Cristo como la realidadpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3063-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Dichos libros nos dicen que adoremos a Dios, primeramente acudiendo al único lugar de unidad (Dt. 12:5-8, 14-15). No tenemos alternativa. Todo el pueblo de Israel estaba destinado a adorar a Dios en Jerusalén. Jerusalén era el único lugar escogido por Dios. Lo que Dios escogió debe ser nuestro destino; no tenemos alternativa. Siempre y cuando estemos en Los Ángeles tenemos que adorar a Dios en la iglesia en Los Ángeles. Dondequiera que vayamos, debemos adorar a Dios en la iglesia de ese lugar. La iglesia local y el terreno apropiado de la unidad son nuestro destino. Si pudiéramos escoger el lugar donde se debe adorar, no sería la verdadera adoración. La verdadera adoración se rinde sobre el terreno único de la unidad genuina. Todo el pueblo de Israel tenía que ir al lugar único que Dios había escogido.
El segundo punto acerca de la adoración en estos cuatro libros es que todos debían venir a Jerusalén con las manos llenas del producto de la buena tierra (Dt. 16:16-17). Ninguno debía venir con las manos vacías. Todos tenían que traer algo que ofrecerle a Dios, y esa ofrenda era la verdadera adoración a Dios. Hoy en día en principio es exactamente lo mismo. Cada vez que nos congregamos en las reuniones de la iglesia, lo importante es cuánto de Cristo traemos. En una reunión de adoración apropiada todos los santos deben traer algo de Cristo; pero no a Cristo en forma de una enseñanza o doctrina, sino a Cristo en términos de sus experiencias.
El pueblo de Israel primero tenía que laborar en la buena tierra. Ellos tenían que cultivar la tierra, sembrar la semilla, segar la cosecha y después tenían que moler los granos a fin de obtener la harina para la ofrenda de harina. Entonces, cuando se juntaban para adorar a Dios, ellos traían algo que podían presentar a Dios como una adoración verdadera. Hoy en día el Señor ha de recobrar esta adoración no sólo en espíritu, sino también con veracidad. La veracidad es simplemente Cristo como las muchas clases de ofrendas.
Si viniéramos al Señor con manos vacías y nos inclinamos diciendo: “Oh Señor, venimos a adorarte”, el Señor nos dirá que no desea esa clase de adoración. Él prefiere que nos quedemos en casa y laboremos en Cristo, y entonces vengamos con algo de Cristo en nuestras manos. Solamente Cristo constituye la verdadera adoración a Dios. Todo lo demás es una clase de religión; no es adoración. A Dios principalmente le interesa cuánto de Cristo traemos a las reuniones.
Cuando la mujer samaritana habló con el Señor, le dijo que los judíos insistían en ir a adorar en Jerusalén, pero que sus padres adoraron a Dios en otro lugar. El Señor Jesús contestó que la dispensación había sido cambiada y que la verdadera adoración a Dios no era en ese lugar, sino en espíritu y con veracidad (Jn. 4:20-24). La veracidad es Cristo como todas las ofrendas tipificadas en el Antiguo Testamento. Debemos haber experimentado algo de Cristo que podamos traer a la Tienda de Reunión, o sea, a las reuniones de la iglesia local.
Ahora estudiaremos la humanidad de Cristo como se presenta en el Evangelio de Lucas. A fin de experimentar la humanidad de Cristo, debemos orar-leer todos los versículos de Lucas que se citan en la lectura bíblica. Ninguno de ellos se halla en los otros Evangelios. Estos versículos son exclusivos del Evangelio de Lucas porque este evangelio, más que cualquier otro, nos revela la humanidad de Cristo.
Todos estos versículos de Lucas abarcan cuatro puntos principales. Primeramente, todos ellos muestran a Jesús como la harina fina, Aquel que es tan fino y balanceado. Lucas 2:40 dice: “El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él”. Él crecía y también se fortalecía en espíritu. A veces los jóvenes crecen físicamente, pero no son fuertes en su espíritu. Jesús no sólo crecía en Su vida física, sino que también se fortalecía en espíritu. Él fue tan equilibrado, aun en los cuatro puntos de este versículo: Él creció y se fortaleció en espíritu, estaba lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba sobre Él. Así que tenía el crecimiento, un espíritu fuerte, la sabiduría y la gracia de Dios. Él era verdaderamente balanceado y completo, no sólo en dos o tres aspectos, sino en cuatro.
