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Cristo como la realidadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3063-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 21 Sección 2 de 4

LA RESURRECCIÓN VINO POR UN HOMBRE

En 1 Corintios 15:21 dice que por un hombre entró la muerte y que también por un hombre entró la resurrección de los muertos. La resurrección entró por el hombre Jesús. Ya hemos visto varios asuntos que ahora disfrutamos en virtud de la humanidad de Jesús, esto es, la destrucción de la serpiente antigua, la bendición que vino a todas las personas, la gracia abundante con todos sus dones, el hecho de ser constituidos justos y la resurrección de los muertos. Disfrutamos de todo esto gracias a la humanidad de Jesús.

SATANÁS ES DESTRUIDO

Por un lado, Satanás ha sido herido y destruido en la cruz; pero por otro, aún sigue causando problemas. Como seres humanos estamos bajo la influencia nociva de Satanás. ¿Cómo podríamos destruir esta serpiente perniciosa? Solamente hay un camino, y ese camino es ¡alimentándonos de la humanidad de Jesús! Si disfrutamos y nos alimentamos de Su humanidad, la serpiente será destruida. En Juan 6:57 el Señor dice: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí”. En este versículo la palabra comer es muy singular; es muy distinta de las otras palabras que se tradujeron “comer” en este mismo capítulo. Una versión traduce esta palabra como “masticar”, que significa mascar con delicadeza, comer poco a poco lenta y delicadamente. Debemos comer al Señor y a veces debemos masticarlo; pero no debemos hacerlo de una manera ruda y tosca sino poco a poco. Comer muy rápido afecta nuestra digestión. Por tanto, debemos aprender a masticar la humanidad del Señor; si lo comemos de esta manera, la antigua serpiente de nuevo será clavada en la cruz. Dicha masticación herirá la cabeza de la serpiente. Debemos disfrutar a Jesús como hombre al comer de Él.

LA BENDICIÓN QUE ALCANZA
A LOS QUE ESTÁN A NUESTRO ALREDEDOR

En Jesús todas las naciones son benditas, y a través de nosotros los cristianos y la gente a nuestro alrededor deben ser bendecidas. Pero ¿es ésta nuestra verdadera situación? Dios le dijo a Abraham que en Cristo todas las naciones serían benditas. Así que, por ser cristianos debemos traer la bendición de Dios sobre la gente que nos rodea; sin embargo, muchas veces la gente a nuestro alrededor no son bendecidos sino maldecidos. ¿Es nuestra esposa o esposo bendecido por medio de nosotros o es maldecido? Éste es el verdadero problema. Si nos alimentamos de la humanidad de Jesús, ciertamente traeremos la bendición de Dios a los que nos rodean.

En 1938 me contaron la historia de una hermana que verdaderamente amaba al Señor. Su marido nos había acusado sobremanera porque ella, desde que se convirtió al cristianismo, había descuidado a su familia. Ella estaba muy ocupada “predicando a Cristo”. El marido, quien aún no era cristiano, era catedrático en una de las universidades más grandes de la China. Me puse en contacto con algunos hermanos y hermanas para indagar acerca de esta hermana, y todos me dijeron lo mismo. La hermana les había dicho que ahora ella vivía para Jesús, y no para su marido ni para sus hijos. Era claro que esta hermana nunca había probado de la humanidad de Jesús. En ese tiempo yo aún no había visto la verdad tocante al disfrute de la humanidad de Jesús, así que le dije a la hermana que debía ser un poco más equilibrada. Ella debía ser tan equilibrada como la harina fina. Pero si hoy en día me enfrentara a ese mismo problema, les diría que se fueran a su casa a orar-leer todos los versículos de Lucas relacionados con la humanidad de Jesús. Entonces ustedes sabrán qué deben hacer y qué clase de esposa o esposo, madre o padre, deberán ser.

Por un lado, el Señor le dijo a Su madre que Él vivía totalmente para Su Padre celestial; pero, por otro lado, Él fue con Sus padres y se sometió a ellos (Lc. 2:49-51). Ésta es la humanidad del Señor Jesús. Es por medio de esta humanidad que el pueblo a nuestro alrededor puede ser bendecido. Temo que los vecinos que viven a nuestro alrededor no son bendecidos porque nosotros somos como “ángeles”; no tenemos la humanidad apropiada. Todos necesitamos ser humanos, pero no humanos de una manera natural. Necesitamos la humanidad de Jesús. Cuanto más nos comportemos como ángeles, más maldecidas serán las personas a nuestro alrededor; pero cuanto más vivamos como seres humanos apropiados, más bendecidos serán los que nos rodeen.

En 1938, en China, otra hermana también vino a mí y me preguntó: “¿Qué puedo hacer con mi marido? Él se niega a creer en el Señor Jesús. He orado por él y le he hablado mucho del Señor; pero cuanto más le hablo, más se aleja”. Después descubrí que ella era muy angelical, así que le dije que fuese un poco más equilibrada y fuese una esposa normal para su marido. Le aseguré que si ella era balanceada, su marido se salvaría. No mucho después de eso, recibí una carta de esa hermana en la que me dijo que su esposo había sido salvo.

Dios no encomendó Su evangelio de gracia a los ángeles; sólo los seres humanos están calificados para predicar el evangelio. El ángel pudo decirle a Cornelio que hiciera venir a un hombre llamado Pedro, pero el ángel no pudo hablar una sola palabra acerca del evangelio (Hch. 10:3-5). Los ángeles no están calificados para predicar el evangelio; sólo el hombre está calificado. Debemos ser humanos para predicar el evangelio, pero no debemos ser humanos de acuerdo con nuestro ser natural; eso es diabólico. Necesitamos otra clase de humanidad, la humanidad de Jesús. Por medio de esta humanidad podemos traer la bendición de Dios sobre todos los que están alrededor nuestro. Si tenemos la humanidad de Jesús, dondequiera que estemos, en la oficina, en las escuelas, en las universidades, los vecindarios o con nuestras familias, podemos ser la causa de que la gente sea muy bendecida. Entonces el evangelio será prevaleciente.


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