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Cantar de los cantares, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-956-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 7 Sección 2 de 2

B. Las palabras que intercala el Señor (7:6-9a)

El versículo 6 dice: “¡Qué hermosa eres, y cuán suave, oh amor deleitoso!” Ahora el Señor intercala Sus comentarios. Puesto que las palabras del Espíritu Santo concuerdan perfectamente con la voluntad del Señor, El puede continuar con la conversación como si las palabras anteriores las hubiese dicho El. Cuando El escucha al Espíritu Santo hablar en el versículo 5, no puede evitar intercalar Sus palabras y hablar directamente a la doncella, quien es el tema de la conversación. Esta es una exclamación de alabanza que El interpola.

El versículo 7 dice: “Tu estatura es semejante a la palmera, y tus pechos a los racimos”. Antes no había crecimiento, perfección ni madurez y, por ende, tampoco había estatura. Una palmera se yergue alta y recta; representa al Señor en la Biblia. Decir que ella es como una palmera es decir que tiene la estatura de la plenitud de Cristo (Ef. 4:13). Las raíces de la palmera están en contacto con la fuente de agua viva, y aunque las hojas y ramas estén quemadas por el sol, ella sigue creciendo sin impedimento alguno. Aunque los creyentes puedan sufrir grandes pruebas en el desierto, no son afectados debido a su unión con Cristo, y pueden seguir creciendo.

“Tus pechos [son semejantes] a los racimos”. Esto indica una vez más que su capacidad para alimentar ha aumentado para beneficiar a otros. Desde el principio los pechos tienen el fin de alimentar y no son solamente una expresión de amor. Cuando usted es joven tiene una mayor tendencia a dar amor que a dar alimento. Pero cuando madura, el aspecto de alimentar se manifiesta inevitablemente. Aquí el énfasis está en dar alimento. Los pechos son como racimos de uvas, las cuales se pueden comer y traen satisfacción.

Los versículos 8 y 9a dicen: “Yo dije: Subiré a la palmera, asiré sus ramas. Deja que tus pechos sean como racimos de vid, y el olor de tu boca como de manzanas, y tu paladar como el buen vino”. Parece como si el Señor tratase de abrazarse a Sí mismo al asir a Sus creyentes. El desea tener comunión con ellos. Esto parece indicar que no es el momento para que los creyentes sigan al Señor, sino para que El los siga a ellos. Cuando se da la vida de cuerpo entre los miembros (una vida entre los sarmientos), el Señor es atraído a desear a los creyentes y a comunicarse con ellos. Cuán diferente es esto de la condición inicial de los creyentes cuando se sentaban bajo Su sombra (2:3). El Señor habla de tres cosas que satisfacen Su corazón. En primer lugar, habla de la capacidad de la doncella para nutrir a otros. Lo que El dice es una bendición que incluye la esperanza de que dicha capacidad aumente. En segundo lugar, habla de la intuición de ella. El énfasis no está en la función de la intuición, sino en la fragancia que la intuición deja en ella por los contactos anteriores. Para que ella tenga el olor de las manzanas, es necesario que antes las coma. Los que han comido a Cristo no pueden dejar de manifestar el olor de Cristo. En tercer lugar, El dice: “Tu paladar como el buen vino”. Esto significa que ella tiene un anticipo de los poderes del siglo venidero (He. 6:5). El buen vino seguramente se refiere al vino del milenio (Jn. 2:10; Mt. 26:29). Ella puede brindarle al Señor este gusto placentero.

II. TRABAJA JUNTAMENTE CON EL SEÑOR (7:9b-13)

El versículo 9b dice: “Que se entra a mi amado suavemente, y hace hablar los labios de los viejos”. [N. del T.: Esta parte la expresa la doncella, según J. N. Darby]). El Señor habla hasta la primera parte del versículo 9. En la segunda parte de dicho versículo, la doncella continúa donde el Señor se detuvo, debido a que ella está en unidad con El. El vino entra suavemente en su amado. Esto significa que ella y su amado gustaron de un anticipo de esta bendición. Sin embargo, gustar de este vino no se limita a ellos dos. [“Los viejos” puede traducirse los que duermen]. Muchos de los que duermen ya han probado este vino. Ni esta expresión ni la palabra “dormía” en 5:2, significan algo negativo. El tono de estos versículos no indica un sentido negativo en la palabra dormir. Más aún, aquellos que duermen están en la misma posición que el amado. Por lo tanto, los que duermen son aquellos que están dormidos con relación a sí mismos. Ya no están conscientes de sí mismos y sólo viven para Dios.