El mismo capítulo de Lucas nos dice que cuando Él tenía doce años de edad, sabía cómo atender la voluntad de Su Padre y al mismo tiempo estar sujeto a Sus padres naturales. Él reprendió a Sus padres y también se sujetó a ellos. Les preguntó: “¿No sabíais que en los asuntos de Mi Padre me es necesario estar?” (v. 49). Sin embargo, en el versículo 51 dice que descendió con ellos, y estaba sujeto a ellos. ¿Ven ustedes el equilibrio? Algunos jóvenes pueden decir: “Yo soy para Dios; a mí no me interesan mis padres”. Sí, ellos son para Dios, pero no son equilibrados. Cuando son menores de edad, como lo era Jesús cuando tenía doce años, deben ser para Dios; sin embargo, al mismo tiempo deben estar sujetos a sus padres. Muchos jóvenes se entregan a Jesús, pero de forma tosca. No son finos ni equilibrados.
Lucas 2:52 dice que el niño Jesús progresaba en la gracia delante de Dios y de los hombres. Progresar en la gracia delante de Dios es una cosa, pero hallar gracia delante de los hombres es otra cosa. Jesús era tan balanceado, fino y equilibrado, pero nosotros somos tan desequilibrados. Tal vez seamos buenos, pero de una manera desequilibrada; así que no somos harina fina, sino tosca. Cuando el Señor Jesús era joven, Él estaba completamente entregado al Padre celestial y, sin embargo, estaba dispuesto a ser ajustado.
En el Evangelio de Lucas vemos verdaderamente a Jesús como la harina fina. Él se regocijó y también lloró. Temo que muchos de nosotros nunca han llorado, y algunos en todos los años pasados nunca se han regocijado. No somos muy equilibrados. Algunos son muy callados y necesitan hacer un poco de bullicio, y otros son tan bulliciosos que necesitan estar más callados. Todos necesitamos ser equilibrados. En Lucas 10:21 Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, pero no lo hizo para Sí mismo; Él se regocijó en la voluntad de Dios. “En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, y dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó”. Él se regocijó debido a que el Padre había revelado estas cosas a los niños. En Lucas 19:41 vemos que Él lloró sobre Jerusalén: “Cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella”. Él no estaba llorando por causa de Sí mismo, sino por la situación de Jerusalén.
Todos debemos ser equilibrados. Cuando necesitamos regocijarnos, debemos regocijarnos. Cuando tenemos que llorar, debemos llorar. ¡Jesús, el hombre balanceado, vive en nosotros hoy en día! El propio Jesús que es nuestra vida es Aquel que se regocija y también Aquel que llora. Si nunca nos hemos regocijado o nunca hemos llorado, eso simplemente prueba que no experimentamos al hombre Jesús como nuestra vida. Si lo tomamos como nuestra vida, cuando Él llora, nosotros lloramos; y cuando Él se regocija, nosotros nos regocijamos.
¡Cuánto necesitamos orar-leer estos versículos de Lucas para verdaderamente poder ver a Jesús como la harina fina! Cuando Él envió a Sus discípulos a cierto lugar de Samaria, el pueblo los rechazó. Así que los discípulos le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma? Mas Él, volviéndose, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (9:54-55). Él era tan fino. Sea que la gente lo recibiera o no, Él siempre era el mismo. Ningún rechazo lo podía irritar u ofender. Cuando la gente le daba la bienvenida, Él se alejaba: “Su fama se extendía más y más; y se reunían grandes multitudes para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas Él se apartaba a los desiertos, y oraba” (5:15-16). Podemos pensar que cuando Su fama creció, Él aprovecharía esa gran oportunidad para emprender algo. Pero Él se apartaba y se iba al desierto a orar. Cuando la gente le daba la bienvenida, Él se apartaba; y cuando la gente lo rechazaba, Él era paciente con ellos. Todos estos versículos nos revelan una Persona que es como la harina fina. Él es muy tierno, bondadoso, equilibrado, balanceado, amable y puro.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.