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Estudio-vida de los Salmospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0265-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 45 Sección 4 de 4

IX. EN ALABAR A DIOS Y DARLE GRACIAS

El salmo 33 es una mezcla de las expresiones de los sentimientos del salmista al alabar a Dios y al darle gracias.

A. Anima a los justos a alabar a Dios
y a darle gracias

El salmista anima a los justos a que alaben y a que le den gracias a Dios (vs. 1-5).

B. Alaba a Dios por restaurar
los cielos y la tierra

En los versículos 6-9 el salmista alabó a Dios por restaurar los cielos y la tierra. El versículo 9 dice: “Porque El dijo, y fue hecho; El mandó, y existió”. Cuando Dios dijo: “Sea la luz”, fue la luz (Gn. 1:3). Cuando Dios ordenó, algo brotó y permaneció. Esto es bueno, pero necesitamos ver que la enseñanza de Pablo no gira en torno a la restauración del universo caótico, sino de la resurrección de Cristo de entre los muertos.

Nosotros estábamos muertos, pero un día el Señor nos dio vida y nos resucitó de entre los muertos (Ef. 2:1, 5-6). Hoy vivimos en resurrección. ¡Nosotros no somos personas restauradas sino personas resucitadas! Tal vez nos impresione la manera en que Dios restauró los cielos y la tierra, pero el Nuevo Testamento trata de la nueva creación, la cual está en resurrección. La oración de Pablo en Efesios 1 se refiere a la resurrección (v. 20). No importa por cuánta restauración pasen los cielos y la tierra, siguen siendo la vieja creación, pero nosotros somos la nueva creación. No somos meramente restaurados; somos resucitados. No hay nada en el Nuevo Testamento que nos pida que alabemos a Dios por haber restaurado los cielos y la tierra. Pero Pablo sí habló de su deseo de conocer a Cristo y el poder de Su resurrección (Fil. 3:10).

Deseo hacer notar una vez más que los Salmos nos muestran la inferioridad de la ley y la superioridad de Cristo. Es bueno alabar a Dios por haber restaurado los cielos y la tierra, pero esto no sería tan elevado como alabarle por la resurrección de Cristo. Cristo en Su resurrección nos resucitó de entre los muertos (Ef. 2:6). Esto es mucho más elevado que la restauración de los cielos y la tierra.

C. Alaba a Dios por la relación que tiene
con los hijos de los hombres,
los moradores de la tierra

En los versículos 10-15 el salmista alabó a Dios por la relación que tiene con los hijos de los hombres, los moradores de la tierra.

D. Alaba a Dios por Su liberación y preservación

El salmista alaba a Dios por Su liberación y preservación, las cuales son más firmes que las realizadas por un gran ejército, por un valiente con mucha fuerza, y por un caballo con su gran fuerza (vs. 16-19). El comparó el poder salvador de Dios y Su poder preservador, con un gran ejército, con un hombre valiente y con un caballo. Cuando yo era un cristiano joven, creía que esto era maravilloso, pero hoy no pienso igual. El Nuevo Testamento no compara a nuestro Dios con un caballo. Esto muestra una vez más que no debemos confiar en nuestro entendimiento natural cuando leemos los Salmos. Necesitamos cambiar nuestro concepto natural por el concepto divino.

E. Espera a Dios, quien es su ayuda y su escudo, confía en Su santo nombre,
y pone su esperanza en El

En la conclusión del salmo 33, el salmista dijo que él esperaba en Dios, quien era su ayuda y su escudo, que confiaba en Su santo nombre, y que tenía en El su esperanza (vs. 20-22).

LA DIFERENCIA ENTRE CRISTO Y LA LEY

Ahora quisiera dar una palabra acerca de la diferencia que hay entre Cristo y la ley. La diferencia que hay entre Cristo y la ley, es la diferencia que hay entre la economía del Antiguo Testamento y la del Nuevo. Bajo la ley del Antiguo Testamento, el hombre siempre luchaba por alcanzar la norma de la ley. El hombre se dio cuenta de que era débil y pecaminoso, así que le pidió a Dios misericordia y benignidad, y puso su confianza en Dios. También se refugió en Dios, esperó en El, puso en El su esperanza, le alabó, le dio gracia y le adoró. Esta era la parte que le correspondía hacer al hombre en el Antiguo Testamento porque Dios estaba lejos de él, y él estaba lejos de Dios. El hombre y Dios estaban separados.

Luego en la economía neotestamentaria, Dios entró en el hombre, se encarnó, y nació como un Dios-hombre. Cuando Cristo vivió en esta tierra, era Dios quien vivía en esta tierra en el hombre. Por medio de Su redención, El resolvió todos los problemas del hombre y preparó el camino para entrar en el hombre. En Su encarnación El entró en el vientre de una virgen, pero mediante Su muerte y resurrección entró en miles de hombres. Para poder entrar en el hombre, El resucitó. En la resurrección El se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) y llegó a ser el Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:29), quien introdujo al hombre en Dios. En Su encarnación El introdujo a Dios en el hombre; en Su resurrección El introdujo al hombre en Dios. Con esto El completó la mezcla de Dios y el hombre. El mezcló a Dios y al hombre como una sola entidad.