El versículo 10 del capítulo siete dice: “Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento”. Su atención es atraída hacia su amado. Ella ha renunciado a su obsesión de centrarse en sí misma. Parece como si ella estuviera dispuesta aun a perder a su amado, si esto lo complace a El. A ella sólo le preocupa que su amado la gane a ella. Sabe que ella le pertenece a su amado, y esto es suficiente para satisfacer su corazón. El anterior apego a su carne se ha ido. Al comienzo, su pertenencia a su amado era un pensamiento secundario. No podía olvidar que su amado era de ella. Ahora, por tener una experiencia más profunda, no la vemos decir que su amado es suyo. Ciertamente en nuestra búsqueda espiritual, el yo trabaja constantemente. Poco nos damos cuenta de que incluso en cuanto a amar al Señor, existe la posibilidad de reservar un lugar para el yo.

Ahora no nos preocupamos por buscar nuestro propio placer, sino por satisfacer el deseo de El. Sabemos que existimos para satisfacer Su deseo. El nos desea a nosotros. No nos preguntamos qué sentimos, qué hemos ganado, qué hemos perdido o cuál es nuestra obra. Lo que nos importa es que somos de El y que El nos desea. Esto es lo único que nos interesa.

Cuando un creyente llega a este nivel, y su yo ha sido quebrantado por completo, puede comenzar a laborar con el Señor. Por estar lleno del Señor, puede comenzar a trabajar. Externamente, puede parecer como si él es quien inicia la obra, pero, de hecho, es el Señor quien la inicia en él. Ya que la unión entre la doncella y el Señor es absoluta, todos los movimientos de la doncella dependen completamente del Señor, y ahora ella puede proferir las palabras del versículo siguiente.

El versículo 11 dice: “Ven, oh amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas”. Ella ya no actúa por su propia cuenta, y el Señor tampoco actúa solo. Realizan un trabajo en conjunto: “salgamos”. A partir de este momento, vemos la comunión en la obra. Debido a que ella ha sido librada del yo, también ha sido librada de sus limitaciones y mezquindades. Su centro ya no es las reuniones, su obra, su iglesia ni su grupo. Su atención está en el campo, el mundo. Ella tiene una vista global, y no una vista que simplemente mira lejos del mundo. Está interesada en todo lo que sucede en el mundo. La doncella no posee, lo que llaman “su propia obra”, ni “su propia región de trabajo”. Su campo de acción es toda la obra del Señor. Su enfoque es el campo.

“Moremos en las aldeas”. Nótese que “aldeas” está en plural. Ella ha tomado el carácter peregrino del Señor. Su interés no está en su propio hogar, sino en viajar y no estar confinada en un sólo lugar; va de una aldea a otra. Ella sigue al Señor y busca las ovejas perdidas y heridas. Una persona que trabaja juntamente con el Señor, no sólo debe tener una visión global, sino que también debe tener una naturaleza de viajero y llevar sobre sí la marca de un peregrino.

El versículo 12 dice: “Levantémonos de mañana a las viñas; veamos si brotan las vides, si están en cierne, si han florecido los granados; allí te daré mis amores”. El interés primordial de la doncella ya no es su viña sino las viñas. Ella solamente puede centrarse en éstas. Cuando un creyente comienza a laborar, debe ser librado de la tentación de cuidar otras viñas y de descuidar la suya propia. Pero cuando es librado del yo, aunque todavía necesite ser responsable de la pequeña parte que Dios le ha confiado, su corazón es librado para cuidar las viñas. Ahora la obra del Señor es la obra de la doncella; ya no es lo mismo que cuando su obra era la obra del Señor. Todo lo que sea del Señor es parte de su obra. No digo que ella haya perdido su individualidad, sino que está mas interesada en la edificación de los demás. Estas palabras están dirigidas a los que pueden guardar sus propias viñas.

