Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6426-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los ciento cincuenta salmos se dividen en cinco libros, cada uno de los cuales se compone de varios salmos que tienen una característica distintiva en su significado espiritual.
Libro Uno:
Salmos 1—41 indican que la intención de Dios es hacer que los santos que le buscan se vuelvan de la ley a Cristo a fin de que puedan disfrutar de la casa de Dios: la iglesia.
Libro Dos:
Salmos 42—72 indican que los santos experimentan a Dios así como Su casa y Su ciudad por medio del Cristo sufriente, exaltado y reinante.
Libro Tres:
Salmos 73—89 indican que los santos, en sus experiencias, comprenden que la casa y la ciudad de Dios —con todos sus correspondientes deleites— pueden ser resguardadas y mantenidas únicamente por medio de que Cristo sea apropiadamente apreciado y exaltado por el pueblo de Dios.
Libro Cuatro:
Salmos 90—106 indican que los santos, habiendo sido unidos a Cristo, son uno con Dios a fin de que Él recobre Su título de propiedad sobre la tierra por medio de Cristo en la casa y la ciudad de Dios.
Libro Cinco:
Salmos 107—150 indican que la casa y la ciudad de Dios llegan a ser la alabanza de los santos, su seguridad y lo que ellos desean, y que Cristo viene a reinar sobre toda la tierra por medio de la casa y la ciudad de Dios: la iglesia.
Al examinar los puntos principales de los cinco libros, fácilmente nos damos cuenta de que no sólo siguen una secuencia llena de significado, sino que también muestran de forma consecutiva un progreso o avance hasta alcanzar el punto culminante de la revelación divina que ellos nos presentan.
El primer salmo de cada libro representa el concepto de ese libro. Por ejemplo, el primer salmo del Libro Uno representa el concepto de la ley. Examinemos el primer salmo de cada libro y notaremos un progreso o avance. Consideremos varios versículos de estos salmos. El Libro Dos empieza diciendo: “Como anhela el ciervo / las corrientes de agua, / así te anhela mi alma, / oh Dios” (42:1). Comparemos este versículo con el comienzo del Libro Uno, y notaremos la diferencia. Hay una mejora adicional al comienzo del Libro Tres: “Ciertamente Dios es bueno para con Israel, / para con los puros de corazón” (73:1). Incluso notamos otro progreso cuando llegamos al comienzo del Libro Cuatro: “Oh Señor, Tú nos has sido nuestra morada / en todas las generaciones” (90:1). ¿Pueden ver la diferencia? Finalmente, el Libro Cinco empieza en el plano más elevado de todos: “Dad gracias a Jehová, porque Él es bueno, / porque para siempre es Su benevolencia amorosa” (107:1). La última palabra —y también la más gloriosa— del libro de Salmos es: “¡Aleluya!”. Me temo que para muchos cristianos las últimas palabras del libro de Salmos sean: “Bienaventurado el varón que guarda la ley”; sin embargo, el verdadero libro de Salmos concluye con esta palabra: “¡Aleluya!”.
Puesto que el Libro Uno indica que la intención de Dios es hacer que los santos que le buscan se vuelvan de la ley a Cristo, al comienzo nos presenta un contraste entre los dos primeros salmos. Leamos los salmos 1 y 2. ¿Puede ver la diferencia entre estos dos salmos? Un salmo se centra en la ley y es conforme al concepto humano de los santos piadosos, mientras que el otro se centra en Cristo y es conforme al concepto divino de Dios.
Sé que usted dirá que el salmo 1 es un salmo excelente, y que todos los cristianos estarían de acuerdo con esto. Sé que todos ustedes lo aprecian; sin embargo, lo aprecian conforme al concepto humano. ¿Realmente creen que el salmo 1 es tan bueno? Es cierto que es bueno según su concepto, el concepto de la ley, el cual es natural y humano.
El libro de Job viene justo antes del libro de Salmos. ¿Qué diría Job acerca del salmo 1? En el salmo 1 el escritor dice: “Bienaventurado el varón / que no anda / en el consejo de los malvados, / ni permanece en el camino de los pecadores, / ni se sienta en la silla de los que se burlan, / sino que en la ley de Jehová está su deleite, / y en Su ley medita de día y de noche. / Será como un árbol / trasplantado junto a corrientes de agua, / que da su fruto a su tiempo / cuyo follaje no se marchita; / y todo lo que hace, prospera” (vs. 1-3). Job en ese momento de inmediato interrumpiría para decir que el escritor está equivocado. Él diría: “Yo soy alguien que de día y de noche se deleita en la ley de Jehová, pero puedo testificar que nada de lo que he hecho ha prosperado. Todo cuanto hice me trajo problemas. Usted es simplemente como uno de mis tres amigos. Uno de ellos dijo lo mismo: ‘Si te vuelves al Todopoderoso, serás edificado. / Si de tus tiendas alejas la injusticia [...] / Decretarás asimismo algo, y te será establecido; / y sobre tus caminos resplandecerá la luz’” (Job 22:23, 28). El pensamiento y el concepto de los tres amigos de Job es el mismo que el concepto que encontramos en el salmo 1. Job también podría remitir al escritor del salmo 1 a los versículos 7 y 8 del capítulo 10 de su libro, donde dice: “¿Aunque Tú sabes que no soy malvado / y que no hay quien de Tu mano me libre? / Tus manos me han formado y moldeado por completo / y, con todo, me destruyes”. ¿Qué respuesta daría a esto el escritor del salmo 1? Todas las conversaciones que tuvieron los tres amigos de Job con él así como el escritor del salmo 1 siguen en la misma línea: “Si guardas la ley, si no eres una persona mala, si te vuelves al Señor, si haces Su voluntad, prosperarás”. Así que el escritor del salmo 1 vendría a ser otro de los amigos de Job. De hecho, Job tiene muchos amigos; todos ustedes son sus amigos. Al menos una persona en todo el universo estaría en contra del concepto presentado en el salmo 1. Job diría: “No digas esto. No importa lo que hagas, no prosperarás. Tus palabras no funcionan en mi caso”.