Ahora nosotros los creyentes estamos en El, y El en nosotros. Ahora El y nosotros somos una sola persona. El tiene la vida divina y la naturaleza divina, y nosotros también. Nosotros tenemos la vida humana y la naturaleza humana, y El también. El vino a ser nosotros, y nosotros vinimos a ser El. Debemos reconocer que fuimos crucificados con El. Ya no vivimos nosotros, sino que es Cristo el que vive en nosotros (Gá. 2:20).

En la economía neotestamentaria, nosotros tenemos que hacer algo, pero no lo que hacían los santos del Antiguo Testamento. En la economía neotestamentaria, tenemos que creer en Cristo (Jn. 3:16, 36). Luego tenemos que amarle (Jn. 14:21, 23). También tenemos que vivirle para magnificarle (Fil. 1:19-21a). En el Nuevo Testamento, no hacemos nada por nosotros mismos en nuestra fuerza natural. Nosotros le disfrutamos a El. Creer en El es recibirle; amarle es disfrutarle; y vivirle es magnificarle. Esto no es algo que hacemos por nosotros mismos. Todo lo que hacemos en el Nuevo Testamento es un disfrute.

Dios no desea que hagamos el bien. El desea solamente que vivamos a Cristo. Vivir a Cristo tiene muchas implicaciones. Vivir a Cristo implica ser santos y vencedores. Vivir a Cristo implica no perder los estribos y perseverar pacientemente. Simplemente necesitamos vivir a Cristo, y este vivir implica todas las cosas que conforman la vida cristiana. Implica nuestra fidelidad y nuestra honestidad. Vivir a Cristo incluye todas las cosas. Esta es la razón por la cual el Nuevo Testamento nos manda que vivamos a Cristo para que le magnifiquemos. Necesitamos vivir, movernos y andar por el espíritu, y que todo nuestro ser dependa de nuestro espíritu mezclado (Ro. 8:4). Esta es la economía neotestamentaria.

Gran parte de la terminología del Antiguo Testamento usada en los salmos es buena, pero es buena en el ámbito natural. No tiene nada que ver con el Espíritu. El Nuevo Testamento es un campo completamente diferente, es otro mundo. Está completamente en el Espíritu, quien es la consumación del Dios Triuno. Por consiguiente, todo lo que hay en el Nuevo Testamento tiene que ver con el Dios Triuno. Nuestra honestidad, nuestra fidelidad, nuestra paciencia, nuestra perseverancia, nuestra bondad y todo lo que somos y hacemos está relacionado con el Dios Triuno. Todas nuestras virtudes deben ser la expresión del Dios Triuno, no de nosotros mismos. La vida cristiana que vemos en el Nuevo Testamento no es obra nuestra, sino que es asunto exclusivamente de vivir a Cristo. Vivirle para magnificarle es disfrutarle. Por lo tanto, cada día debemos disfrutar a Cristo y nada más. Cristo es nuestro disfrute.

Este es el pensamiento que vemos en los himnos #36, #37 y #38 de Himnos seleccionados. Estos tres cantos fueron escritos en plena conformidad con la economía neotestamentaria. El himno #38 tiene que ver con la edificación de la iglesia. No obstante, muchos cristianos todavía exaltan la ley y se quedan en la economía del Antiguo Testamento.

Nosotros necesitamos tener el discernimiento apropiado para ver la diferencia que hay entre la economía del Antiguo Testamento y la del Nuevo. Por una parte, los salmos son preciosos porque presentan la aspiración de los sentimientos de aquellos que buscaban a Dios; por otra, muchas porciones de los salmos no corresponden a la economía del Nuevo Testamento. La economía neotestamentaria incluye, primeramente, la encarnación; en segundo lugar, la resurrección; y en tercer lugar, la mezcla. Dios entró en nosotros y nos introdujo en El. El completó la mezcla de lo divino con lo humano. Nosotros y El vivimos como una sola persona en la misma vida y con la misma naturaleza. No debemos esforzarnos por guardar la ley. Por el contrario, debemos vivir a una sola persona, a Cristo. Nosotros vivimos a Cristo para que El sea magnificado.

Tengo la esperanza de que veamos esta revelación. Cuando vayamos a cualquiera de los salmos, tenemos que pesarlo en la balanza de la economía neotestamentaria de Dios. Entonces podemos discriminar lo que corresponde al monte Sinaí y lo que pertenece al monte de Sión. Estamos aquí en el monte de Sión donde tenemos la iglesia, el Cuerpo de Cristo, y la economía de Dios para el testimonio de Dios.


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