“De mañana” muestra su diligencia. En la obra del Señor es indispensable laborar de mañana. La pereza no es una característica de la vida del Señor. Sólo quienes son espirituales pueden ser diligentes. Hay cierta clase de actividad que proviene de la carne. También hay una cierta clase de pasividad que proviene de la vieja creación. Debemos rechazar el extremo de ser activos en la carne y también el otro extremo de ser pasivos, lo cual es otra denominación para la pereza. Ambos extremos pertenecen a la vieja creación. La diferencia entre la diligencia y la pereza radica en el uso del tiempo. Esta es la razón por la cual el apóstol nos mandó que redimiéramos el tiempo (Ef. 5:16; Col. 4:5).

La doncella desciende con el Señor a las viñas, para ver “si brotan las vides, si están en cierne, si han florecido los granados”. Ella observa las señales de vida en compañía del Señor, y juntos examinan las áreas que prometen ser fructíferas. Ella ha sido librada y por eso se interesa en los asuntos de todos los santos. Muestra interés aun en los creyentes más inmaduros, siempre que den alguna señal de vida y la esperanza de llevar fruto. Lo importante no es quién los haya concebido ni si vienen a nuestras reuniones o no, sino lo que ellos representan para el Señor. Esta comunión con el Señor en la obra es la consecuencia de una unión absoluta y vital con el Señor.

¿Qué significa “allí” en la expresión “allí te daré mis amores”? Significa los campos, aldeas y viñas, o sea, la obra del Señor. En medio de la obra del Señor “te daré mis amores”. ¡Cuán maravilloso es esto! Anteriormente la obra la distraía. Debido a que la doncella llevaba a cabo muchas clases de servicios, perdía la comunión que se tiene a los pies del Señor. En el caso de un creyente inmaduro, la actividad no aumenta su amor por el Señor, sino que pone una barrera entre él y el Señor. Esta es una indicación de una unión imperfecta. Pero en este caso, la experiencia de la doncella ha llegado a la etapa de perfección donde ella puede relacionar la obra del Señor con el Señor mismo y también al mundo con El. Ella puede relacionar al hermano del Señor con el Señor mismo. Ahora la doncella puede expresar su amor para con el Señor en el lugar de la obra. Puede hacer de su trabajo una expresión de amor al Señor. Ella no tiene sentimientos de condenación después de laborar y ya no teme perder algo del Señor al entregarse a la obra.

El versículo 13 dice: “Las mandrágoras han dado olor, y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado”. La mandrágora es una planta que se relaciona con el amor (Gn. 30:14) y aquí denota la unión entre el esposo y la esposa. En esta escena, cuando la unión llega a tal nivel, ¿cómo podríamos decir que las mandrágoras no han dado su olor?

“Nuestras puertas” es un lugar cómodo. Aunque ella va de aldea en aldea, esto no significa que tenga que ir a un lugar lejano a buscar fruto. Las “puertas” son el lugar que Dios nos asignó y allí hallaremos fruto. La doncella no se concentra en una sola clase de fruto, sino en todo tipo de frutos. Antes de que fuera librada de su yo, no reconocía el fruto en ninguna persona que no mostrara las señales que ella reconociera. Ahora se da cuenta de que existen muchos tipos de frutos deliciosos; en realidad hay todo tipo de fruto. Hay frutos nuevos y frutos añejos. Ella comprende que diferentes personas llevan frutos diferentes; se da cuenta de que el Señor Jesús es uno solo y que la nueva creación es una sola, pero no todas las personas llevan la misma clase de fruto. En realidad, el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. La cosecha de todos estos frutos trae gloria al Señor. El resultado de la obra no es dar lugar a que el hombre se jacte. Trabajamos juntamente con el Señor en Su obra, pero toda la gloria es para el Señor.


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