Dios no está a favor de la ley. Ni siquiera la ley en los libros de Moisés está a favor de la ley. La ley está a favor de Cristo. ¡Pobres santos! ¡Pobres santos piadosos! ¡Pobre de nosotros! ¡Simplemente tenemos el concepto humano! Pensamos que si guardamos la ley, que si no hacemos nada malo, que si somos buenos y nos deleitamos en la ley día y noche, entonces todo lo que hagamos prosperará. Éste es un concepto natural y humano, pero no es cierto en la experiencia verdadera. Cuanto más Job se esforzaba por ser recto, más sufría. Hermanos y hermanas, debemos ver esto con toda claridad.
Estos santos piadosos no tenían un concepto acertado; sin embargo, en su persona ellos estaban muy cerca del Señor y estaban abiertos a Él. Fue por ello que a medida que expresaban sus sentimientos e impresiones, el Espíritu de Cristo intervino para continuar sus palabras, no conforme al concepto de ellos sino conforme al concepto de Dios.
En el salmo 1 encontramos dos puntos: (1) Bienaventurado el varón que guarda la ley, y (2) el camino de los malvados perecerá. Estos dos puntos caracterizan el concepto humano del escritor. La conclusión del salmo 2 es que bienaventurados son todos los que se refugian en Cristo, y que debemos “besa[r] al Hijo, para que no se enoje”. ¿Ha visto usted la diferencia entre el salmo 1 y el salmo 2? El salmo 1 declara que lo que determina si uno es bienaventurado o perece es si guarda la ley. Si la guarda, será bienaventurado; pero si no la guarda, perecerá. Lo que declara el salmo 2 es completamente diferente, pues lo que determina si uno ha de ser bienaventurado o no, si ha de perecer o no, es si se refugia en Cristo y lo besa. Si uno se refugia en Cristo, es bienaventurado; y si lo besa, lo cual significa que lo ama, nunca perecerá. Así que el concepto hallado en el salmo 1 es la ley, mientras que el concepto hallado en el salmo 2 es Cristo. ¿Ha visto usted esto? Dios no está a favor de la ley, sino de Cristo.
¿Qué entonces del salmo 1? Dejémoslo ahí y prosigamos al salmo 2. Si usted decide quedarse en el salmo 1 y aboga por él, se quedará en el concepto humano, el concepto de la ley, y aún no habrá recibido la revelación divina de Cristo. A los ojos de Dios, si usted es bienaventurado, o si ha de perecer o no, no es algo que depende de la ley sino absolutamente de Cristo. Si usted se refugia en Él y lo ama, es bienaventurado. Olvídese de la ley. El apóstol Pablo dice que nosotros fuimos crucificados a la ley. Estamos muertos a la ley (Ro. 7:4; Gá. 2:19). Esto significa que nosotros no tenemos nada que ver con la ley. Yo estoy viviendo con Cristo; no me hable acerca de la ley. Lo que importa no es guardar la ley ni deleitarse en la ley, sino refugiarse en Cristo y besarlo.
Refugiarse en Cristo es una expresión del Antiguo Testamento; el término equivalente a éste en el Nuevo Testamento es creer en Cristo. Besarlo es un término del Antiguo Testamento; pero el término equivalente a éste en el Nuevo Testamento es amarlo. Jesús le dijo a Pedro: “¿Me amas más que éstos?” (Jn. 21:15). En el lenguaje del Antiguo Testamento esto significa: “¿Me besas?”. Lo que importa hoy no es guardar la ley, sino refugiarnos en Cristo y besarlo. Tenemos que creer en Él y amarlo. Mientras nos refugiemos en Él y le besemos, eso será realmente maravilloso. El salmo 1 está a favor de la ley, pero el salmo 2 está a favor de Cristo; una parte del libro de Salmos corresponde al concepto humano, y otra parte al concepto divino; una parte es la expresión de los santos piadosos, y otra parte son las declaraciones de Dios.
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