Caos Satánico en la vieja creación y la economía divina para la nueva creación, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-667-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cristo también tiene la preeminencia, el primer lugar, en la creación (Col. 1:15b-17). El es el Primogénito de toda la creación, Aquel que tiene la preeminencia entre todas las criaturas.
Cristo también tiene la preeminencia en la resurrección para la nueva creación, que es la iglesia, el Cuerpo de Cristo (v. 18). En la antigua creación El es el Primogénito; en la nueva creación, es decir, en la resurrección, en el Cuerpo de Cristo, El también es el Primogénito. Cristo es el primero en la resurrección como la Cabeza del Cuerpo. Como tal, El tiene el primer lugar en la iglesia, la nueva creación (2 Co. 5:17; Gá. 6:15).
Cristo también tiene la preeminencia en la plenitud de la de Deidad. Colosenses 1:19 dice que “agradó a toda la plenitud habitar en El”. De hecho, la plenitud en este versículo es Cristo mismo. Cristo es el centro, Cristo es la incorporación, Cristo es la imagen y Cristo es la plenitud. Por lo tanto, en todo aspecto y en todas las cosas, Cristo debe tener el primer lugar, la preeminencia. En la vida de iglesia todo debe tener como objetivo que se le dé a El la preeminencia, el primer lugar.
La economía de Dios tiene a Cristo como su centralidad y universalidad; hace a Cristo preeminente en todas las cosas, y también produce la iglesia como Cuerpo de Cristo, como casa de Dios y como reino de Dios, lo cual tiene su consumación en la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Todo lo que hagamos en la manera ordenada por Dios tiene como fin que Cristo produzca la iglesia. Estamos aquí practicando la vida de iglesia para tomar a Cristo como centro y para hacer que El sea preeminente con el fin de producir la iglesia, la cual es Su Cuerpo.
El Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo, Aquel que todo lo llena en todo, para ser Su expresión (Ef. 1:22-23). Cristo es inmensurablemente pleno, vasto y grande. Efesios 3:18 habla de que comprendamos las dimensiones universales de Cristo, a saber: la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. ¿Qué tan ancho, qué tan largo, qué tan alto y qué tan profundo es el universo? La anchura, la longitud, la altura y la profundidad son las dimensiones inmensurables del universo, y son también las dimensiones de Cristo. Ya que Cristo es tan vasto, El necesita Su Cuerpo, para tener Su plenitud, Su expresión.
Necesitamos ser aquellos que viven a Cristo y le magnifican para ser Su expresión. Si Cristo no es pleno en nosotros, nosotros no podemos ser Su expresión. Un ejemplo con el que podemos mostrar esto es la cantidad de agua que cabe en una taza. Si la taza no está llena de agua, nadie puede ver el agua. De esta manera el agua está escondida, encerrada, y no está expresada. Cuando la copa se llena de agua hasta el punto de rebosar, este rebosamiento es la expresión. Cuando la copa rebosa de agua, todos pueden ver la expresión. Nadie sabe que Cristo está en nosotros, así que debemos rebosar de Cristo.
Nosotros rebosamos de Cristo al hablar este mismo Cristo. Cuando nosotros rebosamos, Cristo fluye. Este rebosamiento es la expresión de Cristo, y esta expresión es la plenitud. La Biblia no nos dice que vayamos a las reuniones a estar allí callados. Esta es la práctica del cristianismo degradado. La arquitectura de las catedrales y de muchos edificios que las denominaciones usan para reunirse, con sus ventanas de mosaicos de vidrio que no permiten que penetre mucha luz, y con sus elevados techos, obliga a la gente a permanecer en silencio. Nuestros lugares de reunión no son así. Nuestras reuniones no deben estar invadidas por el silencio, sino que deben estar llenas del hablar divino para exhibir a Cristo, para expresarle.
El Cuerpo de Cristo es un organismo constituido de Sus miembros (Ro. 12:5). Nosotros los que estamos en el Cuerpo de Cristo somos miembros vivientes de Cristo.
El Cuerpo de Cristo necesita ser edificado con las inescrutables riquezas de Cristo por medio del dispensar divino (Ef. 3:8-11, 2). Este es el énfasis de la Biblia.
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