre la experiencia que tienen los creyentes del Dios Triuno. Este versículo dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Éste es el mandamiento que el Señor Jesús dio a Sus discípulos, en el que les dijo que fueran y predicaran el evangelio para hacer discípulos a todas las naciones y que bautizaran a los creyentes en el nombre del Dios Triuno. En griego, la palabra nombre está en singular. Aparentemente, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo por ser tres personas deberían tener tres nombres. Sin embargo, en realidad los tres tienen un solo nombre, el cual es Padre, Hijo y Espíritu Santo. En otras palabras, el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo denota al Dios Triuno.
Tanto entre los chinos como entre los estadounidenses, la mayoría de los nombres se componen de tres palabras. El nombre de Dios también consta de tres partes. El nombre del Dios Triuno es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto no es algo trivial. De entre las naciones, todo el que cree en el Señor debe ser bautizado en un solo nombre: el nombre “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Quizás muchos de nosotros nunca hayamos pensado que nuestro Dios Triuno tiene un nombre tan especial. Nosotros los creyentes adoramos a Dios, pero ¿alguna vez nos hemos preguntado cuál es el nombre del Dios a quien adoramos? Jehová es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento, pero hoy en día ya no estamos en el Antiguo Testamento, sino en el Nuevo Testamento. ¿Cuál es el nombre de Dios en el Nuevo Testamento? La palabra “hombre” no es el nombre del hombre, sino que denota al hombre mismo. De igual manera, “Dios” no es el nombre de Dios, sino que denota a Dios mismo. Así como todos los hombres tienen un nombre, también Dios tiene un nombre. En el Nuevo Testamento el nombre de Dios no es simplemente Jesús. Jesús es el nombre de Dios como nuestro Salvador, mas no es el nombre del Dios Triuno en el Nuevo Testamento. El nombre de nuestro Salvador es Jesucristo, pero el nombre de nuestro Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Aleluya, qué revelación tan maravillosa! El nombre del Dios a quien adoramos, servimos, amamos y experimentamos es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En el Evangelio de Mateo, el Señor les dijo a Sus discípulos que bautizaran a los creyentes en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Sin embargo, en Hechos y en las Epístolas los apóstoles les dijeron a las personas que debían bautizarse “en el nombre de Jesucristo” (Hch. 2:38), es decir, bautizarse “en el nombre del Señor Jesús” (Hch. 8:16; 19:5), “en Cristo Jesús” (Ro. 6:3) y “en Cristo” (Gá. 3:27). Como cristianos, todos sabemos que somos bautizados en el nombre del Señor. Al final del Evangelio de Mateo se nos dice que bauticemos a los creyentes en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, que es el nombre de Dios. Sin embargo, en Hechos y en las Epístolas se nos dice que bauticemos a las personas en el nombre de Jesucristo. En otras palabras, con respecto a la verdad, bautizar a las personas equivale a sumergirlas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, pero con respecto a la práctica, bautizar a las personas equivale a sumergirlas en el nombre del Señor Jesucristo. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios, y el Señor Jesucristo es el Salvador. Para bautizar a una persona en Dios, debemos sumergirla en Cristo. Esto también indica que nuestro Salvador Jesucristo es Dios. Por lo tanto, el Señor Jesucristo es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, esto es, el Dios Triuno.
Cuando muchos de nosotros invocamos al Señor Jesús, podemos tener el sentir o el entendimiento de que Él es únicamente el Hijo, el Señor Jesucristo, y no el Padre o el Espíritu. Debido a que nuestro concepto natural a menudo es regido por la tradición, cada vez que hablamos del Señor Jesús, excluimos al Padre y al Espíritu. El cristianismo ha estado en la tierra por casi dos mil años. Desde la época en que el credo de Nicea fue establecido por el concilio de Nicea en el año 325 d. C. hasta el presente día, los cristianos han heredado el concepto de que el Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo, y el Espíritu Santo es el Espíritu Santo; el Padre es Dios, el Hijo es el Señor Jesucristo, y el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios. Así pues, el cristianismo nos enseña que cuando oremos, debemos orar al Padre celestial y no al Señor Jesús y que debemos concluir nuestra oración en el nombre del Señor Jesús. Además, puesto que no tenemos suficiente poder cuando oramos, debemos depender del poder del Espíritu Santo. Por tanto, cuando oremos, debemos orar al Padre celestial, en el nombre del Hijo y por el poder del Espíritu Santo. Hoy en día este concepto tradicional ha seguido afectando a las personas subconscientemente. En consecuencia, todos los que creen en el Señor de manera espontánea tienen este entendimiento sin haber sido enseñados.
Aparentemente la Biblia enseña esto. Sin embargo, Juan 16:15 dice: “Todo lo que tiene el Padre es Mío [del Hijo]; por eso dije que [el Espíritu Santo] recibirá de lo Mío, y os lo hará saber”. Ya que todo lo que el Padre tiene, ha venido a ser del Hijo, ¿significa eso que el Padre ya no lo tiene? Además, puesto que todo lo que el Hijo tiene, el Espíritu lo ha recibido, ¿significa eso que el Espíritu Santo lo tiene todo y que el Padre y el Hijo no tienen nada? Hemos visto claramente mediante la revelación de Juan 14 y 15 que el Padre está en el Hijo y que el Hijo viene en el Padre y con el Espíritu. Puesto que el Padre está en el Hijo, todo lo que el Padre tiene de manera espontánea llega a ser del Hijo. Puesto que el Hijo viene en el Padre y con el Espíritu, todo lo que el Hijo tiene, el Espíritu lo ha recibido. Además, en 1 Corintios 15:45 leemos: “El postrer Adán [fue hecho] Espíritu vivificante”, y en 2 Corintios 3:17: “El Señor es el Espíritu”. Esto significa que el Hijo ha llegado a ser el Espíritu y, por tanto, todo lo que el Hijo tiene, lo ha heredado el Espíritu. Sin embargo, cuando el Hijo llegó a ser el Espíritu, Él no dejó al Padre en el cielo porque el Padre está en Él. El resultado de esto es que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo llega a ser el nombre de Dios. Es por ello que cada vez que invocamos el nombre del Señor Jesús, Aquel que experimentamos es el Dios Triuno, porque el Padre está en el Hijo, y el Hijo ha llegado a ser el Espíritu.
En resumen, Juan 14:10 nos muestra que el Hijo está en el Padre y el Padre está en el Hijo. Por consiguiente, todo lo que el Padre tiene le pertenece al Hijo. En 1 Corintios 15:45 y en 2 Corintios 3:17 se nos revela que el Hijo ha llegado a ser el Espíritu. Por tanto, todo lo que el Hijo tiene, lo ha heredado el Espíritu. Una vez que tenemos al Espíritu, tenemos al Hijo y al Padre porque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno. Por esta razón, Mateo 28:19 dice que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen un solo nombre. Este nombre tiene tres partes; la primera parte es el Padre, la segunda es el Hijo y la tercera es el Espíritu Santo. En principio, esto es como los nombres chinos, los cuales se componen de tres partes.
Lo que hemos recalcado una y otra vez no es la doctrina, sino la rica experiencia del Dios Triuno. No es posible experimentar a Cristo sin experimentar al Padre Dios y al Espíritu Santo. Debemos comprender que experimentar a Cristo es experimentar al Dios Triuno. Colosenses 2:9 dice que en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Por lo tanto, en Hechos y en las Epístolas, los apóstoles les enseñaron a los creyentes que bautizaran a las personas en el nombre del Señor Jesucristo porque esto es lo mismo que bautizarlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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