Cristo crucificado, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3691-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-3691-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Muchos cristianos a menudo preguntan: “¿Qué quiere el Señor que hagamos?”. El Señor dijo que si alguno permanecía en Él, Él también permanecería en él. Lo que el Señor quería decir era muy claro: Él quiere que permanezcamos en Él. ¿Qué significa permanecer en Él? La palabra permanecer es fácil de comprender. Por ejemplo, si usted permanece en su casa, eso significa que usted y su casa están unidos. Cuando usted permanece en su casa, usted y su casa llegan a ser uno. Por lo tanto, permanecer en el Señor alude a nuestra unión con Él. Una vez que nos unamos al Señor, espontáneamente llevaremos fruto.
¿Qué significa llevar fruto? Con respecto a los pámpanos de la vid, llevar fruto significa que la vid se expresa por medio de los pámpanos, que la vida que está en la vid se expresa y puede ser vista. Cuando los pámpanos permanecen en la vid, llevan fruto, y la vida que está en la vid se expresa por medio de los pámpanos. Éste es el significado cristalizado de la vid, la esencia de la vid. El fruto que una persona produce mientras permanece en el Señor es el desbordamiento de la vida del Señor, es la vida del Señor que pasa por medio de él y rebosa en él. Lo que rebosa en él es la vida de Cristo, la esencia de Cristo y Cristo mismo.
Basándonos en este principio, debemos examinar nuestro andar diario para ver si éste es Cristo mismo y si la vida de Cristo pasa a través de nosotros y fluye de nuestro interior. En principio, nuestra vida y nuestra obra cristiana deben emanar de nuestra unión con Cristo, deben ser el resultado de que nosotros permanezcamos en Cristo y de que Cristo permanezca en nosotros, de una unión entre dos personas. El resultado de esta unión es el desbordamiento en nuestro vivir cristiano de la vida de Cristo, de la naturaleza de Cristo y de Cristo mismo.
Cuando conectamos una lámpara eléctrica a la electricidad, la lámpara permanece en la electricidad y también la electricidad permanece en la lámpara; las dos se unen. El resultado de dicha unión es que la lámpara eléctrica exhibe y expresa la electricidad que está en ella. Esta exhibición y expresión de la electricidad es el “fruto” que produce la lámpara, el efecto que produce la lámpara. Cuando este efecto de la lámpara se hace visible, llega a ser la función que cumple la lámpara. La función de la lámpara consiste en expresar la electricidad que la llena internamente. El fruto que la lámpara produce y el efecto que produce delante de los hombres es la manera en que ella exhibe todo lo que está en su interior.
Éste es el mejor ejemplo que describe nuestra relación con Cristo. Permanecemos en el Espíritu de Cristo, y Cristo también permanece en nuestro espíritu. Esto es comunión y unión. El resultado de tal comunión y unión es que tenemos el cristal de la vida de Cristo en nosotros. Este cristal es el fruto que llevamos, el cual es Cristo mismo. Éste es el principio que rige nuestra vida y obra.
A menudo predicamos el evangelio, damos testimonios acerca del Señor y exhortamos a las personas a que crean en el Señor, pero acaso sabemos ¿cuál es el resultado final de nuestra predicación del evangelio? ¿Cuál es la meta, el centro y la realidad del evangelio? El resultado, la meta, el centro y la realidad del evangelio es que Cristo entre en el hombre, es decir, que la vida de Cristo entre en aquellos que le reciben como su Salvador a fin de que sean producidos como “uvas”. Si pensamos que nuestra predicación del evangelio tiene como objetivo que las personas “vayan al cielo” y no al “infierno”, entonces nuestra predicación del evangelio es extremadamente pobre. Si no hemos visto que la predicación del evangelio tiene como objetivo que el Cristo que está en nosotros fluya a otros, y si no tomamos esto como la meta, el centro y la realidad del evangelio, entonces nuestra predicación estará desviada y no podrá llevar a cabo la meta de Dios.
¿Cuántas veces hemos tenido la profunda sensación de que cuando predicamos el evangelio tenemos que transmitir la vida del Señor a un pecador a fin de que él llegue a ser una “uva” de Cristo, la vid, y pueda recibir el elemento y la vida de Cristo en su interior? ¿Cuán frecuentemente hemos tenido este fuerte sentir en nuestra predicación del evangelio? Me temo que lo único que sentimos es que cierta persona es nuestro amigo y que a menos de que crea en Jesús, se irá al infierno, lo cual sería muy doloroso. Debido a ello, nos arrodillamos delante de Dios y le oramos con lágrimas, diciendo: “Oh Dios, por favor sálvalo porque Tú deseas que todos los hombres sean salvos y no perezcan. Oh Dios, como Tú ves, mi amigo sigue llevando la vida de un pecador; esto me causa un profundo dolor”. Muchas veces pensamos que podemos ablandar el corazón del Señor con nuestras lágrimas y hacer que Él extienda Su mano para rescatar a esa persona y salvarla de la perdición. ¿Cuál sería la meta de esta clase de predicación? Dicha predicación únicamente tendría como objetivo salvar al hombre del sufrimiento del infierno en el futuro. Sin embargo, la Biblia nos muestra que ésta no es la meta de la predicación del evangelio. Predicar el evangelio es impartir en otros al Cristo que está en nuestro interior, de modo que ellos puedan también tener interiormente a Cristo junto con Su vida, naturaleza y elemento. De este modo, ellos ya no serán simplemente hombres, sino Cristo-hombres e incluso réplicas de Cristo. De esta manera, ellos llegarán a ser “uvas”, el fruto que llevamos como pámpanos de la vid.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.